Las locuras de Cachín, el juninense que vive en el recuerdo de su gente

Changarín, aguatero e hincha de Brasil. Nació y murió en la ciudad del sur neuquino, donde se transformó en uno de los personajes emblemáticos de la región.

Andino Morales falleció a los 60 años. No pudo ser despedido por la enorme cantidad de gente que lo conoció por las circunstancias que implica la pandemia.

Es raro que alguien que haya habitado Junín en las últimas décadas no sepa quién fue “Cachín”. Sus formas, ocurrencias y comportamientos eran inconfundibles. En una cancha acompañando a su querido Chimehuin en la Liga Huiliches del pueblo, descargando los camiones que traían comida desde lejos o en Radio Cordillerana cebando mates a periodistas, locutores y operadores, él tenía una chispa que lo hacía especial. Tan rápido para enojarse cuando lo cargaban como generoso para ayudar a quien se lo pedía.

Con gorra y camiseta de Brasil, Cachín se hizo inconfundible.
Fotos:Basilio Ramón Bello Juárez.

Cachín dejó la escuela en tercer grado porque, pese a varios intentos, no podía pasar a cuarto. Pero nunca le esquivó al trabajo y supo ganarse sus pesos con changas que conseguía gracias a la confianza que siempre le tuvieron los juninenses.
Este “loco lindo” acompañó distintos momentos de Junín, un pueblo con mil momentos en su historia. Aquel que, aún hoy, disfruta y sufre con la misma intensidad en lo profundo del interior neuquino. Temprano a la mañana, salía de la casa que fuera de sus padres –del mítico barrio Primeros Pobladores– y en la que vivía con uno de sus hermanos, con destino a la radio.

La radio es muy importante en las ciudades como Junín. Aún hoy tienen una relevancia social que abarca distintos aspectos. Además de ser una compañía para los oyentes, se comunican cosas que son determinantes en la vida de la gente.
Y Cachín era uno más en la radio del pueblo. Sus mates dulces con el agua hirviendo eran una marca registrada. “Te tomabas uno de sus mates y después no probabas otro en todo el día”, cuenta Jesús entre risas. Cordillerana fue la primera emisora del pueblo y por muchos años estuvo ubicada en un primer piso de la calle Coronel Suárez, frente a la plaza San Martín, la principal de la ciudad.

Desde la ventana, Cachín veía llegar los camiones a la esquina del restaurante Ruca Hueney o pasar hasta el supermercado RJ, lugar que hoy ocupa La Anónima a una cuadra de la plaza. Cuando llegaban los cargamentos de alimentos y otros menesteres, Cachín salía disparado para dar una mano y de paso hacerse unos mangos. Mientras tanto, en la radio, nunca se cansaba de defender a la selección de Brasil o a su Mandiyú de Corrientes.

Cada tanto se escuchaba un sapucai. La gente llegó a pedirle que lo hiciera en plena calle o en cualquier lugar donde Cachín anduviese. Evento que había en el pueblo, evento en el que estaba Cachín. Solía pasear su armónica por las peñas.

“Un día estábamos jugando con la categoría que luego llegó a primera. Lo vi hinchando por los chicos muy eufórico, con una botella de agua y lo llamé para que fuera el aguatero. Se prendió y se preparó sus bidones. Nos acompañó en todos los partidos”, cuenta José Luis Rodríguez, un militar de años de servicio que a comienzos de la década del 2000 fue trasladado a Junín y al tiempo comenzó dirigir en el club Chimehuin.

Primero fue DT en inferiores y luego en primera, donde Cachín se transformó en uno más del equipo. Como el fútbol es el deporte que reúne a la gente, muchos lo conocimos con los bidones en la mano. Su agua sirvió para hidratar a propios y a extraños, pero también fue utilizada como si fuera un elemento mágico para ‘‘curar’’ raspones, heridas o lesiones.
Richard Losi, docente y relator del fútbol local, lo recuerda con afecto. “Cachín también fue un gran jardinero. Siempre muy trabajador y prolijo, un tipo de mucha confianza para contratarlo por ser buena gente. Fue hincha de cuanto equipo brasilero jugara contra Argentina”.
Como anécdota, Richard cuenta que “Cachín iba al súper, compraba un paquete de galletitas y se quedaba en la cola haciendo pasar a la gente media hora. Cuando alguien le preguntaba porqué lo hacía, él solía decir ‘Yo tengo tiempo’”.

Desde el punto de vista formal y científico, Cachín padecía una discapacidad. Pero desde lo humano, pocas personas dejan un recuerdo tan singular como lo hizo él.

“Junín de los Andes lo debe extrañar en sus calles. Si no estaba en una esquina estaba en otra. Él no quería irse de Junín”. Probablemente, Cachín nunca se vaya del pueblo, porque es parte de su historia.

Fanático de Brasil y Mandiyú

El fanatismo de Cachín por Brasil es difícil de explicar. Quizás fue su locura más característica, pero como de tantas otras, él estaba orgulloso y paseaba su camiseta amarilla por todos lados.
“Cuando perdió Brasil con Alemania, él estaba en mi casa, me tocó consolarlo porque se había puesto mal. No quería salir porque lo iban a cargar”, relató su hermano.
Con Mandiyú pasaba lo mismo. Algo de la cultura del Litoral argentino lo marcó para siempre. Entre el Chamamé y aquel club que supo dirigir Diego Maradona en los 90, él decía que era correntino.

Vivirá en la historia del pueblo

Jesús es uno de los siete hermanos de Cachín: fueron cuatro varones y cuatro mujeres, de los cuales hoy quedan tres y tres. Hace ocho años, Jesús quedó viudo tras el fallecimiento de su compañera de vida a raíz de un cáncer. Su hermano no se borró y ayudó, a su forma, en la crianza de los sobrinos. “Siempre dio su granito de arena, con esa amabilidad que lo caracterizó”, comentó Jesús.

En octubre de 2019 a Cachín le detectaron un tumor en el esófago, pero recién recurrió a los médicos cuando no aguantó más el dolor. Primero fue atendido en el hospital local y luego en el Castro Rendón de la capital neuquina como paciente oncológico.

Junín no lo dejó solo. Varios referentes del pueblo se pusieron la camiseta de Cachín y recaudaron fondos para los traslados y estadías que él y su familia necesitaron mientras se aplicaba rayos y quimioterapia.

“Quiero agradecer a los doctores y personal del Castro Rendón y al hospital de Junín por el amor que le brindaron. Ojalá el gobierno pueda mirar más a los hospitales públicos. Para la gente del interior es muy difícil afrontar una situación de este tipo”, le dijo Jesús a Río Negro. “No quiso operarse, la operación era riesgosa. Respetamos su decisión, él descansa en paz”.
El 3 de junio, en medio de la pandemia, el corazón de Andino dejó de latir y el pueblo ya siente su ausencia.


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