Los denunciantes, el escándalo y su rol
En su investigación, Sebastián Pereyra reflexiona, rastrilla en términos de “priorizar” la identificación de los denunciantes de hechos de corrupción en el período que abarca su trabajo. Las que siguen son algunas de las reflexiones en cuestión. • Si consideramos la distribución de los denunciantes durante el período, lo primero que cabe señalar es que los periodistas tienen en los escándalos un doble rol: por un lado, la mayoría de las veces son mediadores en la formulación de la demanda (cuando se trata de terceros que denuncian) pero, por otro, también aparecen como autores de la denuncia en el 13,8% de los casos. Uno de los resultados de la proliferación de escándalos (ver definición de escándalo en estas mismas páginas) durante el período implicó que los periodistas se constituyeran en portavoces de la opinión pública frente a los políticos. Por consiguiente, es necesario considerar la importancia tanto de la denuncia directa como de la indirecta. • La revisión de los tipos de denunciantes evidencia una gran heterogeneidad. Al contrario de lo que podría imaginarse, no son los periodistas quienes mayoritariamente denuncian casos de corrupción sino los dirigentes políticos (41,4%) y, curiosamente, la proporción que se ubica en la oposición (25%) al momento de la denuncia es ligeramente superior a la de los oficialistas (16,4%). Si a ello sumamos el 14,5% de los denunciantes que son funcionarios o exfuncionarios, se observa que un tercio de las figuras denunciantes ha estado vinculado con las coaliciones de gobierno. • La denuncia de corrupción parece haberse convertido, a lo largo de la década (1990/2001), en un recurso y un instrumento de la lucha política, en un sentido amplio del término. Si la oposición que denuncia a un gobierno corrupto constituye una figura clásica de la crítica política, aquí observamos, sin embargo, que la crítica opera también como un elemento de disputa en el interior mismo de los gobiernos o las coaliciones de gobierno. El debilitamiento de los discursos ideológicos y partidarios desde el principio de la década representaría, entonces, una de las condiciones para explicar esta transformación crítica y la disputa en el seno de los gobiernos.
En su investigación, Sebastián Pereyra reflexiona, rastrilla en términos de “priorizar” la identificación de los denunciantes de hechos de corrupción en el período que abarca su trabajo. Las que siguen son algunas de las reflexiones en cuestión. • Si consideramos la distribución de los denunciantes durante el período, lo primero que cabe señalar es que los periodistas tienen en los escándalos un doble rol: por un lado, la mayoría de las veces son mediadores en la formulación de la demanda (cuando se trata de terceros que denuncian) pero, por otro, también aparecen como autores de la denuncia en el 13,8% de los casos. Uno de los resultados de la proliferación de escándalos (ver definición de escándalo en estas mismas páginas) durante el período implicó que los periodistas se constituyeran en portavoces de la opinión pública frente a los políticos. Por consiguiente, es necesario considerar la importancia tanto de la denuncia directa como de la indirecta. • La revisión de los tipos de denunciantes evidencia una gran heterogeneidad. Al contrario de lo que podría imaginarse, no son los periodistas quienes mayoritariamente denuncian casos de corrupción sino los dirigentes políticos (41,4%) y, curiosamente, la proporción que se ubica en la oposición (25%) al momento de la denuncia es ligeramente superior a la de los oficialistas (16,4%). Si a ello sumamos el 14,5% de los denunciantes que son funcionarios o exfuncionarios, se observa que un tercio de las figuras denunciantes ha estado vinculado con las coaliciones de gobierno. • La denuncia de corrupción parece haberse convertido, a lo largo de la década (1990/2001), en un recurso y un instrumento de la lucha política, en un sentido amplio del término. Si la oposición que denuncia a un gobierno corrupto constituye una figura clásica de la crítica política, aquí observamos, sin embargo, que la crítica opera también como un elemento de disputa en el interior mismo de los gobiernos o las coaliciones de gobierno. El debilitamiento de los discursos ideológicos y partidarios desde el principio de la década representaría, entonces, una de las condiciones para explicar esta transformación crítica y la disputa en el seno de los gobiernos.
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