Las manos mágicas del luthier del bosque
Hernán Rojo aprendió el oficio de un napolitano que le enseñó los secretos. Hoy crea guitarras, violines y ukeleles en su taller de Bariloche.
Con el esqueleto de un charango junto a la sierra; entre bajos y varias guitarras desperdigadas por el taller, Hernán Rojo crea.
La producción nunca es ordenada. Puede estar con varios proyectos a la vez y siempre llegan músicos con urgencias, como a una guardia de hospital, para que el maestro luthier, con sus manos salvadoras, repare o calibre una guitarra que es vital para un concierto de esa misma noche. Aun así, la creación de Hernán sigue con el plan original: “empiezo por el diseño, hago el plano o dibujo porque lo que no está resuelto en el papel, después al momento de construirlo se complica, y recién ahí empiezo a trabajar, muchas veces por los mangos de los instrumentos porque es fundamental y mientras se asientan y veo cómo reaccionan, preparo la caja”.
Ese es el método del éxito para Hernán Rojo, que lleva fabricados más –muchos más– de 200 instrumentos de cuerda, completamente a mano, y que van desde violines, violas, guitarras de 6 u 8 cuerdas, charangos, ukeleles, cuatros, bajos, entre otros.
En el rincón de los “más extraños instrumentos” figura una tambura (de origen indio) para el que debió investigar previamente, además de idear guitarras con trastes ubicados en un modo diferente, a pedido de músicos interesados por experimentar nuevos sonidos.
La pasión de Hernán por la luthería llegó por casualidad, aunque él lo vincula también a la infancia, cuando a los 12 años, en su Quilmes natal, partió una guitarra al caer sobre ella mientras jugaba con un amigo. La búsqueda de una solución, lo llevó a él y a su padre a un taller de Casa América, la tienda de música más grande de Buenos Aires, donde colgaban decenas de guitarras. “Quizá esa imagen que me gustó tanto en ese momento me quedó y se me despertó después cuando me reencontré con ese hombre que hacía instrumentos”, rememora entre risas. “Ese hombre” era el napolitano Franco Ponzo con quien aprendió los gajes del oficio en un taller de Boedo y al que llegó a través de una publicidad de un curso que encontró en una revista en un consultorio odontológico.
Hasta el día que Hernán concurrió al curso de luthería, en 1994, nada lo había acercado a esta profesión. Era diseñador gráfico; por hobby tallaba cosas en madera y le gustaba la música cultivada en una casa con “un ambiente en el que siempre había reuniones con músicos, con gente que cantaba y tocaba; mi viejo laburaba en una empresa que tenía sucursales de todo el país y en Capital había mucha gente de las provincias por lo que en las reuniones se vivía mucho la música”, acotó.
Lo cierto es que desde que cursó esos dos años de taller de luthería, especializado en la fabricación de violines, con ese hombre italiano tan particular y admirado a la vez, despertó en su interior esta pasión oculta y siguió su camino que lo llevó a ser parte del grupo fundador de la Asociación Argentina de Luthiers, que hoy mantiene una actividad intensa.
El oficio no fue rentable en un comienzo; lo hacía por hobby, pero llegó un momento de hartazgo del negocio familiar, vinculado a la indumentaria deportiva, y decidió cambiar de vida para dedicarse por completo a la luthería, que es lo que hace ahora en su taller en Pinar de Festa, en medio del bosque.
“La gente viene por referencias o porque vieron un instrumento mío, y me gusta hacerlo para gente que le da un uso como su herramienta de expresión”.
“Cuando vine a vivir a Bariloche pensaba que no iba a trabajar acá, pero la realidad es que el 80% de mi trabajo lo hago para gente de Bariloche”.
Hernán Rojo, luthier e integrante del grupo de música celta Mailoc.
En números
fotos: alfredo leiva
instrumentos al año produce, a demanda, Hernán Rojo, y genera un stock para participar de eventos de luthería.
10
El luthier de los instrumentos de cuerda, que paradójicamente no toca, es percusionista en un grupo de música celta.
El colmo
Datos
- “La gente viene por referencias o porque vieron un instrumento mío, y me gusta hacerlo para gente que le da un uso como su herramienta de expresión”.
- “Cuando vine a vivir a Bariloche pensaba que no iba a trabajar acá, pero la realidad es que el 80% de mi trabajo lo hago para gente de Bariloche”.
- 15 años
- atrás Hernán Rojo desembarcaba en Bariloche con su taller de luthería, instalado en Pinar de Festa.
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