Los límites de Guzmán

“Es la economía, estúpido”. La frase célebre del asesor demócrata James Carville fue utilizada con persistencia durante la campaña electoral de Bill Clinton que finalmente lo convirtió en presidente de los Estados Unidos en los 90.


Una parte de la coalición gobernante se muestra consciente de que, en un año electoral, estas palabras adquieren calibre e intenta alinearse con mensajes de racionalidad hacia los mercados. Escuchamos primero al Presidente buscando tranquilizar a una veintena de empresarios. Luego el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, enfatizó sobre la necesidad de acordar este año con el FMI. Y el ministro Martín Guzmán dijo, para despejar dudas, que “bajar el déficit fiscal, no es de derecha”.


Pero el esfuerzo dialéctico no suena convincente: los mercados continúan dando la espalda al país.
Desde inicios de año hay una fiesta financiera sobre casi todos los activos a nivel mundial que no llega a la Argentina. Demuestra, en definitiva, que la desconfianza de los inversores persiste pese a los intentos de seducción oficial. El dato más elocuente es la evolución del riesgo país, 1.670 puntos básicos, su nivel más alto desde que se efectuó el canje de deuda el año pasado.


Los nuevos bonos emitidos en el canje no encuentran piso y hay series que se ubican con precios inferiores a los 30 dólares. Nunca había ocurrido aquí: títulos reestructurados cotizan menos que los que ya estaban en default. Pero Argentina siempre da sorpresas. El objetivo del Gobierno tras el canje apuntaba a que el rendimiento de los bonos fuera confluyendo en niveles del 10% anual en dólares. Pasó lo contrario y los títulos no paran de caer. Esto tiene impacto directo sobre la tasa de interés con la que se endeuda el país, hoy ya cercana al 20% anual, un valor récord.


El objetivo del Gobierno tras el canje apuntaba a que el rendimiento de los bonos fuera confluyendo en niveles del 10% anual en dólares. Pasó lo contrario y los títulos no paran de caer. Esto tiene impacto directo sobre la tasa de interés con la que se endeuda el país, hoy ya cercana al 20% anual, un valor récord.



Desde el entorno de Guzmán se dicen dispuestos a dar batalla a tales desvíos pese a las limitaciones políticas. Sin embargo, en tiempo electoral, no le será nada fácil al ministro encauzar los desequilibrios macro, más allá de sus deseos.


Desde el ala dura del Gobierno -especialmente los funcionarios que responden al Instituto Patria- pusieron techo al aumento de tarifas y desalientan un acuerdo para este año con el FMI. El funcionario tenía como herramienta clave para sus negociaciones con el Fondo una reducción (cuanto menos un límite) de las subvenciones a las tarifas. Pero en persona, la vicepresidenta Cristina Fernández le hizo entender -en su visita informal a Calafate- que en esta antesala electoral le resulta vital al oficialismo mantener el congelamiento de tarifas para no dañar el poder adquisitivo de las familias y evitar una asociación con la gestión macrista.
No corregir la macro, es sinónimo de más gasto que, a su vez, hace crecer el déficit fiscal. Y se requiere un mayor nivel de endeudamiento para contener estos desequilibrios presupuestarios, deuda que se termina tomando a exorbitantes tasas.


Los mercados tantearán en los próximos días hasta dónde Guzmán tiene fuerza política para imponer las correcciones.
La desprolija salida de la ministra Marcela Losardo naturalmente también impacta en la economía. Con la nueva ofensiva del kirchnerismo para hacerse de este puesto clave, crece la incertidumbre entre los inversores sobre la maltrecha seguridad jurídica que persiste en el país.


Los factores de poder económico y del mercado olfatean una realidad: las buenas intenciones de Guzmán se dan de bruces con las insubordinaciones que afronta.



Los factores de poder económico y del mercado olfatean una realidad: las buenas intenciones de Guzmán se dan de bruces con las insubordinaciones que afronta (por ejemplo, en el área de Energía bajo la órbita del ministro, pero en la práctica dominado por el kirchnerismo) y el corset sobre cualquier intento de limitar las subvenciones tarifarias, el déficit fiscal y el financiamiento del Banco Central al Tesoro, lo que en los hechos está postergando todo buen encarrilamiento con el Fondo.


No vaya a ocurrir que en algún momento el presidente también se vea determinado a anunciar que Guzmán no es el ministro de Economía que se necesita “en tiempos de otra actitud”.


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