La trucha récord del Mari Menuco: crónica de una captura inolvidable

6,895 kilos y 84 cm. Parecía que las marrones de ese porte solo estaban en las viejas historias de pescadores en el lago. Pero no... Un relato que te resultará inspirador para que también busques el pique de tu vida a 70 km de Neuquén.

¡6.895 kilos y 84 cm! Juan Ignacio Campi la pescó en Mari Menuco.

El lago Mari Menuco está a 70 km de la ciudad de Neuquén, un hermoso lugar para disfrutar de las tardes al aire libre, deportes acuáticos y pesca. Hace varios años que no se escuchaba que se sacaran truchas en el lago, por diferentes motivos: alta presión de pesca durante los años ‘80 y ‘90 y mortandad de peces en los últimos 10 años, algunas atribuidas a derrames de los primeros pozos petroleros alrededor del espejo de agua.

Allí abunda el pejerrey patagónico: con presión de pesca casi nula se ven grandes cardúmenes y ejemplares de gran tamaño que viven entre los lamares y se alimentan de ninfas e incluso pequeños alevinos. También abunda el pez por excelencia del lugar: la perca (también llamada trucha criolla) capaz de adaptarse a las variaciones térmicas durante invierno y verano. Es la que más se obtiene durante todo el año.

El escenario. Atardecer en el Mari Menuco.

Con sectores que superan los 100 metros de profundidad, allí el agua es muy fría, con ingreso y egreso por lo que se mantiene oxigenada y limpia (ambiente perfecto para la reproducción), con gran cantidad de ninfas y pejerreyes, los principales alimentos de la trucha. Entonces, ¿por qué era tan difícil saber de alguien que sacara una buena trucha, como antes? No lo sabemos con certeza, pero sí que las truchas habían quedado solo en viejas historias de pesca. No fue sino en los últimos 10 años que se pudo empezar a ver truchas arcoíris merodeando los acantilados detrás de cardúmenes de pejerreyes, persiguiéndolos y desapareciendo como por arte de magia. Una trucha arcoíris de 4 kilos hace 6 años rompió el silencio y dio el puntapié para que se comenzara a escuchar con más frecuencia capturas de esta especie, aunque ninguna que superara los dos kilos promedio. Mientras tanto, ¿qué sucedía con la colosal trucha marrón, que por lo que sabemos es la que mayor tamaño adquiere? Pocas capturas y de forma muy esporádica, siempre para el inicio de temporada cuando el agua aun esta fría y el lago viene de un largo descanso de pescadores y lanchas que desaparecen durante el invierno. Hace tres años la increíble historia de un hijo que llevando a su padre jubilado de pesca enfrente del Yatch Club obtuvieron una marrón de 5.57 kilos rompiendo el récord y catapultando a pescadores en busca de esa gran pieza con la que todos sueñan. Esto fue el comienzo de muchas historias: videos y fotos de truchas marrones que superaban holgadamente los 3 kilos de peso.

Juan Ignacio rumbo a las aguas profundas a bordo de su kayak.

Fue el sábado 4 de noviembre cuando prepare mi equipo de mate, pesca y emprendí un viaje que no sabía quedaría para siempre en mi memoria. Llegué al lago por la noche directamente a encender el fuego y hacer un vacío muy tierno que pudimos disfrutar con mi pareja antes que la lluvia nocturna nos mandara a la carpa para no mojarnos, ese agua caía como bendición del cielo anunciando que algo bueno vendría. El domingo por la mañana (después de haber llovido toda la noche) aun nublado pasamos por la proveeduría del club Hidronor donde Gladis tenía unas tortas fritas recién hechas que iban a hacer el desayuno que me llenara de fuerzas y energías para una batalla épica. Nos subimos al kayak y remando nos alejamos de la zona del camping con dirección a los desolados y profundos acantilados. Disfrutamos de unos mates amargos y las tortas fritas a orillas del lago, mientras de fondo se podía escuchar el sonido de las turbinas que indicaban el ingreso de agua de Los Barreales removiendo y formando fuertes correntadas de agua en el lago.

