Un yerno, su suegro y el proyecto que terminó en lo que hoy es Villa Regina

En este mes de Julio se cumplieron 100 años de la transacción que permitió iniciar los trabajos, mucho antes de la fundación del pueblo. El Museo local lo celebró con desfile de época y obra de teatro, entre varias actividades, para resignificar cómo fue el proceso.

Remontarse atrás en el tiempo, al origen de los pueblos en nuestro Valle, nos lleva a pensar en beneficios que a la mayoría de la población no le tocaban, ni de cerca. No fue fácil traer fertilidad al suelo desértico, de eso no cabe duda. Y genera admiración dimensionar cómo con la escasa tecnología de la época lograron estimaciones a gran escala, como con las crecidas, el dique “Ingeniero Ballester” y el preciso sistema de canales de riego. Pero los vínculos familiares y los contactos en Buenos Aires y Europa eran determinantes, de otra manera, a los sueños los tapaba la polvareda.

Después del despojo y el reparto de hectáreas que significó la Campaña al Desierto, tomaron peso los terratenientes. “No había pequeños o medianos propietarios y la gente común no tenía cabida en la vida política, sin representación ni padrón electoral”, explicó el Museo de Villa Regina en el repaso histórico que elaboró al respecto.

El abogado, político y escritor salteño, Manuel Zorrilla, casualmente secretario de Nicolás Avellaneda y del presidente Julio A. Roca, fue el que recibió la cesión de 15 mil hectáreas en el entonces territorio nacional del Neuquén, actualmente parte de la provincia de Río Negro, en 1909. De allí surgieron Godoy y Villa Regina. ¿Pero cómo se llegó en ese proceso a la fundación de la “Perla del Valle”? Con mucha agua cruzando debajo del puente, retrocediendo a 1898. A eso debieron sumar tiempo, viajes, contactos y dinero.

El ingeniero César Cipolletti fue el primero de su familia en pisar tierras patagónicas. A él se le había encomendado “el estudio general de la regulación de los ríos Negro, Limay y Neuquén”, datos que abrieron la posibilidad de prever y planificar el desarrollo. Cumplida la misión, Cipolletti había vuelto a Italia, pero el Gobierno argentino le pidió que dirigiera las obras que había propuesto en el primer trabajo. Lamentablemente murió viajando en ese barco que lo traía con su familia y su equipo de trabajo, entre los que venía su discípulo y colega, Felipe Bonoli.

El ingeniero César Cipolletti, el encargado de las mediciones que permitieron el desarrollo de la región.

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Acá es donde aparece la influencia de los vínculos en los proyectos y negocios, porque el futuro fundador de Regina estaba comprometido con la hija de Cipolletti y tras la muerte del jefe de familia se casó con Benedicta, en Roma, después de ese primer viaje al río Negro. Así de lejos se fue gestando el camino que derivó en el nuevo pueblo.

Un amigo del suegro, ex ministro de obras públicas de Mendoza y colega, Molina Cenit, le hizo el contacto a Bonoli con la viuda de Zorrilla, Flora Labougle, y sus hijos. Así la compra de las 5 mil hectáreas que tenía en mente fue posible, aprovechando los cálculos que había hecho su suegro para esta región. Como figura en el boleto de compraventa, ambas partes, por ese entonces, tenían dirección legal en Buenos Aires, donde perdura la decoración y aspecto del edificio en el que vivieron los Bonoli.

Si bien la familia también pasó por Mendoza, Córdoba y General Roca, se diferenciaron de otros fundadores porque luego se radicaron en Regina, es decir que efectivamente vivieron en la tierra que quisieron urbanizar. La sede del Museo fue justamente su hogar hasta 1931. La Compañía Ítalo Argentina y los inmigrantes de la colonia agrícola hicieron el resto.

El evento que recordó todo este proceso llenó de recuerdos esa vivienda, que hoy sigue en pie en la esquina de calles Uruguay y F. Sánchez. Representaciones teatrales y un desfile con la moda de época sirvieron para viajar una vez más en el tiempo. Pero esta vez, el broche de la conmemoración fue la entrega de reconocimientos a los descendientes de Juan Maria Mion y su familia de picapedreros, junto a familiares del yugoslavo Juan Vitulich, dedicado a los cultivos, quienes acompañaron al ingeniero Bonoli en su sueño, hace 100 años.

“Todos esperan el 7 de noviembre, pero impulsamos esta previa del aniversario porque enmarca el contexto en el que surge la ciudad y deja a la vista todo lo que Bonoli logró con dinero propio, para concretar el proyecto que había empezado con su suegro”, valoró Magalí Catriquir, museóloga a cargo del rescate histórico.

Así conmemoraron la efeméride este año, con teatro y ropa de época – Foto: Museo Bonoli.

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Familiares de Vitulich, tras la entrega de un certificado de reconocimiento. Foto: Museo Bonoli.

Remontarse atrás en el tiempo, al origen de los pueblos en nuestro Valle, nos lleva a pensar en beneficios que a la mayoría de la población no le tocaban, ni de cerca. No fue fácil traer fertilidad al suelo desértico, de eso no cabe duda. Y genera admiración dimensionar cómo con la escasa tecnología de la época lograron estimaciones a gran escala, como con las crecidas, el dique “Ingeniero Ballester” y el preciso sistema de canales de riego. Pero los vínculos familiares y los contactos en Buenos Aires y Europa eran determinantes, de otra manera, a los sueños los tapaba la polvareda.

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