La Peña: Saber un poco de todo para suplantar las carencias

Mi padre no fue el mejor de todos. Nunca se me ocurrió pensar eso, pero sí sentí muchas veces que era diferente al resto de los padres que yo conocía. Era capaz de pintar un auto, arreglar una bici, cambiar una instalación eléctrica o ingeniárselas para llegar a destino cuando el auto se rompía.

Mi padre no fue el mejor de todos. Nunca se me ocurrió pensar eso, pero sí sentí muchas veces que era diferente al resto de los padres que yo conocía. Era capaz de pintar un auto, arreglar una bici, cambiar una instalación eléctrica o ingeniárselas para llegar a destino cuando el auto se rompía.
Fue toda la vida un optimista. No lo vi derrotado ni aún en la derrota. Era capaz de convertir una caída en una oportunidad, aunque intuyo que ese don de sabelotodo no le gustaba. Curioso, activo, laburante sin pausa, creativo y hasta inventor, hizo de esa capacidad una salida a las carencias. Lo que no se podía comprar se hacía. Lo que no era de tal o cual artefacto se adaptaba, pero siempre había soluciones para superar los imprevistos. A veces no tan imprevistos, pero cuando sabía que algo podía romperse, tenía en mente la solución. Era capaz de inventar un repuesto de su Estanciera irrompible, hasta de ponerse thiner en una herida causada por alguna chapa oxidada. Creía que un solvente de esa magnitud mataba todos los gérmenes.
Amigo de los yuyos, del te para tal cosa. Convencido de que nada se arreglaba quedándose en cama. Que a una resaca había que dejarla ir, que el reposo acentuaba los dolores. Que había que levantarse y seguir.
Su vida fue eso, el desafío de cada día, aunque era consciente de que le tocaban las generales de la ley y que su ingenio, sus inventos podían salir mal. Amaba el folclore y era devoto de Los Cantores del Alba, soñaba con una vez en su vida ir al Tour de Francia para ver a su amado ciclismo de ruta. No fue de la época del celular, apenas si le tocó la llegada del teléfono móvil. Nunca supo de watsap ni se enteró de la pandemia. Él sentía que había ganado muchas batallas. Pero sabía que había algunas que podía perder. Y perdió la del final, cuando la salud le pasó factura sintió que ahí no había mucho por inventar. Apenas un recuerdo de los padres luchadores que abundaron y abundan en esta tierra.


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