La caña coligüe

La caña coligüe, (chusquea coleou), «es una gramínea rizomatosa que, a diferencia de otras cañas del país, es leñosa, maciza y flexible. Alcanza de seis a siete metros de altura y entre dos y cinco centímetros de diámetro. Las hojas son rígidas, lanceoladas, caedizas o semi persistentes».

«El coligüe es una planta perenne, pero muere cuando produce su floración y frutificación. Aunque el período de floración no está todavía determinado con exactitud, se calcula que ocurre cada quince o veinte años, aproximadamente. La presencia de frutos ricos en almidón caracteriza el momento en el que los ejemplares mueren. Esos frutos atraen la invasión de roedores que se alimentan de ellos y que a su vez sufren la depredación por parte de otras especies».

Dicha caña coligüe se reproduce por semillas y rizomas y era conocida y utilizada por los indígenas desde tiempo antiguo.

Es muy apreciada para la confección de excelentes cañas de pescar como también en la fabricación de muebles y artesanías varias.

Esteban Erize en su erudito diccionario afirma que la caña coligüe, «caña gigante de varios metros de altura y de diámetro de hasta 4 centímetros y otra más pequeña pero de igual dureza conocida por rüngui eran especies utilizadas por los indios para la confección de sus famosas inquebrables lanzas guerreras». Dichas armas de coligüe fueron utilizadas también para marcar las «rastrilladas» que no eran otra cosa que «las sendas marcadas por las huellas de los cascos de los caballos, más el arrastre de los cabos de las lanzas, dejadas intencionalmente para señalar los caminos entre aguadas y puntos estratégicos».

El doctor Gregorio Alvarez entre las plantas regionales de virtud ínsita para compender el rehué o altar de las rogativas cita al pehuén, radal foye, o canelo, maitén, jarilla y caña coligüe. Es también utilizada como asta para las banderas de dichas ceremonias.

Asimismo los mapuches «inician la ceremonia del «ullchatún» plantando cuatro cañas de coligüe, como símbolo de la casa de la doncella. Para dicha fiesta de la nubilidad cubren las cañas con ramas, mantas ponchos de color. Encierran allí a la niña con su madrina durante cuatro días, sin poder ver a nadie. Les alcanzan la comida por una abertura. El último día, todas las mujeres juegan al tejo, tirando contra la base de una gran caña de coligüe. Dos mujeres sacan a la niña, sosteniéndola en brazos. Van y vuelven cuatro veces; luego las mujeres son reemplazadas por dos jóvenes, que hacen el mismo recorrido. A continuación, la sientan sobre una tarima, donde es admirada y alabada; después la pasean, la llevan al centro de la concurrencia reunida en círculo y empieza la danza, ejecutada por cinco hombres y cinco mujeres, acompañada por gritos y toques de tambores, flautas y trutrucas. Luego, llevan a la joven hasta la casa paterna, se mata una yegua y se la asa. La fiesta termina con danzas, cantos y bebidas».

Por su parte el padre Ernesto Wilhelm de Moesbach, en su interesante diccionario, con respeto a los instrumentos musicales de los indígenas asevera que «la trutruca es de tallo de coligüe, de unos cuatro metros de largo. Parten el tallo en dos mitades, las ahuecan y, después de bien alisadas, las juntan y amarran, forrándolas además en todo su largo con una tripa de caballo. Al orificio donde se sopla aplican una lengüeta y en el otro extremo amplifican con un cuerno».

También menciona que «el pinquilhue, tipo de flauta o flautín, instrumento muy antiguo era trabajado asimismo con el tallo de la caña coligüe».

La floración masiva de la caña coligüe, fenómeno que no ocurría desde hace sesenta años trae preocupación a los estudiosos y a las autoridades sanitarias, dado que atrae la peligrosa invasión de roedores y acrecienta la posibilidad de incendios forestales.