La corrupción y su historia en la política brasileña
Brasil, un país de excepción, atraviesa ahora un momento particularmente difícil de su historia política. La doble condena –por corrupción y lavado de dinero– dictada contra el expresidente Lula no tiene precedentes. Pero demuestra al menos que Brasil tiene un Poder Judicial federal efectivamente independiente, de lo que puede estar realmente orgulloso.
Con frecuencia se oye en el inmenso vecino país una frase que es absolutamente vergonzosa y ha sido atribuida a Adhemar Pereira de Barros, un veterano de la política brasileña que fuera, dos veces, gobernador del estado de San Pablo, en las décadas del 60 y 70. Me refiero al dicho pretendidamente excusador: “Robo pero hago”.
Algunos creen que es una suerte de axioma –central e inevitable– de la política brasileña. Otros, en cambio, piensan que es tan sólo un reflejo más de una realidad dolorosa, muy difícil de cambiar.
Lo cierto es que con esas palabras se refleja la sensación de que, para los políticos, lo importante es hacer y que, si se hace, de pronto puede además haber algún espacio para enriquecerse esquivando la ley y existe hasta una suerte de nociva aceptación popular implícita de esa lamentable y torcida conducta.
Los hechos patológicos se reiteran con frecuencia.
Por ejemplo: el parlamentario federal Paulo Maluf, a los 86 años de edad, acaba de ser condenado a siete años, nueve meses y diez días de prisión, no domiciliaria, sumada a una multa. Esa prisión deberá cumplirse, pese a la avanzad edad del reo, en la cárcel de Papuda.
Maluf es considerado como un símbolo vivo de la corrupción brasileña y como una suerte de encarnación de la impunidad. Pero el camino recorrido por Paulo Maluf en sus largos cincuenta años de actividad política ahora se está cerrando, aparentemente, de manera casi inexorable. Era hora.
Maluf, hijo de fuertes industriales brasileños, tuvo una vida con capítulos despampanantes, como cuando recibiera de sus progenitores, a los 18 años de edad, de regalo un automóvil Jaguar, en recompensa por su “dedicación al estudio”.
De origen, Paulo Maluf militó en la derecha brasileña. No obstante, cual verdadero camaleón, en el 2012 sorpresivamente se afilió al Partido de los Trabajadores (PT), fundado por Lula. Hoy pena, como también lo hace Lula, en los tribunales federales de su país, acusado de corrupción. Increíble.
*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
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