Los casos de anorexia y bulimia aumentan en Bariloche

Este tipo de trastornos se han vuelto mucho más frecuentes en el último tiempo y afectan a jóvenes a edades cada vez más tempranas.

Rocío, de 20 años, recibió el alta médica el 15 de diciembre del 2017. Pero la pesadilla comenzó tiempo atrás y se llevó gran parte de su adolescencia. Con un cuadro de desnutrición y apenas 38 kilos de peso, debió internarse y someterse a un tratamiento que sobrepasó los dos años.

“Tenía una compañera que me molestaba y me decía anoréxica porque yo era muy flaca. De a poco, empecé a esconder la comida, no quería comer adelante de los demás. Me pasaban muchas cosas internas y no sabía cómo resolverlas”, recordó Rocío.

“Cuando tenía 16 una amiga se suicidó y eso fue la gota que rebalsó el vaso. Empecé a meterme los dedos para vomitar y se sumaron los ataques de pánico. Tomaba medicación psiquiátrica a escondidas porque me anestesiaba”, agregó.

Desayunaba un café por la mañana pero no comía nada más hasta la noche. A veces, cuando llegaba a su casa, se daba atracones que luego, vomitaba. “Cuando mis padres ya sabían de la enfermedad, me obligaban a sentarme a comer pero yo no paraba de llorar”, expresó la joven.

En Bariloche, trastornos como la anorexia y la bulimia son mucho más frecuentes en el último tiempo y afectan a jóvenes a edades cada vez más tempranas. Los profesionales aseguran que los primeros síntomas pueden manifestarse entre los 12 y los 14 años aunque se reciben casos en edades más avanzadas.

“Entre que los padres comienzan a percibir algunas señales hasta concurrir a una consulta pueden pasar de 6 meses a un año”, coinciden los médicos.

Ariel Lima Quintana, presidente de la clínica Asumir, recibió los primeros casos de bulimia y anorexia a comienzos de los 90. Hoy el 40% de los tratamientos que lleva adelante la institución corresponde a estos trastornos alimenticios (el resto, son problemas de drogas y alcoholismo).

Una vez detectada la enfermedad, el primer paso es que la joven recupere un peso saludable. “Muchas consultas llegan después de una internación clínica por desnutrición. Los mismos médicos terminan derivándonos a las pacientes. Son trastornos patológicos psiquiátricos que se pueden abordar con éxito en las comunidades terapéuticas”, añadió el operador socioterapeútico.

Más allá de la necesidad de respuestas inmediatas, los tratamientos son prolongados y tienen un promedio de 18 meses. Las recaídas en el proceso son moneda corriente. La terapia es grupal e individual, con controles psiquiátricos y encuentros con nutricionistas.

Rocío estuvo internada en Asumir alrededor de 23 meses, y por 4 meses estuvo bajo la modalidad ambulatoria hasta lograr el alta.

“Cuando me interné, no tenía conciencia de la enfermedad y le pedí a mi familia que me llevara. Pensaba que podía salir sola de eso. Pero la psicóloga social convenció a mis papás de que debía quedarme. Al mes, noté que me estaba haciendo bien y empecé a notar cambios en mi”, confió Rocío que hoy cursa sexto año del secundario, concurre a una parroquia y realiza un curso de auxiliar de maestra jardinera.

“Mi mensaje para otras chicas es que se animen a pedir ayudar. Uno piensa que nunca va a poder salir adelante. Pero con esfuerzo, paciencia y voluntad se puede”.

Rocío dio su consejo.

Las diferencias entre una y otra

Anorexia: hay una restricción de comidas pero sin atracones. Prevalece una preocupación permanente por el cuerpo y la dieta.

Bulimia: se deja de comer pero surgen momentos de descontrol con atracones y luego, vómitos, actividad física compulsiva o consumo de diuréticos o laxantes.

“El factor social en este momento es muy extremo”

La psicóloga Clara Roqué, especialista en trastornos de la conducta alimentaria, reconoció que los casos son muchos en Bariloche y las causas, múltiples. “Cuando uno está frente a un adolescente que quiere bajar de peso hay que ver si cuenta o no con un peso saludable. El factor social en este momento es muy extremo y la belleza está exacerbada por la delgadez”, puntualizó la profesional.

Detalló que la mayoría de las consultas se producen por alguna señal que detectan los padres o algún otro familiar, “excepto que haya una pérdida del control sobre el peso u otras condiciones de sufrimiento o malestar”.

Puede existir -o no- la pérdida de peso pero también pueden surgir otras señales como la restricción de comidas, o suprimir algún tipo específico de alimentos, cambios repentinos de humor y de conducta, como aislarse socialmente.

“Suele haber una dieta restrictiva extrema del tipo ‘no como harinas´ o ‘no como nada con azúcar´. O saltear comidas. Son personas con algún factor de vulnerabilidad”, explicó Roqué y aclaró que el pronóstico mejora cuando la atención médica y psicológica se da lo antes posible.

Datos

“Mi mensaje para otras chicas es que se animen a pedir ayudar. Uno piensa que nunca va a poder salir adelante. Pero con esfuerzo, paciencia y voluntad se puede”.

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