Extraterrestres

Por Héctor Ciapuscio

Hay dos clases de historias sobre extraterrestres y las dos han tenido tan amplia acogida en el público como para constituirse en best-sellers literarios o películas records de taquilla. La primera clase se refiere a cosas que habrían ocurrido con ellos en el pasado; la segunda a sucesos que parecen protagonizar en el presente. Veamos ejemplos de ambas.

Introduciéndolo con un desafío («Hizo falta valor para escribir este libro y hará falta valor para leerlo»), Erich von Daniken publicó en 1970 «Las carrozas de los dioses».

El reto fue aceptado por muchos: vendió 40 millones de copias en pocas semanas. El libro desarrollaba una investigación suya sobre el pasado remoto de la humanidad y una propuesta audaz de dar sentido a enigmas que han preocupado por siglos. ¿Cómo explicar, por ejem-plo, artefactos, pirámides, megalitos, monumentos, obras de arte, mitos, leyendas, religiones y organizaciones sociales tan evolucionados que resultan inimaginables dentro de los elementales conocimientos y habilidades de pueblos primitivos? ¿Cómo dar explicación a cosas como la pirámide de Keops con una masa material de granito en cuya base cabrían cinco de las más grandes catedrales del mundo? Von Daniken daba su versión acerca de esos prodigios. Sostuvo -y lo mostró con documentos fotográficos, alfarerías y diversos testimonios- que hace miles de años (entre 10.000 y 40.000) nuestro planeta comenzó a ser visitado por criaturas inteligentes que transmitieron a los hombres algunos de sus conocimientos y técnicas.

Hasta dirigieron ocasionalmente el curso de la historia humana. Así se pueden explicar muchas señales y acontecimientos que, considerados sobrenaturales o imposibles de entender en su origen y significado, se han convertido en mitos y leyendas de muchos pueblos. Frente al éxito editorial, hubo críticas para la teoría y el autor. Alguien hasta dijo que su libro debió haberse titulado «Carrozas de mentiras». Un crítico apuntó en particular a la viga maestra de la teoría: todo se derrumba, en efecto, si se acepta que los pueblos primitivos no eran tan incompetentes, eran mucho más inteligentes de lo que nos hemos acostumbrado a suponer.

En 1998 Von Daniken volvió a la carga con otro libro, «Llegada de los dioses: revelaciones de un aeródromo de extraterrestres en Nazca». Esta vez tuvo menos éxito. Tras cartón, en el programa científico de televisión «Nova» demostraron que sus pruebas -fotografías y restos arqueológicos- sobre la existencia de un cosmódromo en el Perú eran fraudulentas.

En cuanto a extraterrestres contemporáneos nuestros, tuvimos en 1977 una película que hizo furor: «Encuentros cercanos del tercer tipo». Coincidió con el auge de noticias sobre visualización de objetos voladores no identificados, que aquí se llamaban «ovnis» y en el Norte «ufos». La granizada mayor vino de agencias como la Fuerza Aérea Americana -por caso, el asunto de ufos en Roswell, New México-, la American Central Intelligence Agency y algunos escritores imaginativos. (Los muchachos de la CIA se borraron hace poco: en 1997 admitieron oficialmente que habían mentido sobre los ufos en 1950 y 1960; los platos voladores, dijeron, habían sido aviones espías secretos de gran altura). Entre los escritores, el éxito mayor correspondió a Whitley Strieber y su libro «Communion». De un modo parecido al de «Carrozas…», abría el juego declarando: «Individualmente, las historias son increíbles. Pero, tomadas juntas, están más allá de lo increíble». Relata historias de extraterrestres que desembarcan en el planeta habitualmente y usan su capacidad de mutación corporal, lectura de pensamiento y comunicación telepática, para cumplir planes de dominio y realizar abducciones. Están por todos lados. Alternan con nosotros en el supermercado, en el banco, en el trabajo, en el hogar como familiares. Strieber informaba haber recibido un cuarto de millón de cartas comunicando raptos e intercambios con ellos en naves espaciales o laboratorios subterráneos. (Una encuesta «Time»/CNR halló en 1997 que el 64% de los estadounidenses cree que han existido contactos físicos recientes de humanos con extraterrestres).

Las explicaciones más comunes sobre los designios de los visitantes hablan de apareamientos con mujeres para producir híbridos, una raza de alienígenos que algún día nos regirá o nos reemplazará. En Estados Unidos hay varios expertos en abducciones o secuestros de humanos por extraterrestres. La tarea de estos psicólogos es interpretar confesiones muchas veces asombrosas. Uno de ellos, David Jacobs, explica que «a causa de que en su estado maduro estos híbridos son casi del todo humanos, poseen impulsos sexuales fuertes pero una débil conciencia. Tienen atributos humanos, pero carecen de controles humanos». Y se cuentan experiencias como la de Katharina Wilson, quien dijo haber recibido a un alienígeno con la cara de Al Gore, el entonces vicepresidente. Un comentarista (posiblemente republicano) aprovechó entonces el dato para una humorada en relación con el tema Monica Lewinsky: ¿no sería que su «affaire» con Clinton habría sido en realidad con un híbrido de cabeza parecida a la del presidente?…Esto de los alienígenos es tentador para imaginar también fantasías argentinas. Podemos plantearnos, por ejemplo, una hipótesis explicativa del misterio que intrigó por años a muchos compatriotas: el de una provincia poco poblada que iba desagotando en el gobierno nacional una increíble, desproporcionada, multifacética producción de talentos.

Concretamente, la teoría sería ésta: si fuera cierto que desde hace mucho tiempo ha sido habitual el desembarco de extraterrestres en lugares aislados, preferentemente con estaciones espaciales, ¿no sería pensable que en lugares próximos a El Chamical, base de la Fuerza Aérea, hubiesen desembarcado grupos de criaturas de otro planeta y engendrado con el tiempo una tal cantidad de seres extraordinarios como para cubrir con aparentes riojanos todas las calificaciones de funcionarios en los tres poderes del Estado?

La fantasía de la gente es infinita. Pero en estos asuntos de extraterrestres lo mejor es hacerle caso a la lógica. Hay una regla, propuesta hace mucho por David Hume, que goza de aceptación entre los prudentes. Dice: «Ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, salvo que el testimonio sea de tal calidad que su falsedad fuese más milagrosa que el hecho que se propone establecer». Atengámonos a esa regla.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios