Gariboldi ratificó que es sprinter de gran nivel y quedó cerca de la hazaña

Definió en la última vuelta una etapa que pudo haber sido decisiva.De nuevo el trabajo de los equipos fue clave en el resultado final.

Dicen que «no hay dos sin tres». Una frase que por repetida nunca pierde vigencia. Y si alguien está en condiciones de ratificarlo, es es Adrián Gariboldi, quien con un triunfo excepcional en la extenuante cuarta etapa del Gran Premio Ciclístico se instaló en el umbral de la galería de los máximos consagrados de esta tradicional competencia valletana, que culminará hoy.

Horario vespertino para la cuarta etapa y en un escenario como el autódromo «General Mosconi», de Allen que varió el protagonismo a cargo de las figuras «tuercas» por el de los exponentes del pedal.

Se espera buen número de público, pero quizá no en la cantidad que hubo en la víspera. Mucha gente. Difícil de precisar en un lugar absolutamente abierto. Cuatro mil, cinco mil almas. Aunque parezca una exageración calcular con diferencia del millar, quizá habría que situar en la segunda estimación. Ni el calor que a media tarde se hacía sentir en los cuerpos y ni siquiera el viento que paulatinamente fue cobrando cierta intensidad, obró como obstáculo para que este capítulo de la prueba tuviera el marco que viene caracterizando a cada una de las etapas.

En realidad, un gentío y eso fue lo que le puso mayor colorido y entusiasmo a la jornada, que creció en los tramos culminantes y emotivos de la etapa se formó cuando se formó un estrecho sendero humano en las proximidades de la llegada.

La cosa, en pista, pintaba con mucha expectativa. Aunque se usaba un circuito de poco más de 4.700 metros, había que recorrerlo en 24 oportunidades, en un sentido contrario al giro de las agujas del reloj. La misión demandaba 114 kilómetros. Menos que otros parciales, pero no exentos de que demandaría un gran esfuerzo por las pendientes que tiene el trazado. Si eso a veces se nota en carreras de motos y autos, es de imaginar lo que sería dándole al pedal.

De entrada nomás, con apenas un media docena de giros, el pelotón comenzó a disgregarse. Algunas circunstancias incidieron para ello. Por un lado, el viento que durante buena parte del itinerario venía «de contra». Por otra, la firme decisión de los equipos de tomar distancias para quedar exentos de sorpresas, lo que marcó un ritmo sin pausas desde el comienzo

Y una situación que por imprevista no dejó de provocar lamentos, reproches y sospechas: varias pinchaduras de tubulares. ¿Será cierto que en la zona del puente «aparecieron» tachuelas y elementos similares? El tema no pasó por alto así nomás.

En carrera, las escuderías pronto «mostraron» los dientes. Los de Toledo, cuyos referentes no han podido «embocar» ninguna etapa y parecen tener ya destino sentenciado jugaron la carta cuando promediaba la jornada. Iban mitad de carrera, cuando el pelotón de avanzada -unos cuarenta ciclistas- se quebró en tres partes. Un trío tomó decididamente la vanguardia. Eran Andrés Palavecino (hombre de Toledo, con el número 56), Elbio Alborzen (Bianchi, con el 3) y Juan Ramón González (del equipo Río Negro, con el 52). Tiraron juntos y fueron compartiendo el trajín individual de abrir la punta. Eso sí, vigilándose permanentemente y sin perder de vista a los que pedaleaban atrás, con una brecha establecida entre los 25 y 30 segundos. En ese lote estaban, por supuesto, los «peones» de cada equipo que en los casos de Keops y sus «asociados» (Bianchi y Coach) trataban de «llevar» a Gariboldi sin que éste sufriera esfuerzos.

A todo esto, Prezioso (Toledo) que a cuatro segundos en la general era la amenaza del líder al momento de iniciarse ayer la actividad, sorpresivamente perdió terreno y quedó «colgado» en el tercer grupo.

Pasaron las vueltas y todo hacía suponer que de aquel trío surgiría el ganador. Más aún cuando sin variantes, ellos entraron al giro final, manteniendo ahora una distancia más corta sobre sus perseguidores.

Fueron los últimos 4.750 metros más emotivos del GP. Poco antes de la zona los mixtos, luego de la larga recta del opuesto comenzó el desmebramiento definitivo. Y el que mejor se había soltado del pelotón de escoltas era Gariboldi, quien antes de la última curva -la clásica horquilla- ya protagonizaba con el chileno Edgardo Aguero (101) -otro que venía al acecho- una puja endemoniada en ese ascenso de unos cuatrocientos metros de la recta final.

Diez metros antes de la bandera a cuadros ya estaba todo definido. Gariboldi -un sprinter de lo mejor que hay en plaza- había puesto la diferencia. Soltó su mano derecha del manubrio, se la llevó a la boca y el beso como ofrenda a los suyos. Habían pasado 2 horas, 36 minutos, 30 segundos. Un tiempo agotador.

Aguero (101) y Alborzen (3)- el hombre de «Bianchi» que había sido protagonista de la escapada- fueron los escuderos del vencedor, quien ya se adjudicó tres de las cuatro etapas.

Un triunfo espléndido el de Gariboldi. Casi como obra de una tarea forjada en la calculadora. Y, en este caso, con una diferencia en el clasificador general que lo pone ahí nomás de enrolarse en las glorias de esta Vuelta. Hoy se verá si, tal dijo ser su deseo, puede coronar el sueño.

