Hendrix: A 40 años de la partida del gran hechicero
Unos pocos discos y apenas 27 años le alcanzaron a Hendrix para ser el mejor guitarrista de todos los tiempos.
Es probable que Jimi Hendrix sea el primer hombre que le haya exigido rendición incondicional a su guitarra, al no saber qué más hacer con ella. Probablemente. Aunque no.
Imaginar que un manto hechicero haya dotado el alma y los dedos de Hendrix para que éste ganase la batalla íntima y pasional a su instrumento, decodificando sus secretos y extirpando sonidos escondidos en seis cuerdas, suena absurdo. ¿O no?
¿Qué hay entonces de cautivante en este hijo de madre nativa americana y de padre afro nacido en Seattle, que con sólo tres discos de estudio editados en vida, sea considerado como el mejor guitarrista que haya dado el rock & roll en todos los tiempos?
El encantamiento de este brujo de magia negra tiene su génesis en la endemoniada capacidad de haber sabido combinar el rock, el blues, el jazz y el punk antes de que el mismísimo punk viera la luz en la ciudad donde Hendrix encontró la muerte en 1970, a los 27 años. Aquellos días de septiembre en Londres, en la prominencia musical de la época, en su plenitud creativa de desconocida expansión, Hendrix muere en circunstancias aún poco claras. La oficial, ahogado en su propio vómito luego de una fuerte ingesta de barbitúricos.
Una muerte digna de un rock star, un rótulo del que Hendrix despotricaba a menudo. “Creértela te distrae, te hace olvidar de tu talento para la música”, decía y prefería seguir mirando hacia su interior creativo inagotable, la caja negra que contenía los secretos mejor guardados.
wálter rodríguez
wrodriguez@rionegro.com.ar
Sin embargo, a pesar de su excelencia, el zurdo guitarrista desestimó la vanidad y no se sentó a contemplar la estela indeleble que iba dejando su genio musical.
Quizá haya sido por causa de su carácter introvertido. Todo ese contorneo visceral y erótico que exhibía arriba del escenario, se desvanecía una vez que sus pies abandonaban las tablas. Era tímido, con un gran apego al trabajo y llamativamente algo inseguro. “El no se veía como un Dios del rock”, le contó alguna vez Tommy Erdelyi a David Fricke (Rolling Stones). Antes de ser el bajista y miembro fundador de Los Ramones, Tommy trabajó como asistente en un estudio de grabación de Nueva York y más de una vez asistió a Hendrix durante alguna sesión. “Siempre fue muy exigente. En las grabaciones estaba generalmente con una actitud muy seria y no paraba hasta encontrar el sonido que buscaba. Movía los equipos de un lado a otro hasta encontrarlo”.
La vida musical de Hendrix fue tan vertiginosa que en sólo seis años alcanzó dimensiones que muy pocos artistas lograron en la historia del rock.
Su particular estilo para tocar la guitarra lo llevó a formar parte de la banda de Little Richard, una de las figuras más admiradas por Hendrix quien estaba dispuesto a emular con seis cuerdas todo lo que Richard podía hacer con su voz.
De todas maneras, el choque de egos entre la estrella ya consagrada y una emergente diluyó una sociedad que comenzó siendo explosiva y terminó siendo un big bang: cada uno siguió caminos opuestos.
Golpeando las puertas del éxito
Luego de romper con Richard, Hendrix y su guitarra no encontraban un cobijo acorde a sus inquietudes. Luego de trazar un camino errante por distintas bandas (Curtis Knight and the Squires y Bobby Taylor Band), Hendrix formó una propia y la llamó Jimmy James and the Blue Flames.
Pero el gran salto en la vida musical de Hendrix se dio a partir de la llegada de Chas Chandler, que le dio un vuelco determinante en su carrera. El bajista de Animals estaba a punto de dejar su banda para intentar suerte como manager, y como suele suceder en estos casos, el destino hizo su parte. El embrión de la Jimi Hendrix Experience comenzaba a gestarse.
Chandler llevó a Hendrix a Londres a mediados del ‘66 y allí lo rodeó de dos músicos también británicos: Noel Redding, guitarrista devenido en bajista, y Mitch Mitchell, un explosivo baterista que se adaptaría perfectamente a la idea musical de Hendrix.
El trío acaparó las mejores críticas de la escena londinense siempre en ebullición y una año después salió a la luz Are you Experienced?, y ya no hubo vuelta atrás. El trío comenzó su vertiginosa carrera, y se convirtió en el nuevo grupo mimado de buena parte de Europa y el admirado por grupos emergentes como The Who y Cream.
