García Ferré y un comprometido «Pantriste»

Ansias de poder y necesidad de justicia reinan en su último filme. El creador no quiere eludir la realidad en sus propuestas. Películas infantiles con un equilibrio "religioso".

Buenos Aires, (Télam).- La nueva película de Manuel García Ferré «Corazón, las alegrías de Pantriste», que ya se instaló en los cines de la región, supera a su antecesora «Manuelita» tanto en términos visuales como en el sentido aleccionador de su argumento, que según su autor «no debe eludir la realidad».

«Lo que pasa es que la realidad uno no la puede eludir y yo siempre en mis películas trato la fantasía pero también trato sentimientos humanos», sostuvo García Ferré.

García Ferré pone a sus clásicos personajes Larguirucho, Neurus, Pucho, Serrucho, Cachavacha y los ratoncitos Vini, Vidi y Vinci al servicio de una historia, de contenido social, con leñadores que derrocan al rey (Neurus) en un escenario que recuerda al bosque de Sherwood donde hacía de las suyas Robin Hood.

«Lo que empuja a Neurus, no desde ahora, sino desde que hago «Hijitus», es la ambición del poder y de dominar el mundo. Si luego hay gente que en la vida práctica hace lo mismo es pura casualidad», precisó García Ferré.

Quienes piensen que la semejanza entre la historia que cuenta el filme y la realidad es pura casualidad, se encontrarán, entre los colores, el humor y la ternura habituales en el cine de García Ferré, con un rey despótico que decide una suba de «impuestos y expensas del 89 por ciento», medida que provoca una sublevación de leñadores que termina derrocándolo.

En el filme, el leñador Panduro y mamá Pandulce educan con ternura al pequeño violinista Pantriste, amigo de la gitanita Pandereta: tampoco esa recurrencia a la sílaba «pan» -alimento que falta en muchas mesas- en los nombres de los personajes del dibujo animado suena a coincidencia no premeditada.

Con su nuevo dibujo animado, el creador de personajes de historietas, películas y dibujos animados para televisión afincados desde hace décadas en el gusto del público infantil, busca repetir la enorme repercusión lograda en 1999 con «Manuelita», que alcanzó los 2.400.000 espectadores.

«Corazón…» dura 78 minutos y demandó una inversión de 4,5 millones de dólares y 8 meses de producción. A razón de 24 dibujos por segundo (para los 24 cuadros por segundo), los 78 minutos implican un total de 112.320 dibujos hechos a mano.

«Mi equipo son más de 100 personas trabajando, haciendo cuadro por cuadro, escaneándolo, coloreándolo, superponiendo los fondos», calculó Ferré al momento de explicar a qué se aplicaron los 4,5 millones de presupuesto del filme.

Objetos y palabras de uso habitual en estos días abundan en «Corazón…»: el rey Neurus se comunica con la servicial bruja Cachavacha a través de e-mails, los «parapanes» -guardia pretoriana del monarca- hablan en inglés (apelando al cliché de Schwarzenegger «Hasta la vista, baby»), y se escucha el administrativo término «necesidad y urgencia».

«Me hace gracia que todos los que quieren arreglar algo, ya sea el ex presidente Raúl Alfonsín, el ex presidente Carlos Menem, los militares, el presidente Fernando. De la Rúa, lo hacen por «necesidad y urgencia», ¡aunque enchufen cada ley!», se quejó.

«Están tan de moda esas expresiones que quién no hace un chiste. Pero el triunfo del amor, la verdad y la inocencia, a la larga se imponen siempre», se exaltó García Ferré.

El aspecto distintivo de los personajes del dibujante es que representan caracteres típicos de la identidad argentina. Por ejemplo, Cachavacha es una viejita desdentada, de voz cascada, parecida a una abuela criolla; Pucho tiene siempre un tango a flor de labios; Larguirucho se hace el tonto cuando le conviene.

En cuanto a los móviles de sus personajes, según Ferré «son eternos: la ambición, el poder, la mentira, la fraternidad, la armonía, el odio, el amor. Todo lo demás es vestimenta».

«En los guiones busco siempre un equilibrio «religioso», porque la religión trata de equilibrar los valores, atenuar el odio, la ambición, los grandes sistemas de acumulación de capitales para que se reparta más. Si uno no tiene presentes las virtudes y los pecados capitales, no existen los guiones», dijo.

