«Los padres y la responsabilidad después del divorcio»

Como mamá divorciada con dos hijos adolescentes a cargo, deseo expresar la tristeza que me produce ver que el papá no se responsabiliza de las necesidades de los chicos en lo emocional ni en lo propio de la educación (con los ya sabidos problemas psicológicos que esta ausencia de figura paterna produce en los seres humanos en la edad adulta). Además, en lo económico, si bien aporta una cuota mínima, utiliza todo tipo de artimañas para reducir la obligación legal que le compete. Pero más tristeza me da el hecho de corroborar que esto ocurre en el 90% de los casos. La mamá que tiene la tenencia de los chicos queda, de este modo, con toda la carga sobre sus hombros.

Desde la Justicia los trámites son lentos y poco expeditivos, ya que se deben seguir procedimientos necesarios e inevitables. Solamente atienden la cuestión de la cuota alimentaria ya que, como dicen los jueces, «no se puede obligar a nadie al afecto ni a la madurez» aunque, contradictoriamente, sí se puede compeler a los chicos a mantener contacto con su progenitor a través del régimen de visitas. O sea: no se puede obligar al padre a cumplir el rol que por naturaleza le corresponde pero sí a los chicos a estar con él, sin importar sus deseos.

La sociedad no hace ningún tipo de «justicia moral», ya que no se considera vergonzante o falto de valor el abandono o cuasiabandono de los hijos bajo la excusa del derecho a rehacer la vida. Se asume como «lógico y normal» que el divorcio es también con los chicos y que la mamá se haga responsable.

Más tristeza me da aún que haya abogadas madres o posibles madres que asesoran a sus clientes sobre todo tipo de estrategias para que puedan «zafar» parcial o totalmente de las obligaciones, con lo cual estos señores trabajan en negro, negando de esta manera gran parte de sus ingresos; compran bienes que ponen a nombre de otras personas y están preparados para saber qué gestos, qué expresiones y qué palabras usar para convencer a los jueces de que sus intenciones son buenas pero lamentablemente no pueden cumplirlas, con lo que nos obligan de alguna manera a actuar como si fuéramos del FBI o de la SIDE a fin de demostrar sus ingresos, pruebas que en general no son suficientes a pesar de exhibir toda la obviedad posible. Además, muchas veces somos calificadas de materialistas, oportunistas y resentidas cuando intentamos garantizar el bienestar de los chicos.

Y todavía más: estos señores suelen estar acompañados por nuevas parejas, a las que parece no importarles -y hasta resultarles beneficioso- el hecho de jugar a creer que la historia anterior no existió. Como el avestruz, nuevas parejas, familia, amigos y personas del entorno entierran la cabeza para desconocer que, si estos individuos tienen tanto egoísmo como para ignorar el daño que les ocasionan a sus propios hijos, no pueden ser leales, amorosos ni comprometidos más que con su propio ombligo.

A todos los que de un modo u otro, ya sea con la acción, con el silencio o con el clásico «no es mi problema», avalan o favorecen estas situaciones, les digo que quizá en algún momento de la vida lleguen a vivenciar el dolor que produce ver que los hijos tienen negado el derecho a tener padre. Si bien se dice que Dios y el tiempo se encargan de hacer justicia, el mayor costo lo pagan quienes son absolutamente inocentes y llevan en sus corazones heridas que difícilmente se puedan reparar.

PD. Reconozco que hay casos en los que es la mamá la que abandona, aunque es lo menos frecuente, y rescato a los papás y las mamás que cumplen con sus deberes.

 

 

 

Miriam Giglio

DNI 16.068.578

Neuquén


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