“Cuando remé más lento vi que un pejerrey escapaba. Al acercame la paz del lago se alteró con el reel que comenzó a correr sin parar…”

Momentos antes de salir le coloqué dos potentes tridentes (que luego terminarían doblados) a un señuelo que había llevado por casualidad tras un recordatorio de mi padre que me trajo a la memoria aquel viejo señuelo que tras cantidad de horas de pesca y ningún pez capturado había decidido pintar yo mismo para de algún modo cambiarle la suerte. Fue así que me adentré en la fría mañana al lago solo en mi kayak con el remo, la caña y ese viejo señuelo recién pintado. Apunté la proa hacia el oeste, se podía ver un cambio de corriente a unos 300 metros. Remando contra pequeñas olas el agua salpicaba y para evitar mojarme reduje mi velocidad de remado, fue allí donde pude ver un pejerrey que nadaba escapando de lo que debe haber sido una trucha que lo estaba cazando pero al acercarme ambos desaparecieron y la paz del lago se rompió con el ruido de mi reel que comenzó a correr sin parar.

Giré sorprendido por el ruido del reel para ver el posa caña trasero: la caña iba doblada hasta al límite y mostraba toda su resistencia. “Al fin un pique”, pensé después de 4 largos meses sin capturar nada. Tomé la caña con las dos manos y al realizar la clavada el kayak se giró 90 grados. “Esto es algo grande”, pensé. Volví a concentrarme ya que tenía un mayor problema: el pez seguía corriendo, el freno estaba presionado y me quedaba muy poca tanza en el carrete. Frenando el carrete con la mano y levantando la caña logré frenar la corrida de esa bestia del lago que había decidido subir de las profundidades a alimentarse y se cruzó con aquel señuelo recién colorido con olor a pintura fresca. La pelea fue muy intensa, con largas corridas de 40 metros que solo lograba frenar con mi mano. Pero aquel pez seguía sin mostrarse, levantado casi en peso muerto desde el fondo con mucha acción de la caña, finalmente pude ver qué había del otro lado de la línea.

“Agarre la caña con las dos manos y al realizar la clavada el kayak giró 90° grados. ‘Esto es algo grande’, pensé. Juan Ignacio Campi

Era una inmensa trucha marrón que me erizó la piel e hizo que me corriera un escalofrío desde la nuca a la punta de los pies (que tenía ya congelados por el agua) al ver a semejante bicho nadando al lado de mi kayak.

La felicidad por el tamaño de esa trucha duró unos pocos segundos ya que recordé que solo había salido con el remo y mi caña, había dejado la red para levantar peces en el campamento (poca fe me tenía) y debía de alguna manera sacar aquella bestia del agua. Tomada la decisión de quedarme con la pieza me dispuse a agotarla hasta el máximo dándole más tiempo de pelea, un total de 30 minutos. Entregó todas sus energías y sacó varios trucos y viejas mañas que expusieron que varias veces había escapado de anzuelos de pescadores como por ejemplo darle coletazos a la tanza, doblarse para enredar la tanza con su boca, buscar el motor de la embarcación para cortar la línea…

La suerte estuvo de mi lado y aquella marrón parecía destinada a encontrarse con este joven pescador que sin motor en la embarcación y con una posición más cercana a ella pudo contrarrestar aquellos viejos trucos que en otras ocasiones surtieron efecto y la hicieron liberarse de los anzuelos dando más de un dolor de cabeza a aquellos que la veían irse nadar. Tomándola de la boca y en el único intento posible entre equilibrio y fuerza subí a la trucha de un solo envión arriba del kayak quedando en evidencia aquellos 84 cm de largo que iban desde la mitad de mis muslos a la punta de mis pies. Con la adrenalina todavía alta comencé a remar a toda velocidad en dirección a la costa donde mi novia me esperaba sonriente. Al verme llegar me pregunto “¿qué pasó que gritabas tanto?”.

