Jubilada con lo mínimo y heredera de una millonaria fortuna

La realidad muchas veces supera la ficción y no es broma. Eva Paole, una jubilada de 73 años, cuya madre era empleada doméstica, quedó en condiciones para recibirla mitad de una herencia valuada en 30 millones de dólares luego que la justicia determinó que efectivamente es hija de un rico hacendado muerto en 1983, 13 años después del inicio de la demanda legal, en una historia con ribetes de telenovela. “Me pongo alegre de que esto haya pasado. Yo quise seguir esto por mis hijos y por el dolor que hemos tenido estos años. Esto es una muestra de que no mentíamos”, declaró ayer la mujer a la prensa. Paole, viuda y madre de tres hijos -el mayor recientemente fallecido- vive en General Acha, La Pampa, con dos pensiones por 3.000 pesos mensuales. “Yo soy una mujer sencilla, nunca pasé hambre pero tampoco nunca me sobró. Para sostenerme hice de todo: cosí, tuve huerta, cortaba el pelo y fui empleada doméstica. Ahora disfruto la vida de manera humilde, con mis hijos y nueve nietos y mi vida no va a cambiar, esta soy yo y he sido feliz así”, aseguró. Eva es hija de Josefa Paole, quien era empleada doméstica en la casa de la familia de Rufino Otero. El hombre nunca reconoció a su hija, pero su filiación quedó finalmente comprobada por análisis genéticos que dieron 99,99% de compatibilidad. Otero era un productor agropecuario y empresario de General Acha que antes de morir en 1983 había amasado una fortuna valorada en 30 millones de dólares. Dueño de 50.000 hectáreas de campos, poseía gran cantidad de ganado, dos aviones y varios inmuebles que dejó a su viuda, Elieza Arenaz, quien en 1991 cedió todos los bienes a su sobrino Darío Sarasola. Alertada por rumores sobre su posible filiación, Paole inició la demanda en 1999, pero debió atravesar un proceso judicial de 13 años que incluyó la realización de ocho análisis genéticos, incluidos de los padres de Otero. Entre las trabas que enfrentó el juicio se encuentra la de la apertura de la tumba de Otero en la que la justicia pudo comprobar que su cuerpo había sido cambiado por otro cadáver para evitar la comparación genética. La historia parece salida de una telenovela. Josefa Paole (la madre de Eva) trabajaba como empleada doméstica en la casa de los Otero. Un buen día el patrón se convirtió en amante. De esa relación nació una hija cuyo origen hubo que ocultar para preservar la posición social de don Rufino. Después esa relación terminó y con los años Otero se casó con otra joven de su mismo sector social. En el año 1999, Miguel Juárez (hijo de Eva Paole) se enteró de que su mamá podía ser hija de Rufino Otero en una parrilla de General Acha. “Mirá esos muchachos, que mal la están pasando. Y lo bien que podrían estar con la plata de Rufino Otero”, le dijo a un amigo Francisco “Pancho” Larzábal, mientras comían. Para Juárez esas palabras fueron el indicio de una verdad que no tardó en confirmar. Eva tenía otros hermanos que llevaban el nombre de quien ella creía su padre, Oyhenart. Pero éste nunca quiso darle el apellido. El 2 de agosto de 1999 Eva Paole presentó una demanda de filiación diciendo que era hija de Rufino Otero. Pidió un cotejo de ADN y además un juicio de reivindicación, reclamando la millonaria herencia en manos de Sarasola. Allí comenzó una verdadera batalla: al mes, el cuerpo de Rufino Otero fue robado para evitar que se hiciera el ADN y se puso otro cuerpo en su lugar. En 2007 murió Darío Sarasola y fue heredado por su viuda Graciela Cabantoux y sus hijos Hernán (21) y Agustina (26). Poco después se conoció que, entre junio y diciembre de 2006, había vendido unas 26.000 hectáreas a una sociedad anónima desconocida. También vendió siete inmuebles y cuatro campos. Finalmente, en 2008, se determinó que la probabilidad de que Rufino Otero fuera el padre de Eva era del 99,999%, pero recién ahora la Justicia falló en su favor. Lejos de los millones que le esperan al final de un camino legal que parece nunca terminar, Eva lleva una vida sencilla. Cuida sus plantas, escucha la radio hasta la madrugada y recibe a diario a sus hijos. Ayer, apenas se conoció la sentencia, tuvo un pensamiento más realista: “Con todo esto, ¿no me harán problemas para cobrar la jubilación?”. Sus hijos, a coro, le gritaron: “Andá…”. ( AFP, El Diario de La Pampa, Clarín)


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