Marcelo Berbel: hace 20 años que nadie describe el paisaje como él

El aniversario de su partida motivó homenajes en distintos puntos de la región, sumados a la difusión de su biografía. Pero los pasos del músico no sólo marcaron tierra neuquina: del lado rionegrino, en Allen, encontró amistad y sembró generosidad. Las anécdotas de tres vecinos lo pintan en esencia.

“Cuando en las primeras 24 horas tuvo una interesante mejoría, pude estar con él charlando y riéndonos. Me dijo, ‘cuando me ‘desocupe’ de esto ya vas a ver que me pongo enseguida a escribir’”, recordó en diálogo con RÍO NEGRO, Marcelo Piñeiro. Este músico había trabajado con su tocayo, que por aquellos días de abril de 2003 se encontraba internado en el cuarto piso del Policlínico Neuquén.

Lamentablemente, ese recuerdo se convirtió en parte de la despedida, porque Don Berbel no pudo reponerse de la afección cardíaca y pulmonar que lo aquejaba. Pero hoy a la distancia esa anécdota deja ver con qué actitud él se tomaba las cosas. Y por qué no, la esperanza que le daba pensarse delante de sus cuadernos, fieles compañeros de su puño y letra, donde conjugaba halagos para su tierra, como sólo él sabía hacerlo. Estaba por cumplir 78 años.

“El de las manos abiertas, por donde se asoma el niño”,

le dedicó José Larralde, que vino a Neuquén para despedirlo.

La partida de este referente, que soñó ser “el poeta de la provincia” y lo consiguió, derivó en tres días de duelo oficial. Sus allegados, vecinos y seguidores pudieron darle el último adiós en el salón verde del Concejo Deliberante, por ser ciudadano ilustre de Neuquén capital. Pero los recuerdos de su familia lo muestran como alguien a quien no le gustaba caer en la melancolía, a pesar de ser muy sensible. Cuando las charlas en el hogar se tornaban complejas por algún recuerdo doloroso, él los sorprendía con alguna payasada ocurrente, para aflojar las caras largas. Y en sus últimos días, a pesar del estado delicado, en vez de lamentarse preguntaba si le habían regado las plantas y se reía por los tubos que tenía conectados.

Foto: Archivo Diario Río Negro.

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Como se sabe, el músico y compositor nació el 19 de abril de 1925, en Plaza Huincul, siendo el segundo de 10 hermanos. Comenzó a leer y escribir, origen de su oficio, en el colegio N°22 de esa ciudad. Sobre esa parte de su vida, en una entrevista para el programa “Interior Neuquino” en 1987, Don Marcelo dijo tener “escasa escuela primaria”, pero eso no le impidió componer versos desde los siete años y sumarle música a los doce. Ya en la vejez, en conversación con RTN, seguía renegando de la ortografía, afirmando que jamás pudo entender o memorizar por qué algunas palabras iban con “B” o “V”. Sin embargo, en la misma charla, maravillaba a la notera con sus explicaciones sobre diptongos, rimas, versos y la forma en que le ponía melodía a sus letras: “Que entre una palabra en una nota”, se proponía a veces.

Fue hijo de Juan y nieto de Ramón, dos inmigrantes que llegaron en 1913, desde Larolla, provincia de Almería, España. Viajaron atraídos por los trabajos de la compañía Tierras del Sud, que construía el dique Ballester. Todo muy similar a otras historias, hasta que la determinación de Juan hizo que el destino cambiara. Su padre había decidido que volvieran a Europa, pero estando en Buenos Aires (¡a 1200 kilómetros!), el jovencito se escapó en el puerto. Solo en la gran ciudad, ingresó en los Ferrocarriles del Sud en 1918, como “trabajador golondrina”. Gracias a eso volvió al Alto Valle, pero esta vez terminó en Allen.

Aquí, su sangre europea se fusionó con la estirpe indígena de María Teresa Arriagada, que pertenecía a la familia Puel. Ella nació en Espinazo del Zorro, camino a Aluminé, zona que Berbél nombra en “Cuesta del Rahue”.

El vínculo con Allen


El paso de los Berbel no sólo marcó tierras neuquinas. Allen fue el lugar donde el matrimonio de Juan y María Teresa se formalizó. También fue cuna para el nacimiento del primer hijo, Vicente Luis, en 1922. Allí vivió Marcelo, durante unos años, cuando se mudó con su hermana Ceferina a la casa de su abuela. Compartieron con ella hasta que la mujer falleció, a fines de la década del ‘30. Él tenía 12 años.

Y a Allen volvió Berbel para casarse también, a los 23, en 1948, con Rosa Edith Rodríguez. Su compañera de vida, conocida como “Chita”, oriunda de Chos Malal, fue el pilar en su familia para que todo funcionara, en la vida y en el escenario. Hoy descansan juntos en el cementerio parque “Jardín del Recuerdo”.

