La revancha de los commodities

RICARDO MATíAS TADDEO (*)

Recuerdo mis años de estudiante en la Facultad de Ciencias Económicas de la Ciudad de La Plata, eran los años de la década del 60 y los primeros de los 70. En las clases de economía se hablaba mucho de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), de la presencia como secretario general de la misma del economista argentino Dr. Raúl Prebisch (1901-1986) y de las teorías que se propugnaban desde allí para mejorar las condiciones de vida de los países latinoamericanos. También se hablaba de la tecnificación de los países del Primer Mundo, del valor cada vez menor de las materias primas con respecto al de los productos elaborados, de la situación de los países latinoamericanos exportadores de materias primas sin valor agregado, del retraso de estos países en materia de educación, salud y nivel de ingresos per cápita, etcétera, y admirábamos el resurgimiento de Alemania y el desarrollo de posguerra de Estados Unidos y Japón. Había libros de Celso Furtado (1920-2004), destacado economista y sociólogo brasileño que supo trabajar en la Cepal junto a Raúl Prebisch y tuvo gran influencia en las políticas económicas de Brasil. En sus trabajos, Furtado analizaba y exponía la situación de los países latinoamericanos y proponía cambios de fondo en las políticas de gobierno. Pero la mayor incidencia en las políticas económicas de esos años en toda Latinoamérica salió de la Cepal, que con asiento oficial en Santiago de Chile fue poco a poco ocupando los espacios de pensamiento de los gobiernos de la época. Las teorías con que la Cepal incidió más fuertemente salieron de la usina de ideas del Dr. Raúl Prebisch y sus colaboradores. A partir de un modelo centro-periferia en el que agrupaba, en ese centro, los países desarrollados con influencia en los periféricos y en la periferia a los dependientes de esa economía, fueron dos las teorías que más incidieron: a) la del deterioro de los términos de intercambio y b) la de sustitución de importaciones. Aclaremos un poco la terminología. “Commodity” significa mercancía, pero en sentido estrictamente económico no todas las materias primas son commodities: esta clasificación se refiere a materias primas a granel, sin diferenciación y de muy bajo o nulo valor agregado, e incluye los cereales, los minerales, los metales preciosos y algunos productos con elaboración muy primaria. Son fungibles o sea reemplazables por otros de igual característica, y no tienen marca que los diferencie. Llevados al campo financiero se opera con ellos en el mercado de futuros. El deterioro de los términos de intercambio enfatizaba la relación decreciente del valor de las materias primas con respecto al valor de los productos elaborados y cómo año a año, con series estadísticas, era demostrable el efecto negativo que ello producía en los países exportadores de materias primas. La consecuencia era que los países debían producir más cada año para mantener el nivel monetario de sus exportaciones o tratar de agregar valor a las exportaciones para hacerlas más valiosas. La sustitución de importaciones era un tema más complejo, pues no siempre los países pueden producir todo lo que necesitan, ya sea por incapacidad tecnológica, por falta de capital o porque los costes son exorbitantes con respecto a los precios internacionales del mismo producto. Por ello este tema demanda un análisis profundo y práctico, evitando cerrar la economía totalmente y orientando la producción hacia aquellos rubros en los que se tenga ventaja competitiva. No fue lo que ocurrió, varios gobiernos se lanzaron a sustituir importaciones con un análisis elemental e incompleto de sus posibilidades. Durante varios años critiqué las políticas de sustitución de importaciones, posiblemente porque al ver su errónea aplicación me convencí de que era una barbaridad cerrar la economía al mundo y pretender hacer todo en casa. Culpaba al Dr. Raúl Prebisch por sus teorías que no generaban riqueza real sino aislamiento, con mayor razón al ver que para proteger la producción interna los países imponían altos aranceles de importación a la entrada de productos similares, perdiendo competitividad en los mercados internacionales. También incidió la política de los países centrales que, al verse afectados por la