Migraña crónica: un cambio en la dieta podría reducirla
Un estudio demostró que cambios alimentarios pueden reducir la frecuencia de los dolores. La investigación estuvo liderada por el médico rionegrino Facundo Pereyra y abre un nuevo camino en la prevención y tratamiento de este trastorno.
Durante años, la ciencia ha profundizado en la relación entre el intestino y el cerebro. Hoy, la evidencia es tan sólida que este vínculo ya tiene un nombre propio: eje intestino-cerebro. Se trata de un canal de comunicación constante y bidireccional en el que la salud digestiva impacta directamente en el sistema nervioso central, influyendo en el ánimo, el dolor y hasta en la aparición de enfermedades neurológicas.
Un trabajo reciente publicado en Journal of Human Nutrition and Dietetics, la revista científica de la British Dietetic Association, puso a prueba este concepto en uno de los trastornos más incapacitantes para personas menores de 50 años: la migraña crónica.
La investigación, liderada por el gastroenterólogo rionegrino Facundo Pereyra y co dirigida por su hermano, el reconocido médico Lisando Pereyra, incluyó a 7.677 adultos con diagnóstico de migraña y afecciones digestivas. El objetivo fue medir el impacto de una intervención alimentaria intensiva de dos semanas sobre la frecuencia y severidad de las crisis.

Los resultados fueron contundentes: más del 60% de los participantes reportó mejoras significativas en el dolor y en la cantidad de episodios semanales. En promedio, la intensidad del dolor bajó de 6,1 a 3,8 puntos en una escala de 0 a 10, y la frecuencia semanal pasó de 3,4 a 2,5 días. También disminuyó el grado de discapacidad asociado, medido con la escala MIDAS.

Para Pereyra, esta evidencia refuerza la necesidad de abordar el tratamiento de la migraña más allá del síntoma: “Cuando se modula la microbiota y se reduce la fermentación intestinal, se pueden mejorar síntomas neurológicos crónicos”.
Claves para entender y cuidar el eje intestino – cerebro
Plan de 15 días
El protocolo utilizado, llamado B15, fue diseñado para mejorar la salud intestinal a través de una dieta estructurada, suplementación y manejo del estrés.
Durante dos semanas, los pacientes siguen un plan de eliminación y reintroducción de alimentos con el objetivo de desinflamar el sistema digestivo, estabilizar la microbiota y recuperar la barrera intestinal.
El seguimiento es completamente digital y diario, con orientaciones médicas y nutricionales, encuestas periódicas y grupos de apoyo virtual. Esto permite medir los resultados con precisión y mantener una alta adherencia al plan.
Según Pereyra, el B15 no es solo una dieta, sino una intervención integral que combina educación alimentaria, acompañamiento profesional y trabajo sobre hábitos, buscando beneficios duraderos más allá de las dos semanas iniciales.
Alimentación preventiva
Más allá de protocolos específicos como el B15, hay pautas generales que pueden favorecer la salud intestinal y, con ello, contribuir a la prevención de la migraña. Reducir azúcares y ultraprocesados, moderar el consumo de carbohidratos de difícil digestión, incorporar fibra soluble y mantener una buena hidratación son medidas simples pero efectivas.
También es importante identificar posibles intolerancias o sensibilidades alimentarias, ya que pueden ser un detonante para las crisis en personas predispuestas. Esto requiere seguimiento profesional y registro de la dieta y los síntomas.

Pereyra enfatiza que la alimentación debe entenderse como una herramienta terapéutica: “No es solo lo que comemos, sino cómo lo hacemos, cuándo y en qué contexto. Cambiar los hábitos puede marcar la diferencia en la calidad de vida”.
El intestino es el segundo cerebro
El intestino contiene más neuronas que la médula espinal y está en comunicación constante con el cerebro. Esta conexión, conocida como eje intestino-cerebro, permite que cambios en el sistema digestivo tengan impacto en funciones neurológicas y emocionales.
Estudios previos ya habían mostrado que problemas digestivos pueden estar detrás de síntomas como dolor de cabeza, fatiga, alteraciones del sueño o problemas en la piel. Esto ocurre porque una microbiota alterada y una inflamación intestinal sostenida pueden generar sustancias que afectan al sistema nervioso central.
En el caso de la migraña, modular la microbiota y reducir ciertos procesos inflamatorios intestinales puede ayudar a disminuir la intensidad y la frecuencia de las crisis, ofreciendo un complemento a los tratamientos médicos convencionales.
La migraña, más que un dolor de cabeza
La migraña es un trastorno neurológico que puede durar horas o incluso días. Provoca dolor pulsátil, sensibilidad a la luz y al sonido, náuseas y, en algunos casos, alteraciones visuales previas al dolor. Según la OMS, es una de las principales causas de discapacidad en personas menores de 50 años.
Afecta la vida laboral, social y personal de quienes la padecen, generando ausentismo y limitaciones en actividades cotidianas. Por eso, las estrategias para prevenirla son tan importantes como el tratamiento de los episodios.

El estudio liderado por Pereyra aporta evidencia de que un abordaje que incluya la salud intestinal puede ser una herramienta complementaria valiosa para reducir su impacto.
Quiénes responden mejor
En el estudio se observó que las personas con síntomas digestivos marcados, como distensión abdominal, acidez o estreñimiento, fueron las que más mejoraron tras la intervención. También tuvieron buenos resultados quienes presentaban fatiga crónica, niebla mental o antecedentes de síndrome de intestino irritable.
Otra característica común en los que respondieron mejor fue la presencia de síntomas extraintestinales, como fibromialgia, disfunción temporomandibular, síndrome premenstrual o candidiasis recurrente. Esto sugiere que la inflamación intestinal podría ser un factor común en distintos problemas de salud.
Pereyra remarca que el enfoque personalizado es clave. “No todos los pacientes reaccionan igual, por eso es importante evaluar síntomas, hábitos y antecedentes antes de iniciar una intervención alimentaria”, señala.
Intestino permeable
El llamado “intestino permeable” ocurre cuando la barrera intestinal se debilita y permite el paso de toxinas, bacterias o fragmentos de alimentos mal digeridos al torrente sanguíneo. Este fenómeno puede activar una respuesta inflamatoria que afecta a diversos órganos, incluido el cerebro.
Entre las causas más comunes están el estrés crónico, las intolerancias alimentarias, ciertas infecciones y desequilibrios hormonales. La alimentación inadecuada, rica en ultraprocesados y azúcares, también contribuye a este problema.
En el contexto de la migraña, reducir la permeabilidad intestinal y la inflamación asociada puede ayudar a prevenir la aparición de crisis y a disminuir su severidad cuando se producen.
Durante años, la ciencia ha profundizado en la relación entre el intestino y el cerebro. Hoy, la evidencia es tan sólida que este vínculo ya tiene un nombre propio: eje intestino-cerebro. Se trata de un canal de comunicación constante y bidireccional en el que la salud digestiva impacta directamente en el sistema nervioso central, influyendo en el ánimo, el dolor y hasta en la aparición de enfermedades neurológicas.
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