En ese mismo año se produciría el regreso triunfal de Hendrix a los Estados Unidos, para formar parte del Monterey Internacional Pop Festival, donde el trío sería uno de los números principales. El otro era The Who.
La hoguera de las vanidades
La banda liderada por Pete Townshend sería un obligado protagonista secundario de uno de los momentos más inolvidables de la historia del rock cuando Hendrix ofrendó en llamas su Fender Stratocaster, al final de su performance en el Festival de Monterey.
La historia cuenta que los Who y la Experience no se ponían de acuerdo sobre quién debía cerrar el festival. Hendrix sabía de la explosividad de los Who y no desconocía la extravagancia de Townshend, quien solía romper su guitarra contra los amplificadores al final de cada show. Lo había vivido en directo ya en Londres.
Lo cierto es que The Who precedió a la performance de la Experience, y luego de dar un show electrizante que dejó paralizada a la multitud, tras una salvaje versión de “My generation” destrozó su guitarra contra el piso, contra los equipos, contra la batería del no menos excéntrico Keith Moon, contra todo lo que encontró por delante. Es tu turno Jimi…
Decididos a empardar la situación, la Experience salió a dar la cara. El público los esperaba con expectativa ya que era el power trío de moda y estaban dispuestos a no ser desilusionados.
Por el contrario, la actuación del grupo dejó atónito a los fans, ya que estaban ante una “rareza”. Un guitarrista que sacaba sonidos nunca vistos, con buenas canciones propias y con versiones de covers nunca antes escuchadas, que tocaba con los dientes y con la guitarra montada a sus espaldas. Y como si todo esto fuera poco, el final impensado luego del último acorde de “Wild Thing”. Apoteótico, sublime, inolvidable.
“Podría pasar toda la noche diciéndoles gracias, gracias, gracias. Quisiera bajar del escenario y abrazar a cada uno de ustedes, a todos. Pero como sé que no puedo hacerlo, decidí hacer otra cosa. Decidí sacrificar aquí algo que amo realmente… no crean que me he vuelto loco, o que simplemente estoy tratando de entretenerlos haciendo una tontería. Creo que hoy es lo más adecuado…. no hay nada más que pueda hacer para demostrar mi agradecimiento que esto”, dijo Hendrix y tomó algo así como un pomo con bencina, roció la Stratocaster y la prendió fuego. Se arrodilló junto a ella, deflecó sus dedos al cielo y regaló una de las imágenes icónicas más profundas que haya dado el rock.
El principio del fin
La Jimi Hendrix Experience duraría un par de discos más. En el mismo año del álbum debut, el trío editó “Axis: Bold as Love”, confirmando la evolución de Hendrix a nivel compositivo, tanto en la letras como en la música. En el año ‘68 aparece Electric Ladyland, el último disco en estudio de la banda donde se advierte la búsqueda de nuevos sonidos por parte del guitarrista, sumergiéndose en la psicodelia reinante en la escena.
La madurez musical de Hendrix se hace evidente en el producto final, pero la sensación era que su techo creativo estaba aún muy lejos.
Con la partida de Redding de la banda (Billy Cox lo reemplazó) Hendrix alcanzó a grabar un disco en vivo (Band of Gypsys) con Buddy Miles en la batería.
Después llegarían las emblemáticas actuaciones de Hendrix en Woodstock (con la innovadora versión del himno norteamericano, inmortalizado en la no menos célebre película del festival) y también en la Isla de Wight (otra vez con Mitchell en la batería) a 18 días de su muerte.
Este recital del 31 de agosto de 1970 se puede disfrutar en el DVD “Blue Wild Angel: Live at the Isle of Wiight, editado en el 2002. Sería el último concierto de Hendrix en Inglaterra
La utopía del hombre como amo y señor del absolutismo sonoro, nunca estuvo tan cerca de materializarse como con Hendrix. “Quiero hacer una música tan perfecta que se filtre a través del cuerpo y sea capaz de curar cualquier enfermedad”.
Esta era la búsqueda que lo movilizaba, su objetivo, su misión en la tierra. Sólo pudo transitar una parte del recorrido y la muerte lo encontró muy joven. En el cenit de su etapa más prolífera.
O quien sabe, quizás el prematuro llamado desde el más allá haya sido consecuencia de que Hendrix había sido capaz de descubrir lo que otros no.
Se sabe, en los dominios del Señor existe una certeza a la que no se le conoce el autor, aunque nadie se anima a refutarla: “En el cielo, Dios se sienta en el centro, con Jesús a la derecha y Jimi Hendrix a la izquierda…”
Es probable que Jimi Hendrix sea el primer hombre que le haya exigido rendición incondicional a su guitarra, al no saber qué más hacer con ella. Probablemente. Aunque no.
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