Falso amanecer
Por Aleardo Fernando Laría
John Gray, profesor de la London School of Economics y antiguo asesor de Margaret Thatcher, se ha convertido ahora en un crítico lúcido de los principios que sustentan el pensamiento neoliberal. En su última obra («Falso Amanecer, los engaños del capitalismo global», Editorial Paidós) proclama que el actual régimen de «laissez-faire» global será más breve que la «Belle Epoque» de 1870 a 1914, el primer período de expansión del liberalismo que terminó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Para Gray, el capitalismo global actual es inherentemente inestable y sin una reforma radical la economía mundial corre el riesgo de derrumbarse de forma similar al colapso económico y la agitación política que caracterizaron la década de 1930.
«Falso Amanecer» sostiene que el libre mercado global no es el desarrollo de una ley inevitable de la naturaleza, sino la meta confesada del Fondo Monetario Internacional y una serie de organizaciones transnacionales que buscan establecer una economía global similar al modelo de libres mercados angloamericanos. Los mercados globales son «mecanismos de destrucción creativa», la conocida metáfora que utilizó Schumpeter para caracterizar el desarrollo capitalista y formular la necesidad de «domesticarlo». El capitalismo es destructivo y creativo a la vez. Su productividad inigualable se ha conseguido destruyendo las industrias anteriores existentes y haciendo zozobrar formas arraigadas de vida social. De allí la necesidad de la intervención del gobierno para reconciliar el dinamismo del sistema con la necesaria estabilidad social. Gray, que no renuncia a su credo liberal, afirma que al provocar el capitalismo global una inestabilidad en gran escala en los países en desarrollo, se pone en peligro a la civilización liberal. Democracia y libre mercado no se llevan bien. El proyecto socialdemócrata que pretendía reconciliar la economía de mercado con el gobierno democrático está en retirada. Las políticas keynesianas no son eficaces cuando se aplican a economías abiertas en las que el capital puede salir libremente. Las nuevas instituciones de gobierno mundial son poco efectivas y ninguna tiene, ni remotamente, carácter democrático.
Gray está convencido de que gran parte del debate actual confunde la globalización, un proceso histórico que se ha venido desarrollando durante siglos, con el efímero proyecto político de establecer un mercado libre mundial. La globalización no produce necesariamente el modelo de libre mercado angloestadounidense, sino que pone a todas las variedades de capitalismo en estado de flujo, sometiéndolas a una incesante inestabilidad. El libre mercado global es un proyecto estadounidense, pero no necesariamente una conspiración del corporativismo americano. Simplemente es una tragedia más, como tantas en el siglo XX, que han sido ideologías llenas de soberbia que no han conseguido entender las necesidades humanas más permanentes. Estados Unidos, opina Gray, no tiene el poder necesario para hacer del libre mercado universal una realidad, pero sí tiene el poder de veto para evitar la reforma de la economía mundial. Mientras EE.UU. permanezca alineado en los principios del «Consenso de Washington» no progresarán iniciativas que, como el impuesto Tobin, intentan establecer mecanismos de regulación internacional. «La depresión asiática es la primera demostración histórica de que la movilidad del capital global sin restricciones del capital puede tener consecuencias desastrosas para la estabilidad económica. El capital libre salió de los mercados asiáticos de la noche a la mañana, pero los efectos que su huida provocó sobre las economías reales más afectadas se sentirán durante décadas. Las heridas sociales de las crisis económicas infligidas por los movimientos especulativos de capital serán muy duraderas».
Otro de los efectos colaterales de los libres mercados es que disparan una «carrera hacia abajo», donde las economías capitalistas más humanas se ven obligadas a desregular y a eliminar impuestos y prestaciones sociales. Esto genera un estado de inseguridad económica en todos los niveles. Los trabajadores carecen de una carrera laboral a la antigua usanza. Las economías están experimentando continuas mutaciones con consecuencias imprevisibles para la cohesión social y la estabilidad política. En los Estados Unidos los libres mercados han contribuido más que en el resto de países industrializados a la desintegración social. Las familias son más débiles que en cualquier otro país en los sectores excluidos y el orden social ha sido apuntalado por una política de encarcelamiento masivo. Los niveles de desigualdad social en los Estados Unidos son más parecidos a los habituales en América latina que a los de cualquier sociedad europea. «La utopía del libre mercado global no ha incurrido en unos costes humanos semejantes a los del comunismo. Sin embargo, puede llegar a equipararse a éste en el sufrimiento que inflige».
Para John Gray, se necesita una transformación fundamental de la filosofía económica. Las políticas de mercado no son fines en sí mismos, sino mecanismos concebidos por seres humanos para propósitos humanos. Sin embargo, en el libre mercado global los instrumentos económicos se han emancipado peligrosamente de todo control político y social. Tal vez por esto el proyecto de libre mercado global anglosajón esté destinado a fracasar, del mismo modo que fracasó el otro gran experimento de ingeniería social utópica del siglo XX, el comunismo soviético. Gray considera que, al igual que las otras utopías, el «laissez faire» global será tragado – junto con sus víctimas – por el agujero de la Historia.
John Gray, profesor de la London School of Economics y antiguo asesor de Margaret Thatcher, se ha convertido ahora en un crítico lúcido de los principios que sustentan el pensamiento neoliberal. En su última obra ("Falso Amanecer, los engaños del capitalismo global", Editorial Paidós) proclama que el actual régimen de "laissez-faire" global será más breve que la "Belle Epoque" de 1870 a 1914, el primer período de expansión del liberalismo que terminó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Para Gray, el capitalismo global actual es inherentemente inestable y sin una reforma radical la economía mundial corre el riesgo de derrumbarse de forma similar al colapso económico y la agitación política que caracterizaron la década de 1930.
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