Gabo habla de las ‘putas tristes’

Gabriel García Márquez reaparece con “Memoria de mis putas tristes”, un homenaje al japonés Yasunari Kawabata. La nueva obra está escrita a modo de reportaje novelado y recorre con su pluma la historia de hombres que en su época iban a burdeles.

BOGOTá, (DPA).- Entre Gabriel García Márquez y la literatura no hay cuentas pendientes. Ambos las saldaron hace tiempo a través de una obra magistral que obtuvo el respectivo reconocimiento.

Pero el Nobel colombiano tenía una deuda literaria consigo mismo: escribir la novela que ya otro había narrado. Una historia de amor que tuviera como protagonista a un anciano envuelto en el afecto de una mujer joven y en el ambiente de burdeles y putas tristes.

Cuando veinte años atrás tuvo oportunidad de leerla, García Márquez reconoció no sin amargura: «Esta es la única novela que me habría gustado escribir». Y desde entonces trató de elaborar un relato sobre el mismo tema pero con un tono más próximo a sus recuerdos y al espíritu caribeño, uno distinto al utilizado por el japonés Yasunari Kawabata, maestro y Nobel como el colombiano, en esa obra que lo conmovió hasta sus huesos, «La casa de las bellas durmientes», en la que se retrata la experiencia de ancianos japoneses deleitados con el placer de ver y no tocar a doncellas durmientes.

Tras consultar entre sus allegados las posibles fuentes de acceso a una historia ya narrada, García Márquez se inclinó por la memoria, esperó que ésta madurara por dos décadas para que surtiera su efecto y pudiera escribir «Memoria de mis putas tristes», la novela con la que mañana regresa al mercado editorial, en uno de los acontecimientos literarios del año.

«Creo que nunca, en ninguno de mis libros he narrado episodios ocurridos hace menos de veinte años. Estimo que toda experiencia personal requiere de un proceso de asentamiento en el escritor, un largo proceso de sedimentación, necesario para ser valorado en todo su peso poético que sólo el tiempo, la memoria y la nostalgia pueden dar», afirmó el novelista, según palabras citadas por el escritor Heriberto Fiorillo, uno de los pocos que accedió a los borradores del texto.

Como era de esperarse, el título generó revuelo y terminó convirtiéndose en gancho publicitario. Al igual que ocurrió con el primer tomo de su autobiografía «Vivir para contarla», publicada en octubre de 2002 tras un receso de años, todos querrán devorar por anticipado el nuevo libro.

La escena seguramente se repetirá: lectores motivados por la pasión o el esnobismo haciendo fila para adquirir lo más reciente del Nobel. O unos más cómodos pidiendo «que les lleven las putas a su casa», autografiadas por el autor, como reza la campaña de la revista «Cambio», de la que García Márquez es uno de sus dueños y que publicó el pasado fin de semana una separata especial con motivo del acontecimiento.

Fiorillo publicó en la «Revista Diners» una extensa reseña de la obra aunque sin caer en revelaciones muy precisas. Adelantó, sí, rasgos del personaje central y del ambiente en el que transcurre la novela-homenaje a Kawabata.

Según el crítico, la historia está construida con retazos de memoria fabulada que recrea la época en que el genio colombiano recorría en compañía de sus amigos de La Cueva -el mítico punto de encuentro de la intelectualidad costeña de la década de los cincuenta- los bares y prostíbulos de la calurosa Barranquilla.

«Ahora, en su cumpleaños noventa y dos, el protagonista, el personaje narrador de la nueva novela de García Márquez, decide revivir en su memoria el más intenso y definitivo momento de su existencia», escribió Fiorillo aludiendo a la historia de «Memoria de mis putas tristes».

«En la novela de Kawabata -señaló-la esencia de placer consiste en observar la belleza de las durmientes. No se las puede despertar ni tocar. En el universo de García Márquez lo que cuentan son las historias. A eso van los despotricadores que visitan bares y prostíbulos en los años 50».

Para los conocedores de la obra del escritor colombiano, la nueva pieza está escrita a modo de reportaje novelado, una categoría mixta en la que se combinan «los sueños, las realidades, las técnicas del periodismo y de la ficción de un autor que estudia, domina, experimenta y combina con todos los géneros».

«Esas diferencias entre periodismo y novela, esos conceptos, todas esas cosas que me han servido en la vida y que se discuten tanto en las universidades, entre críticos, en los artículos de prensa, nunca los aprendí en la universidad ni en la escuela, sino en las conversaciones que tuve en Barranquilla, en las borracheras y en las parrandas, en los burdeles», dijo a propósito de la técnica el propio García Márquez.

Y de esos mismos sitios surge, además de la técnica, la historia.

En «Memoria de mis putas tristes» García Márquez recorre con su pluma la historia de hombres que en su época iban a burdeles «a que les echaran más cuentos que polvos», como recuerda Enrique Scopell, uno de los sobrevivientes de «La Cueva» citados por Fiorillo.

Después de esperarlas hasta tarde -recuerda Scopell- les preguntábamos por sus clientes, pero «la mayoría tenía una ética envidiable. No revelaban nada de lo que ocurría en su cuarto».

En cambio sí respondían a la pregunta más común: «¿Y qué hace una niña como tú en un sitio como éste? Eso bastaba para echar a andar la historia o la fábula».

En opinión de Fiorillo, es ahí cuando justamente surge la similitud con Kawabata, pues «los personajes de García Márquez, sus amigos y él mismo prefieren quedarse con estas mujeres de consuelo, no tanto por vagabundería ni por las historias, como por la dicha de sentirlas respirar dormidas».


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