Familiares, amigos y gente de todos los colores políticos dieron el último adiós a Felipe Sapag
La despedida fue sencilla y sobria, al estilo del ex gobernador.
NEUQUÉN (AN).- Los restos de Felipe Sapag recorrieron ayer por la tarde buena parte del trayecto que solía hacer en vida junto a su esposa. Junto a miles de personas, su familia y amigos condujeron, a pie, el cortejo desde el chalet de la calle Belgrano hasta el cementerio, donde la despedida fue tan sobria como el cinco veces gobernador quiso que fuera su vida pública.
Hasta poco después de las cuatro de la tarde se extendió el velatorio en el estar de la casa de Sapag. No fui sino hasta que comenzó el asueto, decretado por el gobernador Jorge Sapag para las dos de la tarde, que comenzó a agolparse la gente en la entrada de servicio, donde se iniciaba el circuito que terminaba en la puerta principal.
Por el velatorio de Don Felipe pasó lo más representativo de un Neuquén que se resiste a desaparecer: desde viejos dirigentes del MPN (algunos, históricos), integrantes de la comunidad sirio-libanesa, hasta mujeres de los barrios que rezaron y lloraron con sentida emoción. Ni allí ni en el cortejo sobresalieron los jóvenes que ahora distinguen la vida cotidiana de la ciudad.
La multitud que llenó varias cuadras no fue la que podría haberse esperado, pero no hubo organización sino todo lo contrario: reinó la espontaneidad, la sencillez y esa sobriedad tan característica de Don Felipe.
“Muchos no quisieron ir al velatorio porque pensaron que era una ceremonia íntima”, explicaron amigos de la familia.
Dicen que todo había sido planeado, que en sus últimos días había comunicado cómo quería que fuera su despedida. Y así se hizo.
El secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli llegó a la casa de la calle Belgrano a las 16, con las condolencias de la presidenta Cristina Fernández y de su esposo, Néstor Kirchner. Poco después regresó Jorge Sapag, que había estado por la mañana, y se hizo presente el obispo Marcelo Melani, que elevó una oración, a modo de responso, ya sin invitados en la casa, con la familia y los amigos más íntimos.
A esa hora la había cientos de personas que esperaban para participar del cortejo, que partió poco después de las cinco de la tarde, con el féretro sobre una especie de soporte con rueditas, que sostuvieron y empujaron sus hijos Silvia y Luis y amigos de la familia.
Fue un movimiento lento, pausado, que cortó al medio buena parte del centro de la ciudad. La bandera de Neuquén pugnó con la Argentina para cubrir la madera de celeste y blanco, en ese trayecto, que se inició en la calle Belgrano, siguió por la diagonal España y terminó en Teniente Ibáñez y Córdoba.
A su paso, el cortejo fue sumando participantes, que manifestaron su homenaje con aplausos. Desde los balcones de los edificios se multiplicaron los gestos de una despedida.
Al llegar al cementerio, la esquina de Teniente Ibáñez y Córdoba se llenó de gente que no pudo entrar por la calle central, donde está la bóveda familiar donde descansan los restos de los dos hijos de Don Felipe asesinados durante la dictadura, Ricardo y Enrique. No hay señal que indique la pertenencia de esa construcción.
El último adiós fue tan privado como el que le dieron en la casa. Dentro de la bóveda, su viuda, Estela Romeo (Doña Chela), sus hijos, el gobernador y su esposa, Carolina Lanusse, tuvieron un momento de intimidad.
No hubo discursos. La familia quiso que cada uno dijera lo que quería, pero se ve que nadie se animó a dar testimonio en un momento de bisagra en la historia de la provincia.
Las voces que sí se escucharon fueron anónimas. La composición de Marcelo Berbel y Osvaldo Arabarco tuvo dimensión de canción popular más que de himno oficial en boca de esas mujeres que querían con devoción al viejo líder. “Te queremos, viejo, te queremos”, “Don Felipe, presente, ahora y siempre”, “Aguante la familia Sapag” y “Siempre con los pobres”, fueron algunas de las cosas que se escucharon en ese momento, frente a la bóveda familiar sin nombre. Doña Chela esperó en la puerta a agradecer las presencias más que a recibir las condolencias. En el chalet de la calle Belgrano comenzaban a retirar las vallas que nunca fueron necesarias.
Agustín Martínez
PROTAGONISTA DE LA HISTORIA
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