Y hoy se va la última

Cae el telón para la Vuelta. Será por la mañana, con esta quinta etapa que demandará recorrer unos 140 kilómetros. La partida, como es casi habitual será en Allen (el viernes se hizo la excepción con salida en Roca). A las 9,30 está fijado el momento para que el largador de la última señal de esta edición 57.

Tras arrancar frente al municipiose irá por la ruta 65 hasta Fernández Oro, tomando por acceso a pista de atletismo y girar a la izquierda hacia Cipolletti. Luego del último paso a nivel, de nuevo la ruta 65 hasta Allen. Ingresa por el «laguito», avenida Irigoyen, avenida Roca, acceso Amadeo Biló, rutav 65, Guerrico, ruta 22, rotonda Paso Córdoba, regreso a Guerrico, ruta 65 hasta Fernández Oro y el regreso por última vez hasta Allen.

Una multitud concurrió al «Mosconi»

¡Que manera de haber gente en el autódromo allense! La admiración por semejante concurrencia fue la nota de la tarde. Los cálculos, aún bastante medidos, situaron el pico máximo en las cinco mil personas. Y, en rigor, menos que eso no habría sido.

A un hombre como el preparador de autos de competición Doreano Tapattá, conocedor del escenario, no le pasaba por alto semejante detalle. «En las últimas carreras de autos no juntamos ni por asomo esta cantidad de gente».

Satisfecho: Se lo vio al intendente allense, Carlos Sánchez siguiendola prueba sin perder detalle alguno. El jefe comunal destacó «el éxito que ha tenido esta Vuelta, realizada en tiempos que son tan complejos. Por suerte, la comunidad de Allen colabora con su prueba tradicional».

Sánchez confía «que en el futuro, la competencia vuelva a desarrollarse como años atrás, terminando en otras localidades de la región y no siempre sólo en Allen. Esta vez fue una muy buena idea que, por ejemplo, la largada de la tercera etapa se efectuara en Roca. Y ojalá pueda volver a Neuquén».

¿Sabotaje?: Llamó la atención la cantidad de pinchaduras que se produjeron en los primeros tramos de la etapa. Enseguida y a través de relatos radiales, se supo que el inesperado inconveniente había ocurrido en la zona del puente. «Tiraron tachuelas y alfileres», dijo el integrante de un equipo cuyos pilotos habían resultado afectados.

Dramático: Faltaban pocas vueltas para concluir la etapa y a pocos metros de la zona de control, se pinchó un tubo del rodado del allese Nicolás Belmar. Como demoraban los auxilios, Joni Belmar, padre del joven pedalista y también participante del GP que venía tirando con los locales, sacó la rueda de su bicicleta y se la dio a su hijo. Todo el equipo esperó que Nicolás reparara su máquina.

«Si la suerte me acompaña, queda para mí»

No dejó papel sin firmar. Generoso y feliz, Adrián Gariboldi respondió cada pedido de autógrafo. El hombre de la malla de color lila se había convertido en una especie de imán que atraía a todos. Firmó tantas libretas y folletos, habló con los colegas de radios y diarios, retribuyó una interminable cantidad de saludos, que se olvidó de suscribir a tiempo la planilla de llegada, un requisito ineludible para todos los que cruzan la meta. Cuando se soltó de semejante acoso, accedió un par de minutos con «Río Negro».

«La verdad que jamás corrí una etapa tan difícil y desgastante como ésta. Fue tremenda, porque además tuvimos que resistir el permanente ataque de la gente de Toledo».

¿Fue fuerte la pelea en ese terreno?

«No podíamos perder un segundo la atención. Estuvimos siguiéndolos siempre porque si se escapaban, iban a juntarse con el otro integrante del equipo de ellos (Andrés Palavecino) que estaba entre los tres de adelante y eso podría perjudicarnos y hacernos perder el liderazgo».

¿Crees que está todo dicho?

«Me parece que ya Toledo tiene poca chance en esta carrera. No ganaron ninguna etapa y habrá que hacer un buen plan para la etapa final».

¿Crees que nadie te arrebata el triunfo?

«Y… está ahí. Necesito que la suerte me ayude. Si no tengo problemas, me parece que voy a estar ahí. Me gustaría mucho ganar, por la importancia que tiene este Gran Premio».

Siguió cruzándose con colegas y adversarios en la ruta hasta que llegó a donde estaban los de su equipo para hacer colectiva esta felicidad.

Se demoró la clasificación

Inesperadamente, la clasificación general no fue entregada -al menos hasta cerca de la medianoche- por la Comisión Central Organizadora, lo que le imposibilita a «Río Negro» a darla a conocer junto con la producción elaborada de la actividad de ayer.

Una consulta a una persona allegada a la tarea de fiscalización, informó alrededor de las 23 a este diario de la existencia «de un problema» -presumiblemente en la confección de cómputos-, acotando que «si no se puede entregar esta noche, se dará a conocer mañana a primera hora (por hoy)».

Obviamente, como no podemos esperar tanto, es que realizamos esta aclaración. Sí, se creía seguro, que el puntero era Adrián Gariboldi.

foto: Brazos en alto del repetido ganador de esta Vuelta: Gariboldi.


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