“La corrupción apesta” les dijo Francisco a los napolitanos

ROMA- El papa Francisco condenó ayer la corrupción, el desempleo y la explotación de los trabajadores durante su visita al barrio napolitano de Scampia, lugar que fue escenario de una sangrienta guerra entre clanes de la Camorra, la mafia local. “La corrupción apesta, una sociedad corrupta apesta, y un cristiano que deja que la corrupción se quede con lo mejor de él, apesta”, afirmó Francisco. “Pertenecen a un pueblo con una larga historia, atravesada por vicisitudes complejas y dramáticas”, dijo el pontífice ante los congregados en el barrio de Scampia. “La vida en Nápoles nunca ha sido fácil, pero nunca ha sido triste. Éste es su recurso más grande, la alegría”. “Scampia es un barrio de Nápoles repleto de problemas, pero también rico en recursos”, explicó por su parte al papa el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo de Nápoles. El papa argentino inició su visita de un día a Nápoles, en el sur de Italia, en un santuario de la Pompeya moderna. Después se dirigió al barrio de Scampia, a donde llegó en el papamóvil, posó en “selfies” con adolescentes y se sentó en una silla rodeado de niños. Tras escuchar los mensajes de bienvenida, el pontífice subrayó la importancia de luchar contra el mal y la injusticia económica y predicó la tolerancia con los migrantes. “Cuando uno no se gana la vida, pierde la dignidad”, afirmó, recordando que en Italia el desempleo juvenil supera el 40%. “Es la tragedia de nuestro tiempo, no podemos quedarnos callados”, insistió. Francisco arremetió además contra los trabajos mal pagados y no regulados: “Eso se llama esclavitud, eso se llama explotación, eso no es humano, no es cristiano”. El papa continuó después hacia la plaza del Plebiscito, en el centro de Nápoles, para celebrar una misa. “Queridos napolitanos ¡no se dejen robar la esperanza! No cedan a las lisonjas de ganancias fáciles o rentas deshonestas”, pidió allí a las cerca de 60.000 personas presentes. “Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes. ¡Que la corrupción y la delincuencia no desfiguren el rostro de esta bella ciudad!”, reclamó. Tras la misa en la plaza del Plebiscito, Francisco se dirigió a la prisión Poggioreale, donde comió con unos 120 reclusos, entre ellos algunos homosexuales, transgéneros e infectados con el VIH. Doce de los reos se sentaron con él a la mesa, entre ellos un argentino. Cuando se marchaba, fue despedido con un cartel que decía: “Un santo en el infierno de Poggioreale”. Francisco rindió también homenaje a la reliquia de San Jenaro, consistente en sangre seca que regularmente se licua en lo que se considera un milagro. Sin embargo, al ser presentada a Francisco, sólo lo hizo parcialmente. “Parece que el santo sólo nos ama en parte”, bromeó Francisco, pidiendo más oraciones a San Jenaro. (AFP/DPA)


ROMA- El papa Francisco condenó ayer la corrupción, el desempleo y la explotación de los trabajadores durante su visita al barrio napolitano de Scampia, lugar que fue escenario de una sangrienta guerra entre clanes de la Camorra, la mafia local. “La corrupción apesta, una sociedad corrupta apesta, y un cristiano que deja que la corrupción se quede con lo mejor de él, apesta”, afirmó Francisco. “Pertenecen a un pueblo con una larga historia, atravesada por vicisitudes complejas y dramáticas”, dijo el pontífice ante los congregados en el barrio de Scampia. “La vida en Nápoles nunca ha sido fácil, pero nunca ha sido triste. Éste es su recurso más grande, la alegría”. “Scampia es un barrio de Nápoles repleto de problemas, pero también rico en recursos”, explicó por su parte al papa el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo de Nápoles. El papa argentino inició su visita de un día a Nápoles, en el sur de Italia, en un santuario de la Pompeya moderna. Después se dirigió al barrio de Scampia, a donde llegó en el papamóvil, posó en “selfies” con adolescentes y se sentó en una silla rodeado de niños. Tras escuchar los mensajes de bienvenida, el pontífice subrayó la importancia de luchar contra el mal y la injusticia económica y predicó la tolerancia con los migrantes. “Cuando uno no se gana la vida, pierde la dignidad”, afirmó, recordando que en Italia el desempleo juvenil supera el 40%. “Es la tragedia de nuestro tiempo, no podemos quedarnos callados”, insistió. Francisco arremetió además contra los trabajos mal pagados y no regulados: “Eso se llama esclavitud, eso se llama explotación, eso no es humano, no es cristiano”. El papa continuó después hacia la plaza del Plebiscito, en el centro de Nápoles, para celebrar una misa. “Queridos napolitanos ¡no se dejen robar la esperanza! No cedan a las lisonjas de ganancias fáciles o rentas deshonestas”, pidió allí a las cerca de 60.000 personas presentes. “Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes. ¡Que la corrupción y la delincuencia no desfiguren el rostro de esta bella ciudad!”, reclamó. Tras la misa en la plaza del Plebiscito, Francisco se dirigió a la prisión Poggioreale, donde comió con unos 120 reclusos, entre ellos algunos homosexuales, transgéneros e infectados con el VIH. Doce de los reos se sentaron con él a la mesa, entre ellos un argentino. Cuando se marchaba, fue despedido con un cartel que decía: “Un santo en el infierno de Poggioreale”. Francisco rindió también homenaje a la reliquia de San Jenaro, consistente en sangre seca que regularmente se licua en lo que se considera un milagro. Sin embargo, al ser presentada a Francisco, sólo lo hizo parcialmente. “Parece que el santo sólo nos ama en parte”, bromeó Francisco, pidiendo más oraciones a San Jenaro. (AFP/DPA)

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