El amor en tres tiempos y versiones
Tres libros recientes que navegan las aguas menos calmas del amor, en tres momentos muy distintos de la vida, en un arco que va del enamoramiento al tedio.
El amor y el desamor en tres versiones, y también en tres tiempos: el del enamoramiento -algo más bien confuso, imposible-; el del cansancio y el desgaste de una pareja a punto de implosionar, y el que ya está terminado y aún así puede recomenzar. En ese territorio incierto -más mental que físico, más rumiado que vivido- se inscriben “El accidente”, de Blanca Lacasa ; “Tres días de junio”, de Anne Tyler, y “La edad del desconsuelo”, de Jane Smiley. Tres libros que, desde registros distintos, piensan el amor en sus matices y en sus zonas incómodas.
“Me interesa el enamoramiento porque ocupa muchísimo espacio en nuestras conversaciones, en nuestras cabezas, y no entendemos por qué sucede”, dice la española Blanca Lacasa, que tras el éxito de “Las hijas horribles”, acaba de debutar en la ficción con “El accidente”, publicado por Libros del Asteroide que, con motivo de su 20° aniversario, lanza una colección de ‘nouvelles’.

“El accidente” es justamente una de esas novelas breves, en la que Lacasa afila la prosa para contar en 74 páginas el caos emocional que sobreviene tras una seducción imposible.
La situación es esta: una chica, que pasa una mala etapa con su novio, sale con un grupo de amigos y conoce a una pareja de chicos gays. Uno de ellos le interesa. Más bien le gusta. Ambos tienen una conversación que se prolonga. Todos los demás se van y ellos se quedan durante horas, hablando, riendo, pensando que quizás, quién sabe, podría funcionar. Lo que sigue es la rumia mental de la narradora -sin nombre- que imagina y expande lo que en el mejor de caso es un germen insignificante.
La novela avanza como una deriva mental, donde lo que importa no es tanto lo que ocurre, sino lo que ella piensa sobre lo que ocurre. Y aún así, no se trata de una obsesión, o mejor dicho, no se trata de una obsesión enfermiza. Es una especie de metejón sin lógica, como tantos. Pero aquí, los dos sienten la misma atracción y confusión y ninguno de los dos sabe bien cómo manejar todo eso. Pero lo que se lee es el diálogo de ella consigo misma, con sus pensamientos intrusivos, cortos, contradictorios e imparables.
En una entrevista , Lacasa explicó que el libro se llama “El accidente” porque toda la situación “es algo que se pone en marcha y sabés que no se puede parar. Si lo ves desde fuera sería algo así como el meme de ‘amiga, date cuenta’, porque estás asistiendo en cámara lenta a un accidente”.
Con una prosa lúcida, Lacasa desmonta el amor romántico sin cinismo. El efecto es hipnótico.
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El otro libro, también publicado este año, por Lumen, es “Tres días de junio”, de Anne Tyler. A sus 83 años, la autora estadounidense nacida en 1941 y ganadora del Pulitzer, ha hecho de la familia su laboratorio narrativo. La capacidad de la escritora de las imperdibles “Reunión en el café nostalgia”, “El turista accidental”, y “El matrimonio amateur”, regresa intacta en “Tres días de junio”, para condensar en ese lapso temporal una historia de vínculos fracturados, secretos familiares y redención. Y todo con unos diálogos que son la marca Tyler.

