La estética de la tragedia

El estallido del "Hindemburg" en 1937, recuerda las formas esteticamente espectaculares que - a igual que las torres de Nueva York - alcanza la tragedia

Redacción

Por Redacción

El horror, la tragedia, tienen su estética.

El drama, la muerte, el dolor, el desgarro, el color que genera, le dan forma a esa estética tan conmovedoramente real.

Es una conclusión que Eugene Smith siempre se resistió a asumir. Quizá porque le pareció cínica, despiadada.

Por eso, cuando seguía paso a paso como reportero gráfico el periplo de las tropas americanas en el Pacífico, y entre balazo y balazo los soldados le preguntaban que foto se había perdido, la respuesta de Eugene Smith siempre fue la misma:

– El estallido del «Hindenburg»…Pero no sé por qué hubiera querido estar allí – decía Eugene Smith eludiendo mayores expiaciones.

¿Le pesaba desde algún punto de su moral admitir que el horror tiene su estética y que para un reportero gráfico puede ser un motivo único a captar sin que medien emociones paralizantes?

Es posible.

Pero cuando él se refería a la tragedia del «Hindenburg», ponía el acento en uno de los hechos más espectaculares de la primera mitad del siglo XX.

El orgullo del Tercer Reich en su prolongada cadena de zeppelines había comenzado a agonizar el 6 de mayo de 1937 a puro fuego.

No tanto fuego como en las torres de New York. Arrastrando menos muerte, menos conmoción política, consumiendo menos tiempo. Pero terrible.

Un accidente, dice una mitad de la biblioteca.

Un atentado, responde la otra.

Todo sucedió en instantes.

El orgullo de la Deutsche Zeppelin Reederei que fundara en el `35 Hermann Goering y de la cual era accionista Lufthansa, se consumió en segundos sobre al aeródromo de Lakehurst, Estados Unidos.

El «Hindenburg» tenía 240 metros de largo. Pesaba 242 toneladas. El ´90 por ciento hidrógeno. Hidrógeno con sabor a muerte.

Los alemanes habían tenido que apelar al hidrógeno por carecer de gas helio, no inflamable.

Quisieron comprarlo en los Estados Unidos. Pero astutos a la hora de manejar materiales estratégicos, los americanos no se los vendieron.

Los nazis no se achicaron. Los resultados fueron positivos. La confianza ganó la partida. Los planes de Herman Goering no tenían fronteras en una Alemania donde el fanatismo y los sueños imperiales tenían buen abono. En el `35 el «Hindenburg» estuvo listo. Desde Frankfurt se inició el vuelo rumbo a los Estados Unidos. Billete caro. Pocos pasajeros. Pero toda una experiencia. En 60 / 70 horas, se tocaba suelo americano.

Aquel 6 de mayo del `37 el «Hindenburg» se aproximó a la torre de amarre. El trámite se desarrollaba normalmente. Y de golpe, el estallido. Corridas. Muerte. Atentado o descarga eléctrica, la historia no develará ese tema.

El resto fue estética. Por un instante, estética en el color de la noche.

Carlos Torrengo

ctorrengo@rionegro.com.ar


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