Genes y memes
Por Héctor Ciapuscio
Hay un cuento de Mark Twain en el que el narrador no puede sacarse de la cabeza un estribillo que oyó en el tranvía: «Perfore en presencia del pasajero»… «Perfore en presencia del pasajero». Así, el sonsonete, como una maquinita, le daba vueltas día y noche por los sesos sin parar. No podía dormir porque le seguía repicando cuando quería hacerlo. Hasta que al fin se libró de él: se lo pasó al vicario, quien a su vez se volvió loco. Ese cuento es de 1876. Pero hay varios parecidos que son de ahora. Cuenta un zoólogo inglés que tanto él como su esposa ocasionalmente padecen insomnio y casi siempre por culpa de alguna melodía pegajosa que se les repite en la cabeza. Puede ser algo de Lennon o McCartney, pero lo más temible es un tango de Tom Lehrer que se llama «Masochism Tango». Ambos cónyuges se tienen prometido que cuando estén infectados no lo tararearán ni silbarán antes de la hora de acostarse, para no pasársela al otro; el embromado aguantará su insomnio con la resignación de un héroe de Esquilo. Hay otra anécdota similar. Se trata de un filósofo norteamericano que se pasó un día entero sin poder pensar, obsesionado con un virus musical, una melodía deprimente que no podía dejar de tararear: «It takes two to tango». Pidió perdón por referirla, ante un eventual contagio de quien la leyera. Es curiosa la coincidencia tangofóbica con la anécdota anterior. ¿Habrá algo insidioso en el ritmo de nuestra música porteña?
Quizá estas experiencias no le sonarán extrañas a casi nadie. Muchos solemos padecerlas, acostados o de pie. Se trata de la acción de «memes» que nos invaden. Pero, ¿qué son los memes? La palabreja fue inventada por Richard Dawkins, un biólogo evolucionista inglés que la deslizó en «El gen egoísta» por analogía, precisamente, con «genes». (A Daniel Dennett, filósofo, le vino como anillo al dedo para «La Conciencia Explicada» y a Susan Blackmore, psicóloga, para desplegarla en «The Meme Machine»).
Los memes son modelos contagiosos que se replican e invaden las mentes. Así como los genes se propagan a sí mismos en el pool genético, pasando de cuerpo en cuerpo vía esperma o huevos, los memes -que son información cultural- saltan por contagio imitativo de cerebro en cerebro. Lo hacen darwinianamente, también como los genes. Cualquier espécimen mental que se reproduce por imitación es un meme. Pueden ser tonadas, manías, ideas, versos, consignas, modas, frases hechas, eslóganes, íconos, chascarrillos, prácticas, costumbres, supersticiones, hasta creencias religiosas. Ocupan todo el espectro, desde el extremo positivo (por ejemplo, una buena idea) hasta el negativo (el estribillo implacable de Mark Twain). Funcionan como replicadores y son muchas de las cosas que nos pasan por la cabeza. Si se extienden es porque son buenos a la hora de reproducirse, un proceso algorítmico como el de los genes, aprovechando la tendencia humana a imitar.
Una de las tantas definiciones que circulan los ve, por caso, como modelos de información que se autorreplican y parasitan mentes humanas en busca de propagarse. Un ejemplo autobiográfico es lo que decía el cinéfilo Manuel Puig (el autor de «Boquitas pintadas») : «Las películas han colonizado mi memoria». Más sencillo es el ejemplo de los chistes. Una psicóloga cuenta que si alguien le envía por e-mail un chiste mediocre, lo borra; si alguno le envía un buen chiste, lo pasa a algunos amigos; si le mandan un chiste desternillante, lo copia para sus amigos y un montón de conocidos. Este habría sido un meme bueno (así como los virus por e-mail son memes malos que infectan la PC).
Hay quienes sostienen que la Memética es algo muy serio. Tanto como para explicar desde el crecimiento evolutivo del cerebro humano (en relación con el de los demás primates) para dar lugar a los memes, hasta el lenguaje o la religión. Así también hay detractores -en particular entre creacionistas, posmodernistas, sociólogos y antropólogos -que se escandalizan por el barullo que hacen con los memes los de la ciencia «sexy», la biología evolucionista, en su intento por explicar la cultura. No entremos aquí en esa discusión. Sólo, notificados de que existen, propongámonos ponernos a cubierto, no tanto de memes frívolos (tipo siliconas femeninas o tatuajes masculinos), cuanto de memes socialmente más peligrosos como los que difunden entre nosotros fanáticos del mercado, bla-bla-blantes de la televisión y curanderos de nuestros males.
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