«¡Mirá que va a venir Berbel!»


Todos esos lazos hicieron que siempre encontrara un buen motivo para regresar. 31 años después, una foto en la FM Líder 94.1, de barrio Norte, es muestra de eso. Ya peinando algunas canas, se lo ve micrófono en mano en el programa que se emitió para celebrar las 100 emisiones del ciclo “Argentina Canta Así”, en diciembre de 1992.

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Enfocado en el folclore y el tango, era conducido por Miguel Vila y Francisco “Pancho” Solar, con Mario Villasuso y Marcelo Rodríguez como operadores. Berbel llegó predispuesto, luego de la invitación de Solar, que lo conocía de Neuquén por haber atendido a su familia como enfermero en el Hospital “Castro Rendón”. Allí forjó la confianza para pedirle que vinieran, junto a su hija Marité. Sin dudarlo, Marcelo aceptó, pidiendo que pongan fecha y hora, para grabar la promoción en un cassette, en LU 5. Cuando “Pancho” volvió con la noticia, Miguel no le creía, pero fue realidad. ¡Inolvidable!

Años más tarde, entre 1997 y 1998, dos hojas tamaño oficio con su firma sellaron el recuerdo de la amistad que lo unía con otro vecino. Se trata de Aldo Babaglio, tradicional relojero llegado desde Viedma, que está por cumplir 90 años. En ese regalo, Berbel le dedicó un tango y vals que había escrito pensando en Allen. (Letra al final de la nota)

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Como en un telar, entramó sin errarle cada una de las referencias que lo marcaron: el Club Unión Alem Progresista, el silbato de las fábricas que llevaban el ritmo del pueblo, las campanas de la Escuela, la capilla demolida, el paso del lechero y los carros con rollizos, bañarse en el canal hasta que los corría el tomero. No faltaron la calesita, las yeseras, los bulevares del ingreso por calle Irigoyen, las acequias que surcaban las veredas y el cese del tren que dejó de traer pasajeros.

Con Babaglio se habían conocido también en LU5 en 1957, cuando participaron en el concurso de talentos “El micrófono es suyo”: ambos ganaron en su categoría, Berbel y su conjunto; y Aldo, recitando. Recuerda que en esos años, en medio de la visita del importante grupo mendocino “Los Andariegos”, Marcelo los invitó a su casa en el barrio militar, a comer empanadas. Allí les mostró el talento de sus hijos, Hugo y Néstor, y pasaron tiempo estudiando la partitura de “La Pasto Verde”, que luego la banda se llevó a préstamo.

El Ejército y la música


Después de vivir unos años con su abuela en Allen, Berbel volvió a Plaza Huincul, donde trabajó un tiempo en Geología de YPF, para luego ingresar como voluntario en la banda de música del Ejército, en Covunco. Tenía 17 años, por lo que debió firmar con el consentimiento de su padre. Años después reconoció que le debía sus conocimientos musicales a la carrera que pudo elegir allí.

Su legajo de aquellos años daba cuenta de sus inicios como ‘voluntario de 5°’, que ya sabía manejar automóviles y que gustaba de nadar, andar en bicicleta y a caballo. Reconocían su inteligencia y capacidad de estudio, algo que debía aprovechar poniendo más empeño en mejorar su conducta. Cinco años después, en 1947, ya valoraban que era sobresaliente su ejecución y teoría de la música, con un solfeo distinguido. En 1958 fue ascendido a sargento primero músico y durante su desempeño ejecutó tambor, fliscorno contralto en mi bemol y trombón bajo en fa, rindiendo exámen hasta en Buenos Aires. Esos instrumentos de viento, sumados al riguroso clima, le afectarían la voz y la garganta para siempre. Fue operado dos veces por ese motivo.

Llegó con su esposa y dos de sus cuatro hijos a Neuquén capital, en 1954, tras pedir el traslado para continuar sus estudios de música. En 1962 formó el dúo autoral con el neuquino Milton Aguilar, poeta, periodista y locutor, para retirarse del Ejército en 1968.

Foto: Archivo Diario Río Negro.

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Años de carrera, guitarra en mano


Foto: Archivo Diario Río Negro.

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La nota más antigua que guarda el Archivo de RÍO NEGRO sobre Berbel data del 12 de Noviembre de 1966, cuando lo destacaban como el autor de “La Pasto Verde”. La entrevista tuvo lugar en el marco del Día de la Tradición. A un costado del texto, la foto ilustra a un Marcelo joven, de fino bigote, saco y corbata, que convocaba a la sociedad a “ahondar más en las ricas tradiciones de nuestra tierra (…) para ponernos a la altura del resto de las provincias argentinas (…) frente al asedio del comercio cultural de radios, televisión y revistas de inspiración extranjerizante”.