Gail Simmons, el personaje central, es una mujer divorciada, que vive sola. Es autosuficiente – se corta su propio cabello- y resolutiva. Además, es administradora de una escuela para chicas en Baltimore.
Un viernes por la mañana, hacia el final del año, la directora la llama casualmente a la oficina principal para avisarle no sólo que estará ausente el siguiente lunes sino que el año próximo piensa jubilarse. Gail piensa que la convocó para decirle que ella será la siguiente en ese cargo, pero la directora le dice que no, que no tiene la más mínima habilidad social. Así. Tan sorprendida como herida, Gail renuncia en ese preciso momento.
Ese es sólo el comienzo de los tres días de junio que vivirá Gail. Porque aún falta que al día siguiente su hija se case sin haberla incluido en ninguno de los ritos previos, y que su exmarido le caiga de sorpresa para instalarse en su casa con un gato rescatado y sin el traje para la boda.
La novela transcurre en tres días: el anterior a la boda, el día de la ceremonia y el posterior. Pero lo que se juega no es solo el evento, sino la posibilidad de recomponer vínculos, revisar decisiones pasadas y asumir la fragilidad.
Tyler escribe con una serenidad engañosa, como si todo fuera sencillo. Pero ese es su arte: bajo la superficie de lo doméstico, late una tensión emocional que se filtra en los diálogos, en los silencios, en los gestos mínimos. Como cuando dice: “La rabia sabe mucho mejor que la tristeza. Es más limpia, en cierto modo y más definida. Pero luego, cuando la rabia se esfuma, la tristeza vuelve a ocupar su sitio, igual que siempre”.
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El tercer libro es “La edad del desconsuelo”, de la talentosa Jane Smiley.
Smiley, también estadounidense y también ganadora del Pulitzer, publicó esta novela breve en 1987, pero su reedición reciente a través de la editorial Sexto Piso, la puso en circulación en la Argentina.
Aquí, los protagonistas son Dana y Dave, ambos dentistas, de 35 años, que viven en una ciudad pequeña de Estados Unidos a mediados de los 80 y son padres de tres nenas de entre 7 y 2 años. No solo viven juntos, también trabajan juntos en la clínica odontológica que montaron cuando planificaban un futuro. Buscan vivir bien, pero el trabajo y el cuidado de las chicas los dejan exhaustos. Están agotados y hastiados. Un día, Dave cree entender que Dana está enamorada o que tiene un romance con alguien y la vida -los proyectos, el futuro en común- se desarma en un instante.

“Antes no era así. Antes el tiempo se estiraba y se plegaba. Los minutos se inflaban como globos, y los dos primeros meses después de conocernos parecen en retrospectiva igual de largos que el tiempo transcurrido desde entonces hasta ahora. Un día era como un saco de tela. Siempre cabía algo más, siempre se podía hacer hueco para algo más”, escribe Smiley.
Pero ahora, los dos han llegado a esa edad que ellos mismos definen como la del desconsuelo.
El protagonista lo dice así: “Tengo treinta y cinco años y creo que he alcanzado la edad del desconsuelo. Otros llegan antes. Casi nadie llega mucho después. No creo que sea por los años en sí, ni por la desintegración del cuerpo. La mayoría de nuestros cuerpos están mejor cuidados y más atractivos que nunca. Es por lo que sabemos, ahora que – a nuestro pesar- hemos dejado de pensar en ello. No es sólo que sepamos que el amor se acaba, que nos roban a los hijos, que nuestros padres mueren sintiendo que sus vidas no han valido la pena. No es sólo eso, a estas alturas tenemos muchos amigos y conocidos que han muerto; todos en cualquier caso, tendremos que enfrentarnos a ello, antes o después. Es más bien que las barreras entre nuestras propias circunstancias y las del resto del mundo se han derrumbado a pesar de todo, a pesar de toda la educación recibida. (…) Tengo entendido que después se llega a la edad de la esperanza o, al menos, de la resignación. Pero sospecho que para eso tiene que pasar bastante tiempo”, insiste Tyler.
Y aún así, aunque los tres libros se meten en el camino más ripioso de las relaciones, no son libros pesimistas ni oscuros; no hay villanos ni santos, pero sí muestras de todo eso -las contradicciones, fragilidades, tedios y dudas- que también forma parte del amor.
El amor y el desamor en tres versiones, y también en tres tiempos: el del enamoramiento -algo más bien confuso, imposible-; el del cansancio y el desgaste de una pareja a punto de implosionar, y el que ya está terminado y aún así puede recomenzar. En ese territorio incierto -más mental que físico, más rumiado que vivido- se inscriben “El accidente”, de Blanca Lacasa ; “Tres días de junio”, de Anne Tyler, y “La edad del desconsuelo”, de Jane Smiley. Tres libros que, desde registros distintos, piensan el amor en sus matices y en sus zonas incómodas.
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