Hijos de tigre los Oyola 03-02-04

Un pionero a principios del siglo XX fue el origen de tres generaciones de neuquinos, varones músicos descendientes de aquel vasco-francés que no los imaginó creando música argentina. Hoy Angel Oyola acerca el folclore a la escuela.

NEUQUEN (AN).- Allá por 1922 Ernesto Oyola ya daba sus testimonios de vida. Hijo de un vasco-francés pionero que llegó a estos arenales, goza de salud y de la obra que él mismo ha producido: libros editados, arboledas, su hijo Angel docente y músico y un nieto que sigue la veta y alimenta la prosapia familiar.

Es Angel (segunda generación) quien llega vestido de verano, con bermuda, remera, sandalias y dos discos en las manos.

Los ascendientes sobrevuelan con su herencia a este hombre que desde hace medio siglo se dedica a la música, ejecutando, enseñando y componiendo. «A los cinco años ya comencé con esta pasión y no tuve rupturas» cuenta a tiempo que muestra el CD «Mis afectos, tus afectos» que lleva como referencia «El folclore en la comunidad educativa».

Acaba de editarlo por la suya, utilizando un estudio del músico Sergio Alvarez de Necochea y ya está presentado al Consejo Provincial de Educación del Neuquén, con la idea de que pueda ser distribuido en todas las escuelas primarias.

Profesor de música en su instituto de Jujuy 91 y aparte con veinte años de antigüedad en la docencia primaria en la escuela 125 de esta capital, es el prototipo del maestro que bucea en sus raíces y se inspira en los pibes que forma a diario.

Su disco es un paseo por los sentimientos, aquellos que los niños atesoran cuando van descubriendo los símbolos de la patria, comenta. Por eso se ocupó Angel de componer «Saludos a la bandera» de diferentes maneras. Los hay en ritmo de rasguidos, retumbo, loncomeo y milonga-canción.

«Recuerdo a mi maestra en Zapala, Gladis Pinto, bajo cuyo afecto se formaron varios compañeros que hoy están dedicados a la actividad artística. Fue mi primer amor, como sucede siempre y a ella homenajeo, pero no me olvido de los porteros a quienes le hice una polkita y a docentes. También me ocupo de hacer música con «La enseñanza de las vocales» y voy jugando para que los chicos con un divertimento logren hacer más fácil el aprendizaje».

«Donde hay yeguas nacen potros…»

El guitarrista se predispone rápidamente a contar su propia historia. Allí aparece su padre Ernesto que en 2003, con 82 años publicó su libro «Allá por el 22» un verdadero retrato de Neuquén en la segunda década del siglo pasado, «escrito en décimas, para que pueda ser cantado como milongas».

«Fui alentado por mi papá que, siendo huérfano a los 7 años, fue criado como un hijo por los Nordenstrom en sus campos. De ahí me trasmitió el respeto por lo nuestro. Emparentamos con esa familia porque mi abuela se unió a Enrique bajo cuyo afecto y el de Ismael, mi viejo fue ducho en la tierra sin dejar de cultivarse en su dedicación por la palabra y la música».

Rememora este autor que Oyol padre siempre le recuerda: «Donde hay yeguas nacen potros» un dicho bien campero, que lo impulsó a no dejar nada por hacer dentro de su vocación. «Hice una milonga 'Donde hay uno hay otro' justamente para estimular a que nadie se postergue, poner lo positivo y poder ver que en esta realidad dura no todo está perdido» reflexiona.

La actividad de este «hijo de tigre» como son los Oyola -que por tres generaciones se han dedicado a la música y la poesía aunque con perfil muy bajo- se complementa con su trabajo formando parte del quinteto «Guitarras del viento – A pura guitarra». El grupo dedicado al folclore, dueño del segundo disco compacto que Angel trajo para presentarle a «Río Negro», se integra aparte de Oyola, por Jorge Pérez, Lucas Bravo, Carmen González (esposa de Angel) y Agustín Bacigalup.

El neuquino se despidió con una ilusión, que su disco sobre «El folclore en la comunidad educativa» pueda contar con la aceptación del las autoridades del CPE. «El esfuerzo ha sido grande y sería feliz que pueda llegar hasta el paraje más alejado».

¡Que se le cumpla!


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