Jorge Giacobbe, consultor: “Cuando se vayan los K se termina la épica discursiva”
Debates
-¿Los argentinos? Llevo una vida pispeándolos, o sea pispeándome también, preguntando ¿por qué somos así o asá? Dice Murray Edelman que evocar el origen de un problema es atribuir culpas y elogios ¿O no? -responde y se pregunta Jorge Giacobbe.
-Titular de la consultora Giacobbe y Asociados y con sesenta “largos e intensamente vividos”, su formación intelectual abreva más en lo autodidáctico que en el academicismo. Reflexión que no se deja atrapar por “cerrados de sacristía” -señala-, el periodismo siempre encuentra en él un despunte interesante en sus miradas sobre la sociedad argentina.
-¡El vértigo! La vertiginosidad con que nos devoramos nuestro paso por la historia, en cómo vemos y reflexionamos nuestro pasado, presente e imaginamos el futuro. Cero de matices. Lo uno o lo otro. Y dónde hay vértigo hay drama, claro. Mucho drama… Y vamos y vamos siempre por ahí.
-¿La palabra es una de sus víctimas?
-Una, sí. Con una agravante: el poder es un gestor activo en el uso arbitrario de la palabra. Viene de lejos, pero hoy se ha perdido todo parámetro, recato, ponderación del valor de las palabras. Y el poder tiene obligaciones supremas en el manejo del discurso, una tarea pedagógica para con la palabra, pero no le interesa. Y ese no importarle baja hacia la sociedad, que ya viene impregnada de mucha anomia desde muy lejos. La conclusión es automática: “Si los de arriba dicen cuanto se les plazca, ¿por qué no yo?” Hablo del gobierno, concretamente. Y hace también al conjunto de la política…
-¿Por qué ir a los extremos en el uso del discurso?
-No es una causa que se pueda explicar o referenciar sólo con psicopatías, patologías, etc., etc. La causa es perfectamente abordable desde el análisis de la historia política. Ahí está su explicación. La inmensa mayoría de quienes nos gobiernan desde el kirchnerismo y desde distintos planos institucionales no se forjó políticamente en democracia. Se formaron en matar o morir de los 60/70. Todos los que hemos ya dejamos atrás los 60 años e hicimos de muy jóvenes de la política, la militancia, una entrega, sabemos de cómo suele volver al presente, al discurso, el dictado de esa ley
-Me parece una explicación muy reduccionista. Hace más de 30 años que retornamos a la democracia. Deficitaria si se quiere, pero…
-Nada de reduccionismo: en muchos, muchísimos, ese dictado se impone sobre lo logrado en estos 32 años de democracia. Están blindados. Democracia es debate, duro incluso, pero con consideración del otro, sin hacer del otro el maldito de la historia. Es no definirlo en términos dramáticos: “complot” y “golpistas”, “ellos, nosotros”…
-¿Toda la culpa al kirchnerismo en este tema entonces?
-No, claro que no. Pero tengo un hijo que dice que cuando el kirchnerismo se vaya, termina el drama, se va el drama como método de hacer política, de decidir, de mandar. Termina la épica, el sentirse perseguidos, el “somos los mejores”. En cuanto a lo de la culpa. Mire, por ética es función de un gobierno ayudar a reflexionar a la gente, mantener una discursividad serena, con la posibilidad de convencer o no, pero no se le puede escapar la moto como se le escapa a Cristina. No se puede gobernar poniendo el cuerpo y no la cabeza. Porque si eso se hace, si sólo se grita y reta, se cosecha enojo, irritación y se abre el cauce para que el otro también dramatice…
-¿Entonces?
-Ah, ahí perdemos todos…
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