La ley del trueque

ALICIA MILLER

amiller@rionegro.com.ar

Si el diputado nacional –o más bien el representante personal del gobernador Saiz en el Congreso– Hugo «Cacho» Cuevas hubiese votado la ley para modificar el Consejo de la Magistratura a conciencia, tanto él como el partido al cual pertenece se hubieran preocupado por explicar en forma convincente los argumentos que tuvieron para votar.

No es un tema menor. Se trata de una ley que –no sólo fue impulsada por el gobierno de Kirchner con el propósito visible, según muchas opiniones, de manejar a su gusto la Justicia– sino que fue respaldada por Cuevas desobedeciendo instrucciones partidarias, lo que convierte al alguna vez poderoso radicalismo nacional en una patética liga de gobernadores que basan sus decisiones en ser «pragmáticos».

Nadie expuso argumentos. El gobernador Saiz, que pontificó esta semana sobre la lealtad partidaria interna diciendo que «dentro del partido todo, fuera del partido nada», participó el jueves de una reunión con el presidente para recibir lo que aparentemente es la contraprestación por el voto del representante rionegrino en el Congreso.

Tanto Kirchner como Saiz parecieron tomar muy en broma la cuestión y se intercambiaron bromas respecto de la decisión del diputado Cuevas de sumarse a otros radicales en contra de la decisión de su partido y a favor de la del presidente.

Es probable que, como aseguran algunos allegados, el voto de Cuevas no haya sido una exigencia de Kirchner sino un gesto de Saiz tendiente a destrabar el «bloqueo» que le vedaba el ingreso a la Casa Rosada, y del cual responsabilizaba al senador peronista Miguel Pichetto.

De uno u otro modo, para quienes consideran legítimo que los gobernadores privilegien los intereses de sus provincias antes que los intereses de su país, el papel que cumplieron varios mandatarios provinciales en el episodio del Consejo de la Magistratura quedará como una demostración de astucia política y de pragmatismo. (Eso, siempre y cuando fueran los intereses provinciales y no su propio futuro político personal aquello que los desvela).

Otra visión menos optimista considera que, si en el Congreso nacional las leyes se votan de acuerdo con los aprietes del gobierno nacional y las especulaciones de los gobernadores, el destino de esa institución –ya bastante desprestigiada– la convertiría en una rueda inútil y corrupta, aunque el soborno no sea en bienes personales sino en favores políticos.

Sin embargo, lo mejor para la calidad institucional del país sería que los diputados y senadores privilegiaran sus propias convicciones o las del partido al que pertenecen, a los intereses coyunturales de los gobernadores provinciales.

Es posible que para Saiz o para Cuevas sea más importante el asfalto de la ruta 23 ó 10 millones de pesos para el fondo frutícola que la posibilidad de que el país tenga una justicia independiente. Es difícil compartir este criterio, y más difícil es compartir que sea divertido obrar con esos parámetros morales. La tarea de gobernar debería ser algo más que un tire y afloje de prebendas, y los fondos del Estado deberían ser orientados en función de criterios más elevados que intereses político-personales.

Hay quienes consideran que este tipo de manejos son expresiones para asegurar la gobernabilidad, y los diferencian de los sobornos que supuestamente pagó De la Rúa a los senadores para votar la ley laboral.

En realidad, hay una diferencia en el beneficio que recibe un parlamentario sobornado y un gobernante que negocia dinero u obras para su provincia. Pero desde el punto de vista del Congreso es exactamente lo mismo. Uno y otro son formas destinadas a torcer la opinión de representantes del pueblo y obtener mediante un ardid la aprobación de una norma.

 

Abierto el libro de pases

 

Saiz lanzó su línea interna «+ Rojo»: un nombre que, aseguran, fue decidido tan en soledad como sus medidas de gobierno. Hay quienes toman el «MAS» como una referencia a sus iniciales, y en ello leen otra señal de encapsulamiento que lo alejaría de toda idea de integración y dificultaría sus posibilidades de reelección. De ser así, arrastraría consigo a Opción Radical.

Por otra parte, la emigración al Frente para la Victoria del intendente de Bariloche, Alberto Icare, ya parece un hecho. Así lo confirman sus propios dichos, las reuniones mantenidas con Pichetto y con Julio Arriaga y su decisión de que técnicos de su partido vecinal participen de las reuniones programáticas que realizará el sector desde abril, para diseñar el programa de gobierno de una eventual gestión 2007-2011.

Costaría saber si la mudanza de Icare resiente más al gobernador Saiz o a sus opositores internos. Para Saiz es un fracaso de gestión, ya que el barilochense argumenta que se va porque lo maltrataron. Para la COR de Mario De Rege y José Luis Rodríguez, es un golpe a su proyecto a futuro de integrar un Frente multisectorial que adhiera al kirchnerismo pero desde una óptica más federalista y provincial.

Precisamente por eso, el viernes, José Luis Rodríguez virtualmente lanzó su precandidatura a gobernador, tratando de neutralizar el impacto de la pérdida. Lo hizo pese a que para su amigo De Rege lo de Icare aún no está resuelto. De todos modos, ambos saben que si Saiz ratifica que la interna para definir la fórmula para el año próximo será en junio o julio de este año, se verán en problemas siquiera para aspirar a presentarse con una estructura provincial.

Dentro del Frente, la llegada de Icare calma la ansiedad de Arriaga, mejora la situación relativa de Pichetto, pero pone nerviosos a los peronistas de Bariloche –que tendrán que repartir decisiones y cargos con la gente de SUR– y, por lo visto, también a Carlos Soria, tal vez porque le quita el rol de ser la indispensable tercera base de sustentación del sector.

Arriaga sigue pensando en sumar a De Rege, para mejorar su propia capacidad de negociación y, tal vez, soñando que –con peso propio y encuestas a favor– el presidente lo bendiga como su candidato, algo que por ahora suena descabellado.

Pero De Rege y Rodríguez lo tienen también en su agenda para conformar el tan mentado frente «transversal».

Así, los límites de los dos movimientos mayoritarios se desdibujan casi hasta diluirse por completo. El libro de pases sigue abierto –y todo parece indicar que lo estará por un tiempo más–, son frecuentes las reuniones cruzadas… y lo que hoy parece trasnochado mañana podría ser realidad.


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