Entre 1969 y 1977, se mudó a la Capital Federal con su familia, para acompañar la carrera de Néstor y Hugo, que había empezado en 1959. Siendo una adolescente, en 1972, Marité tomó la posta que dejó Néstor. Concluida esa etapa en Capital Federal, Marcelo regresó a Neuquén y nunca más se fue.

Su nombre en Casa de Las Leyes


El mes de abril combina fechas muy sensibles para la familia. “Es un mes berbeliano, donde pasan cosas muy fuertes y muy lindas”, dijo Marite en una charla con FM Futura, de La Plata.

Este año se conmemoró el 20° aniversario de la muerte de Don Marcelo el pasado domingo 9; el 10 bautizaron el anfiteatro de Casa de las Leyes (Neuquén capital) con su nombre, el 19 era su natalicio y ese mismo día fue elegido para inaugurar una estatua alusiva en su pueblo natal.

Y como si las casualidades existieran, el próximo sábado 22 será momento para que sus canciones vuelvan a escucharse en vivo en Allen, algo que no pasaba hace 15 años. El Teatro Esquilo los recibirá, en su escenario de calle Don Bosco 470.

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Historia y legado


Muchos de los datos pocos conocidos de esta nota surgen del libro publicado por la licenciada y profesora Lorena Giuliani, y que fueron ratificados por la familia del músico. Oriunda de Gálvez, Santa Fe, pero instalada en Neuquén capital, ella se decidió a escribir la biografía después de tocar acompañando a Marité.

Giuliani presentó ese trabajo de investigación como parte de su tesina, pero luego quedó plasmado también como libro.

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Realizaron presentaciones por toda la región, junto a la Orquesta Sinfónica de Neuquén, perteneciente a la Fundación BPN. “No sólo las obras eran acogidas con fervoroso entusiasmo, sino que en la mayoría de los conciertos el público era conocedor de sus letras y acompañaba a la intérprete”, recordó. ¿Cómo no escribir de qué se trataba esa conexión entre el músico y la gente?

Lorena presentó ese trabajo de investigación como parte de la tesina de la Licenciatura y Profesorado de Violoncello en la Universidad Nacional de Rosario, pero más tarde la labor quedó plasmada también como libro, bajo el título “Marcelo Berbel: historia y legado”, en 2021. Lo pudo mostrar, entre otros eventos, en la Feria del Libro 2022 en Cipolletti.

Canciones dedicadas a Allen


“MI PUEBLO VALLETANO” – Marcelo Berbel (Vals)

Bulevares que anduve alguna vez, los vuelvo a ver,
por Valle entre bardas, desde el río
a la sombra, frutal de los chacrales
por gozar la humildad del pueblo mío…
a la sombra frutal de los chacrales,
ahora que anda amagándome el olvido.

En las sierras las yeseras, entre el verde jarillal,
más abajo las ausencias sin regreso
y el recuerdo querido de una iglesia
que me llega vagamente de muy lejos…
y el recuerdo querido de una iglesia,
que arrasara la piqueta del progreso.

Estribillo:
Dos canales te siguen murmurando
y aún te duele el silencio de las vías
las acequias de otro tiempo parecieran
llorar bajo el cordón de la vereda.

Por ahí salen cosas idas a mirarme
en los ojos de una antigua primavera
con perfume de muchacha pueblerina
por la plaza o en el patio de la escuela.

En la esquina una quinta solariega, hoy sin amor,
y el duende del verano en los parrales
entre sueños la cancha de paleta
y un baldío que fue ayer galpón de empaque.
Entre sueños la cancha de paleta
y la siesta empedrada de la calle.

Se me antoja un rumor de aserraderos, por ahí,
y algún verso secreto en soledades
el chirriar de la vieja calesita
donde niño jugaba por las tardes…
el chirriar de la vieja calesita
y el reproche plañidero de mi madre.

TANGO (Sin título) – Marcelo Berbel

En el tiempo de Alem y Progresista
de la luz que se apagaba a medianoche,
de salir asombrado a la vereda
por sentir un motor y ver un coche.

El silbato de la fábrica, temprano,
las campanas de la iglesia y de la escuela
regenteaban del pueblo los horarios
y el inicio del aula y las tareas
.

Estribillo:
Eran de tierra gredosa y pedregullo
las calles de aquel Allen tan lejano
que la lluvia tristona del invierno
dormía en el salitre por los charcos.

Quisiera ver cada vez que ando esas calles,
así como entre sombras, algún carro
presentir la campana de la escuela
parado en las esquina de otros años.

Era tiempo de chatas recargadas
con rollizos, con fruta o matacebo,
del charré y los cascabeles que sonaban
de mañana con el silbo del lechero.

Y en la siesta del verano en los canales
disparando del milico o el tomero
se mojaba el corazón y en un picado
atajando la niñez… jugué de arquero.


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