Fiesta de la Manzana, su museo y la importancia de la celebración popular

Roberto Balmaceda*


Su valor radica en la reafirmación de la identidad social y pertenencia. Nos muestra una visión del mundo, una historia común y una memoria colectiva.


La necesidad de festejo está presente en todas las sociedades humanas desde sus orígenes, a través de celebraciones rituales o conmemorativas, organizadas para el bienestar o regocijo del pueblo. Son construcciones sociales asociadas a etapas del ciclo vital y natural: de la economía, de las creencias religiosas, de la política y de otras motivaciones humanas. Cuando Durkheim analizó las fiestas tradicionales, las describió como “necesarios momentos de efervescencia colectiva” que “requiere una sociedad para autoafirmarse”.

El universo de las fiestas en América Latina es producto de la interrelación entre festividades religiosas católicas tradicionales traídas por los españoles durante el dominio colonial, ceremoniales indígenas prehispánicos y ritos seculares africanos. Las festividades religiosas predominaron durante siglos, a ellas les siguieron las fiestas populares calendáricas o cíclicas. Entre las calendáricas el carnaval, de origen religioso, deriva en una fiesta profana simbólica, especie de parodia de las reglas reconocidas y respetadas tradicionalmente o de subversión frente al dominio o sumisión religiosa histórica. Superada esta división por la complejidad de la vida social moderna, las fiestas nacionales constituyen las celebraciones populares más extendidas y numerosas en la actualidad.

Durante todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX el surgimiento y consolidación de los Estados Nacionales creó la necesidad de reafirmar la identidad nacional, cultural y territorial, resultando las fiestas patrias. A ellas les sucedieron las fiestas nacionales de celebración de los ciclos vitales y naturales en distintas localidades provinciales y regiones del país, que hoy se aproximan a cuatrocientas celebraciones anuales.

La Fiesta Nacional de la Manzana forma parte del gran grupo de fiestas populares tradicionales públicas, y se realiza anualmente en febrero, en General Roca, Río Negro. Surge en 1964 con carácter provincial y desde 1966 como fiesta nacional. En ella se rinde homenaje al fruto del manzano obtenido en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, escenario de la fruticultura y la pluralidad de actores sociales dedicados a la actividad directa e indirectamente.

La organización de la Fiesta actualmente está a cargo de las autoridades municipales de Roca y cuenta con su aporte y el apoyo renovado de trabajadores, comerciantes, empresarios, instituciones y vecinos. Cada año el evento recibe en forma gratuita mayor número de visitantes nacionales y extranjeros.

El antecedente fundamental ha sido la realización de la Fiesta del Manzano en General Roca (1946), a iniciativa de la Inspección Nacional de Escuelas de Río Negro, organizada por maestros de distintas localidades de la provincia y auspiciada por instituciones oficiales públicas y privadas del Alto Valle.

En cada Fiesta de la Manzana se entremezclan exposiciones feriales, concursos, bailes típicos, festivales artísticos y gastronomía tradicional de descendientes de colonos extranjeros pioneros, de Chile, de colectividades europeas y nacionales.

El reconocimiento a personas destacadas en el ámbito de la fruticultura: hombres y mujeres trabajadores manuales algunos, dedicados de manera sencilla, silenciosa y continua a perfilar el producto, como es el caso emblemático de los “embaladores”, verdaderos artesanos especializados en el reconocimiento de variedades y tamaño de la manzana en tiempo récord, que antecedieron al automatismo tecnológico y constituyeron un eslabón primordial en el circuito de empaque. También a quienes ejercieron tareas de creación, invención o perfeccionamiento de maquinarias y herramientas, orgullo de la industria regional.

A productores “chacareros” pequeños y medianos que mantuvieron o mantienen aún la mística de la producción en chacras de extensiones reducidas. A bellezas femeninas regionales que hasta ahora se traducían en la elección de la “reina nacional de la manzana”, ritual que se abandonará este año por decisión de la intendenta María Emilia Soria, por entenderla como “prácticas perimidas, cosificadoras de la mujer y contraria a sus derechos”.

Fiestas como la de la manzana nos señalan los cambios de estación, las tareas rurales, las formas de organización de la actividad en determinado momento histórico e indirectamente las etapas de la vida humana. Su importancia radica en la reafirmación de la identidad social y pertenencia de quienes lo practican, a la vez que nos muestra una visión del mundo, una historia común y una memoria colectiva que crea y recrea.

Reconstruyendo cronológicamente su origen, desarrollo y crecimiento y sobre todo la continuidad que ha mantenido en el tiempo pese a los vaivenes económicos, políticos, sociales y culturales, observamos que se ha producido suficiente cúmulo de experiencias prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y habilidades que gran parte de la comunidad local reconoce como propios y valora particularmente. Esto nos hace pensar que estamos frente a un patrimonio cultural material e intangible valioso, que nos pertenece a todos y no debe desaparecer.

Al respecto la Unesco en octubre del 2003 reconoce como “patrimonio cultural intangible” a aquel “que se expresa en distintos ámbitos como las tradiciones y expresiones orales, incluyendo el lenguaje; las artes escénicas; las prácticas sociales, los rituales y los acontecimientos festivos; el conocimiento y las prácticas relativas a la naturaleza y al universo, y las artesanías tradicionales”. De ser reconocido como patrimonio cultural intangible alguna vez, permitirá revalorizar la vida social y cultural económica y productiva frutícola valletana.

Pasados cincuenta y seis años de la creación y puesta en marcha de la Fiesta, pensamos que un museo moderno símbolo de la identidad cultural y representante de una sociedad en constante evolución nos hará sentir obligados a tratar de preservar cada uno de los testimonios culturales, acontecimientos y momentos vividos, exhibiéndolos de manera que cada visitante pueda reconocerse en ellos, despierte su curiosidad, admiración y el deseo de saber. La creación del Museo de la Fiesta Nacional de la Manzana al parecer se ha propuesto todos esos propósitos juntos.

*Docente y escritor. Integra la Comisión de Estudios Históricos de Roca


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