Ética, derecho y cultura ante la otredad de las “máquinas”


Cuando desde la IA se incorporen valores y determinantes nuevos en lo laboral, la salud, educación y cambien las conformaciones sociales, ¿cuál será la respuesta humana?


Criticar o denunciar al capitalismo en sí mismo o como manera global de ordenar la economía planetaria, puede pasar a ser una consigna política de segundo o tercer orden.

Podemos ya hablar del capitalismo del conocimiento o capitalismo de la Inteligencia Artificial o capitalismo algorítmico, o de los tres juntos e incluso de los tres confrontando porciones de rentabilidad y poder. Incluso en estas variables puede ubicarse hasta otra categoría donde el ser humano queda relegado en la importancia de la tecnología, de la máquina.

Hay ciertos posicionamientos científicos como el de los neurocientíficos franceses Jean-Pierre Changeux y Stanilas Dehane (éste último desarrolló modelos computacionales de conciencia) y el israelí Yuval Harari que incursionan con precisos datos sobre las posibilidades de un mundo donde convivan humanos y “máquinas” (androides, Cybergs) en paz… o no tanto.

Existen estudios sobre robótica humanoide y ya empresas del rubro como Softbank Robotics y Hanson Robotics desarrollaron “máquinas” con habilidades sorprendentes.

La subjetividad ya dejará de ser patrimonio exclusivo del sapiens moderno. Aquella construcción de su propia subjetividad lograda hace cientos de miles de años cuando comenzó a incorporar proteínas a su cuerpo y diagramar nuevas potencias y funciones al cerebro llegó a su fin. La máquina, alimentada por datos e ingentes estudios de biología desarrollará ciertas subjetividades para competir, y esperemos que no para confrontar, con las de los humanos.

En virtud de esta posibilidad es necesario, a la par de avanzar en regulaciones sobre cada uno de los espacios que la tecnología incorpora a los usos y prácticas sociales, en cierta “coincidencia ética” sobre las formas, utilizaciones, aplicaciones, investigación e incluso comercializaciones de la Inteligencia Artificial.

La subjetividad de la máquina puede ser una realidad, y puede complicar a los humanos de no poder interpretar y ser dominante de esa funcionalidad y que la misma quede solo al arbitrio decisional de un instrumento tecnológico; un robot, por ejemplo.

Tengamos en cuenta que el avance de las redes neuronales artificiales se basa en una recreación de formas, estructuras y “culturas” con similitud a la de las redes biológicas.

Confrontar con inteligencias diversas ha sido común en nuestra especie. Pero hacerlo con paridad en esa confrontación ya es algo más novedoso y peligroso.

La rebelión de “hombres mecánicos”, como hemos visto en muchas películas, no es algo tan lejano en el futuro de la humanidad. Tampoco es seguro que ocurra. Pero dados todos los elementos para que pueda acaecer algo de similar naturaleza, no es ocioso que la raza humana extreme controles para esas posibles rebeliones de los “androides”.

La humanidad en su devenir constante ha tenido diferenciaciones sobre bases, algunas científicas y otras no, que versaban sobre razas, lenguas, nacionalidades, conformaciones físicas, culturas etc. y ahora lidia con la eventualidad de encontrar conflictos en alteridades originales como entre los humanos y las máquinas con cierto grado de autonomía y una forma novedosa de conciencia.

La duda que durante siglos atormentó a gobernantes y pensadores sobre cómo reaccionar ante posibles encuentros con alienígenas, marcianos o habitantes de la Luna, regresa ahora transformada en la incertidumbre de manejar una relación con la máquina.

¿Quiénes dependen de quiénes? ¿Con qué valoración jurídica se sostiene esa relación? E incluso, tarea para nuevos profesionales de las ciencias sociales con prioridad filosófica, saber desde lo espiritual, ontológico, religioso e incluso de respeto por la otredad, en qué modos transcurrirá la vinculación.

Cuando la máquina, básicamente desde la IA incorpore valores y determinantes nuevos en lo laboral, en la salud, en la educación y estos cambios hagan mutar, sin duda, las conformaciones sociales vigentes, ¿cuál será la respuesta humana?

El capitalismo que conocemos, en todas sus variantes, tuvo datos distintos pero una cierta regularidad en su composición que dura desde sus comienzos hasta hoy. Básicamente dos: la acumulación original de capital con el desplazamiento de los entonces espacios sociales y su transformación en nuevos (los siervos y los nobles dejaron de ser tales) y la división entre quienes poseen los medios de producción y quienes se ubican en ellos como trabajadores.

En los últimos tiempos, un poco adentro y un poco afuera se ubican nuevas categorías sociales que no responden a estas distinciones tradicionales como los subempleados, los desocupados durante más de 10 años, los beneficiarios de subsidios al desempleo que lo cobren durante años y los que integran, con todas sus variables la llamada economía popular.

Todo esto, en una nueva interpretación del posible capitalismo de la IA, cambia o desaparece en sus versiones originales.

De estimar que este nuevo modelo que registrará formas distintas de ordenamiento económico es factible, no está mal como desafío cultural para todos los países, y es propicio en nuestra Argentina repensar las relaciones de producción, las mejores ocurrencias para la solidaridad y la justicia social y las inéditas formas que asumirían las representaciones políticas.

En algún momento hablar de llegar a la luna era ciencia ficción.

Todo puede ser ciencia ficción hasta que deja de serlo.

Mejor, no llevarse sorpresas.

* Exdiputado nacional del PJ Rio Negro


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