La sombra de la conspiración

Miguel Bonasso ha publicado un libro esencial para el periodismo argentino de investigación. Polémico y desacralizador. Cuando todavía era una galera, sus páginas llegaron a las oficinas del poder. "Don Alfredo" plantea una mirada distinta sobre la figura de Alfredo Yabrán y la muerte de José Luis Cabezas.

Comenzó a trabajar en el libro con una idea clara de quién era quién en el escenario de los hechos. Un rostro ancho, casi brutal, unos ojos azules y fríos, acompañaron a Miguel Bonasso durante todo el trayecto que duró la investigación de «Don Alfredo».

El rostro culpable de Alfredo Yabrán. Pero a medida que pasaban los meses todo terminó por complicarse.

Bonasso tuvo que aceptar, a la luz de sus datos, que las flechas indicaban hacia lugares hasta ese momento inexplorados. Las señales presagiaban la tenebrosa sombra de la conspiración. En seis meses consiguió elaborar un libro clave dentro del periodismo de investigación vernáculo. «Don Alfredo» es una historia policial, poblada de siniestros personajes, hombres del poder y gargantas profundas, tan apasionante como un relato de John Le Carré. Pero «Don Alfredo» es cierto. La búsqueda de la verdad acerca de un hecho puntual y salvaje: la muerte de José Luis Cabezas, ocurrida en -o a causa de- un entorno inexpugnable que desde lo alto y lo bajo ejecutó órdenes, derribó murallas y borró sus huellas.

Nacido en 1940 en Buenos Aires, la historia de Bonasso es pública y notoria. Jefe de Redacción de «Análisis», «Extra» y «Semana Gráfica», uno de los editores de «La Opinión», secretario de Prensa del Frente Justicialista de Liberación, asesor de Héctor Cámpora, director del diario «Noticias», integrante del Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero.Vivió durante 12 años en el exilio en México y allí fue editor de las agencias Alasei y PAL.

En 1984 apareció «Recuerdo de la muerte», novela que fue galardonada con el premio Rodolfo Walsh a la mejor narración testimonial de tema criminal, otorgado por la International Crime Writers Association.

En 1997 publicó otro libro revelador: «El presidente que no fue. Los archivos ocultos del peronismo», un riguroso trabajo sobre el breve mandato de Héctor Cámpora y aquel agitado y sangriento año '73. Por estos días se desempeña como columnista de «Página/12».

– ¿Por qué, a pesar del volumen de información que anda dando vueltas, todavía se ignora el motivo por el cual mataron a José Luis Cabezas?

– Como se ve muy claro en este proceso electoral (nota: el reportaje fue realizado días antes de las elecciones), donde Duhalde ha vuelto a mandar al juez (José Luis) Macchi a Estados Unidos a traer información sobre las cuentas de Gregorio Ríos, y se exhuma una vez más a Yabrán como autor intelectual para ocultar la participación directa y orgánica de la Policía Bonaerense en el asesinato, la política tapa la Justicia y se superpone a ella y va embarrando la pista. Por lo que podría adelantarlo, es altamente probable que el juicio oral de Cabezas, que se realizará en diciembre, sea una farsa.

No servirá.

– Desgraciadamente ocurre que ha habido tal grado de entorpecimiento en la etapa de instrucción sumarial, son tan grandes las aberraciones incluidas en la causa por el comisario Víctor Fogelman y por el juez Macchi, que se subordinó totalmente a la Policía, como suele hacer la mayoría de los jueces de la provincia de Buenos Aires, no sé en otras latitudes, que bueno, francamente es muy poco lo que se puede separar de la paja y el trigo.

– ¿Habría entonces cierta complicidad de Macchi?

– Bueno, no sé, va por cuenta de Duhalde.

El hecho de que el juicio resulte eventualmente una farsa, ¿implicaría que termine con una condena muy leve o la libertad para Prellezo y para Ríos? (Ríos era jefe de seguridad de Yabrán).

– Una de las especulaciones que había cuando yo trabajaba en el libro era que evidentemente no había muchos elementos para mantener a Gregorio Ríos dentro de la causa. Así se entiende esta movida, justamente, para encontrar lo de las cuentas y demostrar así que no era un simple jefe de seguridad sino un testaferro, cosa que se sabía por otra parte porque ya había sido denunciado por Domingo Cavallo y Franco Caviglia. De todas maneras, Ríos figuraba en otras empresas de Yabrán como testaferro, o sea que el hecho de que aparezca ahora como testaferro no implica una novedad. Lo que sí podría ser una novedad es el monto de las cuentas, pero ya se sabía y yo lo dije en el libro, que evidentemente todos los dineros de Yabrán no estaban en el país, había muchos en el exterior, particularmente en EE. UU. y Costa Rica.

De las tres o cuatro hipótesis sobre las causales del asesinato que aparecen en su libro, ¿a cuál adhiere?

– La hipótesis a la que adhiero es que hubo una operación dentro de la operación.

Es decir, Yabrán quería «apretar» a Cabezas y alguien tomó la decisión de asesinarlo para perjudicarlo a él.

– Así es.

¿Y por qué Yabrán habría de querer apretar a alguien como Cabezas que estaba tan lejano a él?

– Tal vez quiso señalar su molestia en algún momento y alguien tomó la iniciativa, vaya a saber por qué razón, y otro se coló o se montó en ese tema. Lo que a mí no me cierra es que Yabrán hubiera ordenado asesinar a Cabezas porque le molestaban las fotos. Es considerar que un hombre que llegó a ser un Estado dentro del Estado, era un imbécil. Porque además ordenaba el asesinato de un fotógrafo dentro del propio territorio en el cual estaba pasando las vacaciones. Es altamente probable que alguien haya conocido la molestia, que alguien haya sugerido dar un susto y que otro se montó perversamente en la operación. Alguien muy fuerte, muy poderoso.


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