El regreso a la costa con la marrón a bordo.

¿Acaso no había pasado todo aquello en silencio? Ya no importaba, le señalé lo que llevaba y le dije “¿viste que había que seguir insistiendo..?”

Aquellos cuatro meses de pesca sin sacar nada tuvieron una gran recompensa dejándome una enseñanza de vida: que nunca hay que bajar los brazos y que estando convencido de lo que uno hace los resultados llegan. Luego de unas horas volvimos a nuestro campamento y en la proveeduría de Gladis (que había remplazado la masa de las tortas fritas por la de las empanadas del mediodía) pesamos aquella gran trucha.

“Hace dos años acá mismo pesamos el récord del lago una marrón de 6 kilos, y esta debe andar por ahí”, dijo Gladis haciendo de perito o escribana para certificar dicho peso: ¡6.895 Kilogramos! arrojó aquella balanza electrónica que dejo a todos boquiabiertos. Se había vuelto a patear el récord 895 gramos más arriba y el lago entregaba una vez más una de sus bestias que durante varios años solo estuvieron en las viejas historias de pescadores.

El peso que marcó la balanza electrónica de la proveeduría que atiende Gladis.

La comparación. La trucha y el termo de Juan Ignacio.

El recuerdo de mi recientemente fallecido tío Carlos, que me había transmitido toda su experiencia y sabiduría para la pesca, me emocionaba. Sin dudas su huella quedara por siempre marcada en mi corazón, al igual que esta trucha.

Y no por su imponente tamaño ni su peso récord, sino por la lección aprendida durante esos cuatro meses sin pesca en los que también transité por un tratamiento en el que tuve que luchar con un monstruo mucho mas grande llamado abstinencia, sobreponerme a adversidades mas difíciles que la de subir un pez de 7 kilos a un kayak sin red y mantenerme verdaderamente firme sobre mi postura tomada.

Hasta que un día los resultados llegan, y aquellos largos meses de lucha quedan reducidos a un viejo recuerdo, la tranquilidad de saber que lo diste todo por lo que verdaderamente es lo correcto y finalmente la vida te premia. Porque al final, al final hay recompensa.

Dedicado a Carlos Pascualato. (04-04-48 01-10-17)

La “escribana” que certificó el peso

En la proveeduría que atiende Gladis quedó registrado el peso de la última gran captura: una marrón de seis kilos pescada dos años atrás que marcó el récord del lago Mari Menuco.

Ahora, cuando la balanza electrónica indicó 6.895 kilos, todos se quedaron boquiabiertos.

¿Cuántas truchas se pueden pescar?

El reglamento de Pesca establece que en el lago embalse Mari Menuco del 1/11/17 al 31/10/18 se pueden capturar hasta dos truchas, dos percas y veinte pejerreyes. Es el límite diario por pescador y por día.

6 consejos para probar suerte

– Pescar en zonas profundas donde la temperatura del agua sea menor.

– De 9 a 11 y de 18 a 21 horas son los mejores horarios de pique.

– Utilizar señuelos, cucharas, moscas que simulen alevinos de perca o pejerrey.

– La velocidad de recogido debe ser lo mas lenta posible.

– Practicar pesca con devolución para cuidar el medio y que generaciones futuras tambien puedan disfrutar.

– Cuidar el medio ambiente y dejar la zona de pesca en mejores condiciones como la encontramos

Texto y Fotos: Juan Ignacio Campi

Datos

“Cuando remé más lento vi que un pejerrey escapaba. Al acercame la paz del lago se alteró con el reel que comenzó a correr sin parar…”
“Agarre la caña con las dos manos y al realizar la clavada el kayak giró 90° grados. ‘Esto es algo grande’, pensé. Juan Ignacio Campi

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