León y la bicicleta

En 1895, abrumado por la muerte de uno de sus 13 hijos el conde Tolstoi recibe un extraño regalo en su finca a unos 200 kilómetros de Moscú: una bicicleta.

Cerca del millón de pesos y más. No, no es ni una ganancia que obtuve ni una deuda que contraje. Son los valores estimados de las bicicletas de alta competición según un informe televisivo. Increíble. Son verdaderos prototipos que ostentan pura tecnología en sus materiales, en las soluciones aerodinámicas y mecánicas.   

Seguro que vos aprendiste a andar en una muy diferente de estas que estoy contando. ¿Recordás en que bici comenzaste? Recuerdo entre la niebla de mi memoria que mi bicicleta era roja, chiquita pero no tanto y heredada seguramente de los primos. En el callejón que unía mi casa y la calle me di los primeros golpes (las dos rueditas protectoras eran una utopía); luego y para probar mi aprendizaje invadí la calle que me dejó, gracias a las piedras, varios raspones en el cuerpo. Mucho después, ya en plena infancia, llegó la mini (o la Aurorita, como le decían también) y las aventuras de andar por todos los terrenos en compañía de los amigos. 

Es cierto, el inicio de nuestra experiencia con la bicicleta está vinculado al mundo infantil ya que la mayoría aprendimos cuando éramos niños/as. Y la memoria—que suele anudar pañuelos con zoquetes—me llevó de la lectura de “Guerra y Paz” y las bicicletas a una anécdota de su autor, León Tolstoi (1828-1910). 

León Tolstoi y su bicicleta, regalada por la Sociedad de Moscú de Amantes de los Velocípedos.

En 1895, abrumado por la muerte de uno de sus 13 hijos el conde Tolstoi recibe un extraño regalo en su finca a unos 200 kilómetros de Moscú. “La Sociedad de Moscú de Amantes de los Velocípedos” le envió una bicicleta y un instructor para enseñarle. Contrariamente a lo que se esperaba, Tolstoi aceptó el regalo y aprendió a montar en bici a sus jóvenes 67 años, para asombro de los campesinos y empleados de la casa.  

En Moscú tuvo que tramitar una licencia para poder pasear por sus calles ante la crítica de la nobleza que consideraba una costumbre impropia de alguien de su clase. Cerca del mediodía, luego de escribir, salía a pedalear un rato; lo gracioso es que muchas veces iba con la ropa tradicional del campesino ruso, y esto le daba un contraste extraño y anacrónico. Una figura oximorónica. 

Una especie de gaucho en motoneta.  


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