Manuel García Ferré llegó a la Argentina en 1947. Tenía 17 años y venía con su padre, un ex gerente de correos y oficial de alta graduación en el ejército republicano durante la Guerra Civil Española.

«Era una posguerra muy dura y vinimos a la Argentina a empezar de nuevo, en mi caso a estudiar arquitectura y a desarrollar mi hobbie, que era dibujar historietas», contó.

Luego llegaron la revista «Anteojito», la serie televisiva «Hijitus» -que se mantuvo siete años en el aire-, a la que siguió «Petete», y luego el primer largometraje «Mil intentos y un invento», al que siguieron «Trapito», «Ico, el caballito valiente» y doce años más tarde «Manuelita».

Si se le pregunta por el «espaldarazo» que le permitió surgir, García Ferré responde «trabajando y pateando la calle. Debería decir que, por suerte, yo conocí la miseria y el hambre».

Ecos de una candidatura discutida

Que el dibujo animado «Manuelita» ganara la representación argentina para entrar en las candidaturas a los codiciados premios Oscar a la mejor película extranjera desató a fines de 1999 una ola de críticas e incluso acusaciones de lobby contra el autor y productor del filme Manuel García Ferré.

«No tolero que se me diga que el dibujo animado es un arte inferior. Dígame qué actor ha construido más sucesos que la empresa Disney», se enojó García Ferré.

«Cada uno maneja un medio de expresión ¿O acaso Walt Disney era menos artista que Laurence Olivier?», planteó el especialista, dueño de una empresa de cineanimación que emplea a cien dibujantes.

«El dibujo animado no es subordinado del arte ni mucho menos, y un actor que sube a un escenario no es más importante que un dibujo hecho por un caricaturista que le pone acción, música e intención».

«Acá -agregó- se armó la polémica porque un dibujo animado iba a representar a la Argentina, y yo creo que ese dibujo tenía tanta o más sensibilidad que muchas películas que se filmaron en 1999».

La otra polémica que afrontó García Ferré fueron los altos subsidios obtenidos del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.

«Ahí habló la envidia -retrucó García Ferré-. Si hay una ley de promoción a las películas argentinas taquilleras y a «Manuelita» le dieron el máximo, es porque llevó 2.400.000 espectadores a los cines».

En las vacaciones de invierno de 1999, «Manuelita» compitió en las carteleras argentinas con dos productos que en cuanto a tecnología, dinero y capacidad -hablo del «Tarzán» de Disney y del «Episodio 1 de La guerra de las galaxias» de George Lucas- son incomparables».

«Si el pueblo fue a ver «Manuelita» es porque se la recomendó de boca en boca, y muchos exhibidores que tenían películas extranjeras en sus salas fueron cambiando la programación para poder exhibir «Manuelita». (Télam).

«Hay que educar la violencia»

El dibujante Manuel García Ferré consideró con respecto a la violencia en los dibujos animados que debe aparecer «en el momento justo y con un razonamiento lógico». «La violencia es innata en el ser humano y en toda película mía hay algo de eso. Si no, mi cine sería ñoño. Pero no salto a la violencia por la violencia misma. Yo creo que en la etapa formativa de un chico, la violencia, en vez de cultivarla, hay que educarla», opinó.

En el filme «Corazón, las alegrías de Pantriste» la violencia se ejerce contra un gitano explotador que esclavizaba a la gitanita Pandereta y contra un rey y sus guardianes, que son expulsados del castillo por una sublevación popular.

«Es que Neurus no les dejaba otra, ya que cuando Larguirucho propone explicarle al rey que está actuando mal, y va con la gente, por las buenas, a hablar con él, es el otro quien no quiere recibirlos», defiende Ferré.

«Yo creo que no hay que exacerbar el odio».

«Al que hay que darle una cachetada se le da, pero en el momento justo y con un razonamiento lógico, como es el caso de los parapanes (los guardias de la fortaleza)», argumentó.

«Me acuerdo que Carlitos Chaplin, en la película «El pibe», está en una pelea y recibe un bofetón. A punto de devolver la piña, el célebre Carlitos oye la voz de Dios: «Si te dan una bofetada, pon la otra mejilla»». «Y la pone, pero le dan otro bofetón. Y ya la tercera no la pone y se agarra a patadas. Si por las buenas se siguen abusando, queda habilitada la reacción natural: la supervivencia». (Télam)


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