imposibilidad de exportar a los periféricos, tomaban represalias limitando la importación de productos desde ellos y subsidiando sus exportaciones, con lo cual el ciclo virtuoso de la producción propia se rompía por la base. Más tarde comprendí que el error no estaba en la formulación de la teoría sino en la aplicación de la misma; fue notable cómo los gobiernos enrolados en esta idea malgastaron sus recursos y el crédito sin alcanzar los resultados esperados. Las predicciones del deterioro de los términos de intercambio se cumplieron durante varios años pero luego, desde finales de los 70, las nuevas tecnologías fueron logrando mayor productividad, por lo que necesitaban imperiosamente abrir nuevos mercados y para ello los productos tenían que ser más accesibles a economías de menores recursos. Posteriormente apareció una mayor demanda de materias primas-commodities en el mercado mundial, siendo la más destacada la generada por China que, con su ingreso a los mercados mundiales y toda la energía que significa tener más de mil millones de habitantes necesitados de todo y también dispuestos a producir y vender al resto del mundo lo que sea, conmovió la estructura de los negocios internacionales. La entrada de China y otros países tales como los provenientes de la disolución de la Unión Soviética en 1989 modificó el escenario del comercio internacional generando una fuerte presión de demanda sostenida sobre los productos primarios y elevó considerablemente sus precios, favoreciendo a los países exportadores de esos productos. Esta nueva situación generó “la revancha de los commodities”, cuyos precios revirtieron la curva del “deterioro de los términos de intercambio”. Eso ocurrió en la Argentina: desde el 2002 hasta el 2009 nuestras exportaciones triplicaron su valor y sostuvieron una balanza comercial significativamente positiva. Debemos entender que ello nada tuvo que ver con las políticas nacionales anteriores ni posteriores a esa fecha; fue porque el valor internacional de nuestras materias primas alcanzó niveles únicos en la historia del comercio internacional. Gracias a nuestra capacidad de exportación de commodities fue posible salir de la crisis propia que había alcanzado su peor nivel en el 2001 y afrontar la crisis internacional del 2008 que todavía persiste. También debemos reconocer que gracias a nuestra incapacidad política y empresarial para producir productos de alta calidad a precios competitivos no tenemos el nivel de presencia que debiéramos en el mercado mundial de productos elaborados. ¿Qué debería hacer la Argentina de aquí en más? Pues abocarse a lo que puede hacer mejor: alimentos elaborados, o sea industrializar alimentos con las excelentes materias primas que hoy exporta. Orientar el crédito hacia allí, las políticas de fomento hacia allí; facilitar la entrada de capitales que quieran desarrollarse en esos rubros, etcétera. Sería brillante que las retenciones a la exportación se aplicaran al desarrollo de la industria de los alimentos y no a subsidiar el gasto público. Esto no quiere decir dejar de lado otros rubros industriales en los que la Argentina pueda ser competitiva; sólo prioriza y enfatiza que en los alimentos está el tesoro del futuro de este país. El planeta necesita alimentos desde siempre y en forma creciente; dado que la población mundial crece a razón de 500 millones de personas cada diez años no hay riesgo de caída de la demanda. Si las políticas y las inversiones hubieran estado orientadas en este sentido desde hace 50 ó 60 años, la Argentina sería hoy lo que supo ser a principios del siglo pasado, una de las diez naciones más ricas del mundo, tendríamos los mejores alimentos elaborados, los mejores medios de conservación y transporte, una clientela de países que necesitan alimentos pues solos no pueden abastecerse, un desarrollo de alta calidad de todas las industrias relacionadas y, por supuesto, una balanza comercial favorable muy superior a la que tenemos. Es hora de aprovechar la coyuntura y hacer, no de dormirnos sobre los precios actuales de los commodities ni vanagloriarnos de la suerte que hemos tenido. No sea cosa que la revancha de los commodities se acabe y volvamos a estar como antes. (*) Consultor. Empresario rmtaddeo@yahoo.com


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