La guerra y el arte
El mundo está famélico de novedades, por eso la guerra cada vez ocupa menos espacio en los medios y parece casi una situación secundaria. En nuestra loca vida posmoderna todo se mueve rápido, hay un componente que la define (como asegura Paul Virilio), la velocidad. Así como hemos alterado nuestros desplazamientos por el espacio, también hemos dotado de velocidad a nuestras experiencias de vida. Todo tiene que ser para ahora, y así como nuestros deseos deben ser cumplidos lo antes posible, lo que consumimos debe ser cada vez más variado. Los fotogramas por segundo se incrementan día a día y ya es muy difícil que los hechos de ayer sean atractivos para nuestras necesidades de hoy.
En este caleidoscopio de vivencias que afrontamos, me atrevo a decir que es el arte, en todas sus manifestaciones, quien puede devolvernos una experiencia profunda de los hechos. Y las guerras son una de las aristas más trágicas en nuestro desarrollo vital. Erich M. Remarque usó su experiencia como soldado para escribir una novela imprescindible que muestra los horrores de la primera guerra mundial, “Sin novedad en el frente”. Cualquier reproducción del “Guernica” de Picasso nos devuelve a la atrocidad de la guerra civil española ( y de todas las guerras); igual que las fotos de Robert Capa en las que la muerte sobrevuela cada imagen.
“Apocalypse Now”de Coppola quizás sea la gran película sobre la guerra de Vietnam, pero sobre todo del sin sentido de las guerras. Donde muchos ven héroes contra villanos, crueldad y sacrificio; Coppola ve el horror. Por eso la película concluye con esas palabras del coronel Kurtz: “el horror, el horror”. Las reverberaciones, el impacto de la guerra de Malvinas en el continente y en sus habitantes es el núcleo narrativo de una de las primeras novelas sobre el conflicto: “Arde aún sobre los años”, de Fernando López. Leerla hoy, para quienes vivimos ese tiempo, es volver a aquellos días ahítos de angustia del otoño-invierno del 82.
Borges habla en un poema de dos “Juanes”, uno inglés y el otro argentino, enfrentados en la guerra de Malvinas como las dos caras de una misma moneda. John Donne en un viejo poema decía casi lo mismo: “nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
El mundo está famélico de novedades, por eso la guerra cada vez ocupa menos espacio en los medios y parece casi una situación secundaria. En nuestra loca vida posmoderna todo se mueve rápido, hay un componente que la define (como asegura Paul Virilio), la velocidad. Así como hemos alterado nuestros desplazamientos por el espacio, también hemos dotado de velocidad a nuestras experiencias de vida. Todo tiene que ser para ahora, y así como nuestros deseos deben ser cumplidos lo antes posible, lo que consumimos debe ser cada vez más variado. Los fotogramas por segundo se incrementan día a día y ya es muy difícil que los hechos de ayer sean atractivos para nuestras necesidades de hoy.
En este caleidoscopio de vivencias que afrontamos, me atrevo a decir que es el arte, en todas sus manifestaciones, quien puede devolvernos una experiencia profunda de los hechos. Y las guerras son una de las aristas más trágicas en nuestro desarrollo vital. Erich M. Remarque usó su experiencia como soldado para escribir una novela imprescindible que muestra los horrores de la primera guerra mundial, “Sin novedad en el frente”. Cualquier reproducción del “Guernica” de Picasso nos devuelve a la atrocidad de la guerra civil española ( y de todas las guerras); igual que las fotos de Robert Capa en las que la muerte sobrevuela cada imagen.
“Apocalypse Now”de Coppola quizás sea la gran película sobre la guerra de Vietnam, pero sobre todo del sin sentido de las guerras. Donde muchos ven héroes contra villanos, crueldad y sacrificio; Coppola ve el horror. Por eso la película concluye con esas palabras del coronel Kurtz: “el horror, el horror”. Las reverberaciones, el impacto de la guerra de Malvinas en el continente y en sus habitantes es el núcleo narrativo de una de las primeras novelas sobre el conflicto: “Arde aún sobre los años”, de Fernando López. Leerla hoy, para quienes vivimos ese tiempo, es volver a aquellos días ahítos de angustia del otoño-invierno del 82.
Borges habla en un poema de dos “Juanes”, uno inglés y el otro argentino, enfrentados en la guerra de Malvinas como las dos caras de una misma moneda. John Donne en un viejo poema decía casi lo mismo: “nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
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