La vida en el circo, también mágica tras bambalinas

Los Hermanos García recorren la Región Sur con su carpa y sus historias.

INGENIERO JACOBACCI (AJ).- Después de muchos años un circo vuelve a recorrer la Región Sur, con un entretenido show para grandes y chicos. Sus integrantes son la quinta generación de una gran familia de malabaristas, equilibristas y payasos que nacieron y crecieron bajo la enorme carpa que recorre distintos puntos del país, como un antiguo pueblo nómade.

En el espectáculo muestran habilidades con las clavas, en el trapecio y las anillas. Los payasos deleitan a los niños con sus ocurrencias y en la cuerda floja, que pende en las alturas, camina un equilibrista con los ojos vendados, manteniendo en vilo a un expectante público. También hay magia y contorsionistas.

Luego, el cierre y la despedida, y un mundo desconocido que se abre paso cuando termina cada función y los artistas se quitan el maquillaje y sus pintorescas ropas; cuando se apagan las luces del show y la vida sigue su curso a un ritmo muy diferente al de cualquier familia común.

El Circo de Los Hermanos García nació hace muchos años y tuvo una interrupción de casi un lustro. Hoy lo componen cinco familias que suman 22 integrantes.

Cada uno nació en un lugar distinto, pueblos cuyos nombres ya ni recuerdan, salvo que miren el documento para saber en qué Registro Civil fue emitido. Han recorrido gran parte de la Argentina y países vecinos, viviendo entre siete y diez días en cada pueblo. Sus hogares son casillas rodantes y camarines donde no abundan los lujos ni los espacios amplios.

«El circo para nosotros es la vida. Es nuestra forma de ser. Bajo una carpa nacimos la mayoría de los nueve hermanos y ahí nos criamos. Yo nací en Santiago del Estero, pero el circo siguió. Mi hermano nació en Catamarca, mi otra hermana en Salta. Los documentos dicen que somos de estos lugares, pero estuvimos allí muy pocos días», cuenta Adrián García, dueño del circo junto a su hermano mayor y su padre.

Después de varias generaciones circenses, un contratiempo familiar los llevó a vender todo radicarse en Río Gallegos, donde cada uno comenzó a trabajar en distintos lugares y oficios. Allí estuvieron seis años. Adrián era panadero, su hermano mayor mecánico y su padre trabajaba en una empresa. Pero la situación comenzó a ser desfavorable y hace seis meses la familia decidió juntarse y volver a sus raíces. Con gran esfuerzo a rearmar la carpa y hace tres meses volvieron a abrir el circo.

«Lo llevamos en la sangre. Me acuerdo que cuando nos asentamos en Río Gallegos, al principio extrañábamos el ruido de la lluvia golpeando en el techo de las casillas de chapa. Cada tanto hacíamos funciones contratados por el municipio y como la situación laboral era cada vez peor, decidimos volver al circo», cuenta.


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