La fuente y la sed
“Bebe de la fuente cuando tenga agua, no cuando tengas sed”. La frase es anónima y tiene la virtud del sentido común, propio del refranero popular. Bien le valdría tenerla presente al oficialismo de San Martín de los Andes, en la disputa por el proyecto de estacionamiento medido y arancelado para el casco histórico. La idea nació empujada por el aumento tarifario del transporte público de pasajeros. La gente se queja por frecuentes ajustes del boleto, que no es nada barato: 4,50 pesos para un máximo de 14 kilómetros; más de lo que se paga para recorrer la ciudad de Buenos Aires en subte. El último pedido de retoque de la empresa comprende un 16% en el boleto más cortado, pero es de más del 100% para la tarifa estudiantil. Los concejales saben que tienen que autorizar la corrección cada tanto, por imperio de la inflación y mandato del contrato de concesión, que dispone la revisión periódica de la ecuación de costos. Si bien se admite que el servicio con la nueva empresa mejoró de manera ostensible comparado con la deplorable década anterior, cada vez que los ediles deben decidir sobre un ajuste hay broncas de vecinos y estudiantes. Así, en ese contexto, surgió la opción del estacionamiento medido en un polígono de 27 cuadras del centro, para recaudar fondos frescos que fuesen derivados a morigerar los aumentos del boleto. La idea es discutible pero innegablemente solidaria. Traslada recursos de un sector que se presume más acomodado (los que tienen uno o más autos) a otro que se asume, en principio, más vulnerable (los que están obligados a andar en colectivo). Tomando como base el cobro de una hora al valor equivalente al del boleto máximo, la recaudación anual bruta proyectada sobre más de 600 sitios de estacionamiento sería superior a 5.300.000 pesos (sin discriminar IVA e incluyendo multas a pagar), mientras que los gastos de operar el sistema alcanzarían a 1.700.000. Según el proyecto del kirchnerismo gobernante, la utilidad municipal sería de unos 3.700.000 pesos anuales. Pero antes de explicar el porqué del asunto con claridad, el oficialismo se lanzó a ponerle más de un destino a una recaudación que todavía es mera hipótesis: plata para el boleto, sí, pero también para el bacheo de calles, reposición de cartelería, mobiliario urbano, y hasta para talleres culturales, deportivos, de juventud y educación. Las actividades culturales y sociales que hace la comuna son inestimables, pero parece algo extravagante financiarlas con el estacionamiento, si se asume que ya existe, precisamente, una Secretaría de Cultura, Educación, Deporte y Juventud con presupuesto propio. Luego, no cayó nada bien entre los automovilistas que pagan aquí una de las patentes más caras del país, que se les diga que usarán el cobro del estacionamiento para hacer bacheo y reponer luminarias. Se supone que ya pagan impuestos y tasas para eso y más. En esas actitudes un tanto desesperadas por hacer caja, hay más razones para rechazar el proyecto que en las admoniciones de los hoteleros. Ellos han dicho que el estacionamiento medido va a enojar a los turistas, como si no hubiese esa misma modalidad en otros reputados centros turísticos del país y del mundo, incluso de escala similar a San Martín de los Andes. En fin, el proyecto podría ser muy defendible si se limitase, al menos en principio, a poner al estado como equilibrador de recursos con sentido social. Por caso, subsidiar hasta la gratuidad el boleto estudiantil con lo producido del estacionamiento. Pero estos deslices revelan, en cambio, cierta voracidad fiscal, al modo del bebedor de la frase que abre esta columna, y que confunde la sed con la disponibilidad de agua.
La semana en San Martín
Fernando Bravo rionegro@smandes.com.ar
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