La planta arbustiva que pinta de violeta el invierno y es símbolo de la Patagonia

Rústica, nativa y llena de historia: florece aún con heladas y atrae fauna silvestre.

En la Patagonia, donde las temperaturas bajan temprano y las heladas se anticipan, hay una planta que resiste el clima extremo y regala flores aún en pleno otoño: el calafate, un arbusto nativo que crece en el bosque andino y que puede cultivarse en casa sin grandes cuidados.

Con su follaje persistente, espinas protectoras y flores pequeñas de tono violeta o amarillo, el calafate es una de las especies más adaptadas al clima patagónico. No solo es ornamental, sino que también produce frutos comestibles con alto contenido antioxidante.


Una planta que resume el carácter de la región

De nombre científico Berberis microphylla, el calafate es un arbusto espinoso que puede alcanzar hasta un metro y medio de altura, dependiendo del entorno y el cuidado. Su crecimiento es lento, pero seguro: soporta vientos intensos, heladas prolongadas y puede sobrevivir en suelos pobres.

Su floración comienza a fines del otoño y, en condiciones favorables, se extiende durante el invierno. Es común encontrarlo en jardines de Bariloche, San Martín de los Andes, Villa La Angostura o El Bolsón, donde se lo cultiva como parte de los corredores de biodiversidad urbana.


Claves para cultivarlo en tu jardín

El calafate se adapta bien a jardines expuestos, y es ideal para crear cercos vivos o proteger sectores del viento. Algunas recomendaciones para su cuidado:

  • Ubicación: prefiere lugares soleados o con semisombra.
  • Suelo: debe estar bien drenado, sin acumulación de agua.
  • Riego: escaso, sobre todo en invierno.
  • Poda: conviene realizarla a fines del verano para mantener la forma.
  • Multiplicación: por semillas o esquejes leñosos, preferentemente en otoño.

Flores, frutos y más beneficios

Además de resistir el frío, el calafate tiene valor ecológico: atrae aves y mariposas, gracias a sus flores y frutos. Estos últimos, pequeños y oscuros, se pueden consumir frescos o en mermeladas, y son ricos en antocianinas, compuestos antioxidantes naturales.

Por su rusticidad, es una opción ideal para quienes buscan plantas que no requieran fertilizantes ni cuidados intensivos, y que además sean compatibles con un enfoque agroecológico del jardín.


Un símbolo que podés tener en casa

El calafate no solo es resistente y bonito: también es parte del imaginario patagónico, con presencia en historias populares, leyendas y hasta dulces regionales. Incorporarlo al jardín es una forma de conectar con el entorno natural y sumar color incluso en los meses más grises del año.