La maldición de los recursos naturales

En algunos países, la explotación de recursos naturales con un beneficio social es una bendición que les permite ser exitosos como Noruega o una maldición como Angola.

“Hay países que tienen recursos y fracasaron económicamente. Eso se llama la maldición de los recursos naturales. Muchos de los grandes países exitosos no tienen recursos, porque el crecimiento está basado en el sacrificio, el esfuerzo y la prudencia”. Ricardo Arriazu es economista, hizo un estudio sobre el impacto de Vaca Muerta en el Producto Bruto Interno e indicó que equivaldría a 150 años de cosecha de granos para el país.

Su diagnóstico lo escucharon atentamente dos Gutiérrez, el gobernador, Omar, y el presidente de YPF, Miguel. En un panel que organizó el diario “La Nación”, el primero dijo que lo mejor que le podía haber pasado a Vaca Muerta era que ganara las elecciones porque, razonó, se despeja la variable electoral.

El segundo se esforzó por dar un discurso alentador, dijo que en la decisión de invertir en La Amarga Chica con Petronas no intervino el factor electoral sino el interés de hacer negocios. No pudo esconder que debió revertir inversiones de 80 millones de dólares por los cambios en la resolución 46 y que hay expectativa por mantener el precio del gas a 4 dólares.

El 13 de diciembre de este año se cumplirán 112 años del descubrimiento del petróleo, 84 de los cuales el país importó hidrocarburos sin lograr el autoabastecimiento.

La Provincia es dueña del recurso, tiene poder de decisión cuando firma un contrato de concesión, pero tiene las manos atadas cuando se resuelven cuestiones macroeconómicas como la limitación de un subsidio o la regulación de la exportación que genera un efecto sobre las ventas en el mercado interno.

De un año a otro la provincia incrementó la cantidad de personas que están bajo la línea de pobreza mientras se auspicia la migración a Vaca Muerta.

De todas formas recibe, a cambio, cuantiosos recursos que le permitieron el año pasado no recurrir a nuevo endeudamiento para alimentar la maquinaria estatal y hacer gala de un cierre fiscal sin rojo. Los votantes hicieron una evaluación positiva del comportamiento del actual gobernador y lo premiaron con un cheque a cuatro años más.

Lo que la campaña electoral dejó sin cumplir es un debate a fondo sobre cómo generar economía por fuera de los hidrocarburos para que la provincia se acerque más a Noruega, como es el sueño de Jorge Sapag, sin la inevitable tendencia de parecerse a Angola, un mendigo sentado en un banco de oro, como dice el dicho.

Hace tres años cuando la provincia no se había hecho “resolución46dependiente”, el 34,5% de la población era pobre. El número bajó sensiblemente en 2017 aunque el año pasado comenzó a trepar peligrosamente. De un año a otro casi 18.000 neuquinos están por debajo de lo mínimo que debe ganar para no ser pobre. Es cierto que el índice es más bajo que la media nacional. Pero es cierto también que hace dos años se hacían 200 fracturas por mes y ahora son 700. Hubo más actividad y más pobreza.

En al menos una de las grandes empresas de servicio petrolero se admitió un recurso legal para permitir la suspensión transitoria, por este año, del personal. Se supone que el efecto cascada a las pymes puede ser devastador sin que “llegue el malón” de empresas de Córdoba, Rosario o Buenos Aires.

La petrolera YPF apuró anuncios de inversión en no convencionales pero admitió que sufrió un revés por la baja del subsidio al gas que impuso Nación.

Tecpetrol agita el fantasma de llevar el reclamo por el recorte del subsidio al gas a tribunales internacionales.

La fabulosa renta petrolera cuyo monto hizo agua la boca a los candidatos que retaron la gobernación al MPN el mes pasado sirve para mantener un esquema de subsidiariedad pero por tradición no por estricta necesidad. De esta forma los recursos naturales que están en la formación no convencional pueden transformarse en una maldición.

Hay una burguesía elite cuya formación es intrínseca al poder dominante en la política y ésta, en su necesidad de continuidad, prefiere gastar a cuenta su cheque antes que optimizar el funcionamiento estatal.


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