Emprender entre ansiedad y la llegada de un nuevo hijo: la experiencia de Carlos en Roca
Martillar y serruchar son tareas manuales, pero en el caso de Carlos, representaron también un cable a tierra. Cuando la preocupación por su futuro le carcomía la cabeza, buscar la creatividad fue la salida.
Carlos es el mismo que fue papá a los 19 años, cuando era un fanático de La Renga que disfrutaba siguiendo a la banda. Pero en el medio pasaron cosas, ¡y cuántas! Estuvo por colapsar, hasta que un médico conocido lo vio de casualidad y se preocupó. “Si no haces funcionar las manos, la cabeza te va a pasar por encima”, le dijo. La advertencia valió la pena.
Nacido y criado en Roca, una foto de su desembarco en la paternidad lo muestra justamente con Azul en brazos, hace 16 años, cuando todo empezaba. Llegaron desafíos, los cambios y las nuevas responsabilidades, pero en un contexto de inestabilidad laboral y separación que se agravó cuando la mamá de esa pequeña, con la que repartían su cuidado, no logró sobrevivir a un embarazo de riesgo que vivía con su nueva pareja. Con 22 años, Carlos se vio frente a frente con su hermano mayor, para una charla en serio: no había tiempo para duelo, le dijo, sino que había que “levantar la cabeza”, porque la nena lo necesitaba.
Actuando como creía que debía hacerlo un adulto, aunque no lo sintiera, tuvo que empezar a buscar otro panorama, ya viviendo con su hija: buscar trabajo fijo, con obra social, y aportes, batallar con el miedo a que se la quitaran por ser tan joven y por no tener un oficio.
Emprender entre ansiedad y paternidad | Subestimar la salud mental
Se convirtió en portero de una escuela local y eso en los hechos podría haber sido la solución desde lo económico, pero no lo fue en lo anímico. “No creía que fuera cierto, me crie en una familia común, trabajadora, en la que pensar en la salud mental no era algo que se tuviera en cuenta, creía que era suficiente con buscar la solución en otro lado”, reconoció. Pero algo estaba empezando a hacer ruido en su cabeza, aunque él no quisiera escuchar.
Pasaron los años, quiso rehacer su vida y el proyecto tampoco funcionó. Cuando el vínculo se estaba cortando, se enteraron de la pronta llegada de León. Ahí fue cuando la rueda que sostenía a Carlos Balbuena por dentro no pudo seguir girando definitivamente y apareció la ansiedad: por más que lo intentaba, lo superaba “la presión extra de creer que todo tenía que salir bien” y el miedo a “volver a pasarla mal”.
En los años previos se acostumbró a resolver, pensando en el resto, pero ya “actuaba por inercia” y sin pensar en sí mismo. Su familia ensamblada empezaba a estabilizarse, Azul y la mamá de León se habían adoptado mutuamente como madre e hija aunque los adultos ya no estuvieran juntos, pero Carlos no dormía más de cuatro horas por noche, porque sus pensamientos no se detenían. Se vio en lo que él llamó como “ese falso foco de luz”, en el que no podía aceptar que algo escapara de su control.

Fue en ese momento que una visita al pediatra de León, de rutina, lo hizo cruzarse con un profesional, conocido de su madre enfermera, que le hizo la típica pregunta: “¿Cómo estás?”. Abrió sin querer la canilla de la descarga de lo estaba explotando dentro suyo, lo que no había podido poner en palabras, sin dimensionar lo mal que le hacía. Y fue este doctor el que lo invitó a probar con las manualidades.
“Mí hermano trabajaba en un transporte, los palets se los regalaban y siempre me gustó meter la cuchara”, contó Carlos en diálogo con RÍO NEGRO, después de compartir algo de su proceso en un correo electrónico a la casilla de “Historias Inspiradoras” (ver al final de la nota). De esa posibilidad surgió el emprendimiento que hoy lo lleva a reciclar madera para convertirla en muebles, de interior y exterior, pero que en realidad lo ayudan a deconstruirse y volver a armarse por dentro.

Con 36 años, sillas, percheros, sillones, maceteros, verduleros y estantes, son los frutos de su labor en el taller que instaló junto al departamento que alquila sobre calle Vintter casi Nicaragua. “Todos los problemas se canalizaron en la madera”, contó con orgullo, al mirar de nuevo esa foto de primerizo que comparte con su hija. Hoy puede decirle que su llegada en realidad lo salvó más de lo que ella puede imaginar.
“Ahora el que disfruta soy yo, porque este tiempo no va a volver”,
reafirmó.
Emprender entre ansiedad y paternidad | Herramientas eléctricas y emocionales
Artesano de mañana y portero de tarde, entiende que esa crisis lo reconectó con algo suyo que no debería haber perdido: la capacidad de crear e inventar, como hacía cuando era chico.
“No todo en la vida tiene que ser tan serio, podemos recuperar el juego y hay aceptar lo inevitable”, son las lecciones que le quedaron después de esa crisis. Hoy la familia ensamblada ya integró a Gloria y a Luz, de 10 meses, en una nueva etapa, con nuevas herramientas, de las eléctricas para cada nuevo encargo en el taller, pero también de las emocionales, para no volver a colapsar. “No hubo magia en el medio, sino las ganas de hacerlo y animarme a ver qué salía”, compartió Carlos, para alentar a los que vivan algo similar.

¿Tenés una historia para contar? Escribinos:
Carlos es el mismo que fue papá a los 19 años, cuando era un fanático de La Renga que disfrutaba siguiendo a la banda. Pero en el medio pasaron cosas, ¡y cuántas! Estuvo por colapsar, hasta que un médico conocido lo vio de casualidad y se preocupó. “Si no haces funcionar las manos, la cabeza te va a pasar por encima”, le dijo. La advertencia valió la pena.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios