Lo mejor del cine clásico: Hoy, “Dos en la carretera”
El amor matrimonial según pasan los años. Esta es una joya de 1967, con Audrey Hepburn y Albert Finney, que narra 12 años de una pareja, con su apogeo y su lento deterioro, con un guión muy original que salta de un tiempo a otro, de un viaje a otro. Imperdible.
La lenta y paulatina descomposición de un matrimonio no es un tema nuevo para el cine (ni para la literatura, ni para la vida misma, puestos a enumerar). Sólo por mencionar al algo reciente, hace dos años, “Historia de un matrimonio”, que se vio por Netflix, puso en escena una narración pequeña, sin más ingredientes dramáticos que los propios de una relación que se desgasta por el paso del tiempo.
La película elegida para esta nueva sección sobre cine clásico (que cada semana se ocupará de recuperar uno de esos grandes e inolvidables filmes que trascendieron su época) es tan agridulce como “Historias de un matrimonio”. Pero, “Un camino para dos”, de Stanley Donen, no se le parece más que en ese punto.

La novedad, lo maravilloso y lo inolvidable de este clásico del cine -que data de 1967- no es tanto lo que cuenta -el devenir de un matrimonio a lo largo de 12 años- como el modo en que lo cuenta. Es justamente la manera en que el director y el guionista eligieron para llevarnos por las rutas de la costa francesa a lo largo de cinco viajes de esta pareja, lo que hace de “Dos en la carretera”, o “Un camino para dos” (según la traducción), un película maravillosa.
Y además… Además Audrey Hepburn; además Albert Finney; además los paisajes de Francia; además los cambios de vestuario que por si solos nos hacen saber en qué época de esta relación amorosa a veces fallida nos encontramos.

Al ver la película, sabemos rápidamente si estamos con Mark y Johana -así se llaman los protagonistas- al momento de conocerse, mientras viajan a dedo; si ya son novios, mientras hacen el recorrido en un MG verde que se les incendia; si ya están casados mientras viajan con otra insiportable pareja y la hija de estos; si ya son padres, y han escalado un poco en la cuesta del dinero y el prestigio mientras van en un Triumph rojo; o si se han convertido en una desgastada pero rica pareja , mientras se desplazan en un Mercedes blanco que los conduce por el tiempo presente, prácticamente en silencio, con reproches que se adivinan.

No sólo los autos nos marcan en qué tiempo de la historia de la pareja estamos. Hepburn más que Finney, con esa versatilidad que tenía para la comedia y esa elegancia que la caracterizaba, marca, con su vestuario y sus peinados el momento de la historia.
Pero el juego temporal no es solo una cuestión de autos y peinados. La inteligencia del director y del guionista de esta película (Frederic Raphael, a quien las relaciones matrimoniales evidentemente le preocupaban al punto de que volvió a explorarlas, en un tono mucho más perturbador en “Ojos bien cerrados”, el último film de Stanley Kubrick) es que más allá de esos recursos que ayudan a ubicar temporalmente la historia, lo que vemos no es tanto la ropa o los modelos de autos como la degradación de la esencia de esa pareja, ese descenso lento pero constante hacia la indiferencia.

Hay un diálogo que se repite a lo largo de esos viajes.
—¿Qué clase de personas son las que se pasan horas sin tener nada que decirse?
—Los matrimonios.
Lo que al principio del filme es algo que -recién estrenado el enamoramiento- miran con horror como una postal completamente ajena, de apoco se va ajustando a su propia realidad. Con el paso de los años, se han convertido en aquello que detestaban ser.
Ese deterioro también está perfectamente narrado en filmes como la trilogía “Antes del amanecer”, “Antes del Atardecer” y “Antes de la medianoche”. Pero aquí, lo novedoso es cómo el director superpone las capas de tiempo.

Los viajes no están ordenados cronológicamente sino que se mezclan, se superponen. Y aún así, jamás crean confusión en quien se sube a la película para seguir ese viaje. El manejo del tiempo parece absolutamente caótico, pero esto no hace sino resaltar la maravillosa edición que logra pasar en escasos minutos por tres épocas distintas sin que el espectador note ningún salto y manteniendo la continuidad narrativa.
“Un Camino para dos”, vale la aclaración, es una comedia, con muchos momentos de gracia, de distensión, incluso de risas. Pero es una comedia agridulce, melancólica, porque ni la costa francesa ni esos viajes encantadores a veces, amargos después, logran hacernos olvidar que en el centro del relato están Johanna y Mark, que más allá de sus intensiones y de sus ímpetus, deseos y esperanzas originales, se han convertido, inevitablemente, en aquello que no querían.
Dónde verla: Youtube

Ficha técnica
Película de 1967: Two for the road”, Reino Unido- USA.
Duración 111′
Dirección Stanley Donen
Interpretes Audrey Hepburn, Albert Finney, Eleonor Bron, Jacqueline Bisset
Música Henry Mancini
Guión Frederic Raphael.
Fue nominada al Oscar por mejor guión original; a los Globos de Oro: y a los premios BAFTA:
Considerada como una de las mejores películas de la temporada, se alzó con el premio mayor del Festival de Cine de San Sebastián, España
La lenta y paulatina descomposición de un matrimonio no es un tema nuevo para el cine (ni para la literatura, ni para la vida misma, puestos a enumerar). Sólo por mencionar al algo reciente, hace dos años, “Historia de un matrimonio”, que se vio por Netflix, puso en escena una narración pequeña, sin más ingredientes dramáticos que los propios de una relación que se desgasta por el paso del tiempo.
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