La casa de Neuquén donde no pasa el tiempo
La sede del Partido Justicialista fue adquirida en la década del 40. Durante la Revolución Libertadora, Aramburu se la arrebató. En 1987 el gobernador Felipe Sapag logró la restitución. Su fisonomía de casona antigua nunca cambió.
Los ocupantes de la casona de Roca al 265 suelen compartir un chiste: están en la calle más larga del mundo porque, desde hace más de 50 años, intentan llegar a la esquina y todavía no pueden. Es la sede del Partido Justicialista, ubicada a media cuadra de la Casa de Gobierno. Una construcción de 520 metros cuadrados que combina una historia de triunfos y derrotas electorales, despojos y recuperación.
Perteneció a Guillermo Montiveros, un maestro que ejerció como director en la Escuela 61 de la capital y que, por su mudanza a Mendoza, la vendió a un puñado de militantes peronistas que soñaban con instalar allí su sede partidaria. Juntaron dinero entre todos: “el que tenía un peso, ponía; el que tenía 50, ponía”, recuerda Celestino Sagaseta, histórico referente del partido y exdiputado provincial.
La primera escritura fue a nombre de Juan Perón y, tal acto de reivindicación política, fue castigado por la autodenominada Revolución Libertadora. La dictadura que encabezó Eugenio Aramburu le arrebató la propiedad al partido y la dejó en manos del Estado provincial, que instaló allí el Ministerio de Trabajo.
Pasaron años y varias oficinas por allí. No fue sino hasta la vuelta democrática de 1983, y durante la penúltima gestión del exgobernador Felipe Sapag, que el partido gestionó su restitución.
El entonces diputado provincial del PJ, Oscar Parrilli, encabezó las gestiones del bloque para recuperar la casa. “Mandó varias notas, todas de respuesta negativa. Y, en una oportunidad, como yo era ferroviario, pido permiso al jefe y le digo: ¿puedo ir a la gobernación? A ver si tengo suerte”, relata Sagaseta. Sapag lo atendió. “Me dijo: ‘Yo viajo a Buenos Aires mañana. Voy a hacer todos los trámites que sean necesarios para que ustedes recuperen la casa, pero no me comprometo a que se vaya a conseguir’. Bueno, demasiado con la atención que me dio”, se conformó el peronista.
En su memoria (el recorrido de esta casa parece no tener más registro que la historia oral de sus protagonistas) pasaron 20 días hasta que llamó a la estación del ferrocarril un empleado de Casa de Gobierno “para decir que el señor gobernador quería hablar con Celestino Andrés Sagaseta”.
Don Felipe le aseguró la restitución, pero pidió algunos meses para repararla y mudar las oficinas que la provincia tenía instaladas allí. El decreto 3919 del 19 de octubre de 1987, firmado por él y refrendado por el ministro de Gobierno, Educación y Justicia, Aldo Robiglio, formalizó la entrega a los reclamantes. “Siempre hubo pica electoral, pero mi viejo reconoció que ese edificio era del Partido Justicialista. No valía la pena negarse”, asegura Luis Sapag, diputado e hijo del exgobernador.
Fue un final feliz, pero la casa todavía guardaba algunas desventuras por venir. En el 2006, fue salvada de un inminente remate tras la cancelación de dos juicios laborales y la normalización de una deuda con el fisco. Recién este año terminarán de pagarla.
Cualquiera que pase hoy por el edificio verá su fachada casi inalterada. Los grafitis con reclamos dejados al paso conviven y compiten con las pinturas que evocan a Perón y Eva. “Para conducir a un pueblo, la primera condición es que uno haya salido del pueblo, que sienta y piense como el pueblo”, dice una de sus paredes. Adentro, el zaguán y algunas farolas. Una tonelada de historia ha pasado por aquí, pero aquí no ha pasado el tiempo.
Datos
- “Para comprar la casa juntaron dinero entre todos. El que tenía un peso ponía un peso; el que tenía 50 pesos, ponía 50 pesos”,
- contó Celestino Sagaseta, referente histórico del PJ y exdiputado provincial.
- En el 2006 fue salvada de un inminente remate tras la cancelación de dos juicios laborales.
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