La Revolución del Riego VI: El canal del Alto Valle, 130 km de historia, agua y desarrollo patagónico
Bajo el sol del Alto Valle, mientras se levantaba la imponente estructura del Dique Ballester, una obra paralela empezaba a trazar el futuro del riego en la región: la construcción del Gran Canal. Era una empresa monumental, destinada a garantizar que, desde el primer día de funcionamiento, el dique pudiera alimentar con agua al canal principal.
La construcción del Gran Canal
La tarea recaía nada menos que en la Empresa del Ferrocarril Sud, que aceptó el desafío sin cobrar por la obra, limitándose a facturar el transporte de materiales —varios de ellos llegados desde Inglaterra—. Contra todo pronóstico, el canal estuvo terminado en un plazo sorprendentemente corto, un logro que asombra aún hoy por su escala y complejidad.
Los trabajos se desplegaron desde dos frentes: uno desde el dique y el otro desde Ingeniero Huergo, la zona colonizada hacia donde debía extenderse. A paso lento pero constante, dos gigantescas dragas tipo oruga fueron abriendo la tierra, acompañadas por una legión de obreros de múltiples nacionalidades: españoles, italianos, portugueses, rusos, polacos, “turcos”, junto a criollos e indígenas. La diversidad era tan notable como el esfuerzo compartido que dieron forma al canal.
Una red de vagonetas Decauville completaba la escena, transportando miles de toneladas de tierra para levantar los terraplenes que consolidaron la estructura. La obra avanzaba con un ritmo que combinaba técnica e ingenio humano.
Conflictos y defensa del agua
Pero la epopeya no terminó al concluir la construcción. Surgió un intenso conflicto entre los técnicos del Gobierno Nacional y los colonos del valle. El gobierno se negaba a conectar el nuevo canal con los secundarios que había construido previamente la Cooperativa de Irrigación, desestimando un sistema que los productores consideraban vital. Ante el peligro que ello implicaba, los regantes se movilizaron, liderados por David Cogam, uno de los pioneros más respetados del lugar.
La presión popular dio resultado: se permitió finalmente la conexión en el km 30, cerca de Cipolletti, donde el nuevo canal se unió al antiguo trazado hacia General Roca. Aquella victoria selló el compromiso de una comunidad decidida a defender su derecho al agua.
Engranaje de precisión
El Canal Principal de Riego es una obra de ingeniería que combina fuerza y precisión. Sus estructuras complementarias —como el edificio regulador en el km 4,8 y el salto vertedero en el km 8— garantizan el control del caudal y la distribución equitativa del agua. Otros sectores, en puntos estratégicos, permiten medir aforos y ajustar niveles.
A lo largo de su recorrido hay 23 saltos Notch, sifones que cruzan bajo la solera del canal y descargadores que alivian el exceso de agua en días de lluvia torrencial. Cada pieza cumple una función esencial en la estabilidad del sistema.
Las bocatomas secundarias, por su parte, se multiplicaron con el tiempo, abasteciendo diferentes zonas de riego que alimentan la producción frutícola y agrícola del valle. La gestión de este entramado recae en los Consorcios de Riego: los de Segundo Grado administran el Canal Principal, mientras que los de Primer Grado y los comuneros gestionan los canales secundarios y acequias locales.
Energía y desafíos
El desarrollo del canal también impulsó la instalación de tres usinas hidroeléctricas, que aprovecharon el desnivel de su curso para generar energía. Cinco Saltos, Cipolletti y General Roca contaron con sus propias centrales, que durante años iluminaron el valle. Sin embargo, su funcionamiento trajo dificultades operativas: al no poder interrumpirse el flujo de agua, se complicaban las tareas de limpieza y mantenimiento.
Un coloso que alimenta vida
Hoy, el canal se extiende hasta Chichinales, recorriendo unos 130 km desde su nacimiento en el río Neuquén. En su trayecto, riega más de 57.000 has productivas entre Río Negro y Neuquén, sustentando frutales, viñedos y cultivos que definen la identidad económica del Alto Valle.
De septiembre a mayo, su cauce lleva la vida misma al desierto patagónico cultivado. En invierno, se toma una pausa para el mantenimiento. Con un caudal que varía entre 45 y 72 metros cúbicos por segundo, el Gran Canal no es solo una proeza técnica: es la arteria que impulsa el corazón productivo del valle, un legado de esfuerzo colectivo y visión para el futuro.
Bajo el sol del Alto Valle, mientras se levantaba la imponente estructura del Dique Ballester, una obra paralela empezaba a trazar el futuro del riego en la región: la construcción del Gran Canal. Era una empresa monumental, destinada a garantizar que, desde el primer día de funcionamiento, el dique pudiera alimentar con agua al canal principal.
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