Los problemas de la ciudad acechan a Colonia Suiza

El refugio de los colonos europeos atraviesa un boom turístico que remarca la falta de servicios. A medio camino de la modernización, se hace evidente la ausencia del Estado.

A tan solo 25 kilómetros del centro de Bariloche se erige una colonia fundada por hijos de inmigrantes suizos.

Allí conviven construcciones de principios del siglo pasado con familias completas que intentan sostener el legado de los primeros pobladores.

El sector más conocido es el pequeño centro comercial que reposa junto al lago Moreno y que mira con vértigo al cerro Goye. Allí cientos de personas utilizan las angostas calles para moverse de una atracción a otra o acampan en medio de un entorno natural que no sufrió grandes cambios respecto de la época en la que los colonos se dedicaban a la producción de trigo en los albores del 1900.

Pero los límites de Colonia Suiza abarcan más que un paseo gastronómico que tiene el curanto, una propuesta culinaria adaptada de los vecinos chilenos, las representaciones artísticas y la feria de artesanías, ideada en 1984 para ofrecer una salida laboral, que confluyen en el fundo como atractivos principales.

Los colonos se hicieron cargo de una vasta porción de territorio. En 1911 consiguieron que sus ocupaciones fueran ratificadas a través de la cesión de varios lotes de la por entonces Colonia Nahuel Huapi. Desde entonces habitaron la zona comprendida por la bahía López, el histórico sector del tambo de Báez y el puente que atraviesa el lago Moreno.

Pero los años pasaron, los productos manufacturados que llegaban con el tren ocuparon más espacio en las proveedurías locales y la producción agrícola se detuvo.

Tuvieron que pasar varios años para que los descendientes de los colonos decidieran volcarse al desarrollo turístico de la zona, aprovechando sus valores históricos, tradiciones culturales y un paisaje que, desde un comienzo, ayudó a no extrañar los cantones de Suiza.

Nueva era

Por estos días la apacible vida del poblado se ve alterada durante la temporada de verano. Con la llegada de los turistas, y de los propios barilochenses, la cantidad de personas que recorren las calles principales crece exponencialmente y la falta de servicios desnuda las falencias de un sector de la ciudad en la que el municipio no logra hacer pie.

Autos apilados al costado del camino, interminables esperas en las paradas de colectivos, accesos polvorientos y rocosos, un temerario puente de ingreso y gente de a pie que deambula de un lado a otro forman una postal habitual en esa zona.

El cambio vertiginoso y los aires de las grandes urbes se hacen notar. Al menos así lo vivencia Ana, una mujer que llegó a Colonia Suiza hace treinta años y atiende un camping familiar.

Hace algunas semanas decidió imprimir sus propios carteles para evitar que los autos estacionen en la esquina de la calle Félix Goye, el acceso principal al fundo y el sector gastronómico, y que dejaran espacio para el paso del transporte público y las autobombas.

“El municipio te invita a que vengas, pero no hace nada”, repite antes de explicar lo difícil que resulta ir de una cuadra a otra sin saber qué hay más adelante, sin cartelería y con la única información que aportan los músicos o los aromas que llegan desde los pozos de curanto.

La seguridad no parece ser un problema. Un destacamento policial lleva tranquilidad a las 300 personas que viven en forma estable en Colonia Suiza.

El lugar no cuenta con una ambulancia pero una médica, que llega desde el centro de salud que está a unos 7 kilómetros, hace lo imposible por asegurar la salud del poblado.

La única escuela primaria es el bien más preciado. La Junta Vecinal se esfuerza en sostenerla con aportes económicos que se logran con las ventas que realizan los feriantes. “Nos ayudamos entre nosotros”, dice Ana sobre el espíritu de comunidad que se mantiene desde hace 120 años.

Gente de pueblo

“Al pueblito lo dejaría como está”, asegura José, un bonaerense casado con Lorena, integrante del selecto grupo de nacidos y criados en la Colonia. Carpintero de profesión, explica que la vida social comienza a las 9 y, al menos en invierno, finaliza a las 17 “porque más no se puede hacer”.

Durante los días de temporada baja los rostros vuelven a ser familiares. “Conocemos el motor de la camioneta del Gringo”, resume acerca de la tranquilidad que perdura lejos de la siempre caótica avenida Bustillo.

La familia de José se completa con sus tres hijos. Con ellos se hace más evidente la falta de una escuela secundaria, un servicio de transporte público que los conecte con las escuelas del centro y una calle de acceso, en buenas condiciones, que acerque la vida de la Colonia al resto de una ciudad que crece sin mirar a quién deja atrás.

“Una vez adentro del pueblo no sabés a dónde ir. A veces la confusión hace que la gente discuta y se agarre a trompadas”.

Ana sobre la falta de cartelería y orden vehicular.

“Salir de Colonia y llegar al centro te puede llevar hasta tres horas. Tenemos un solo colectivo que, si se rompe, muere ahí”.

Adrián sobre el sistema de rondines y el transporte público.

La eterna promesa

del pavimento

2006: El gobierno nacional anuncia una millonaria inversión en asfalto que incluye los 3 kilómetros de acceso por Circuito Chico.

2010: Se incorpora la obra de pavimentación de la calle Beveraggi a la restauración de la avenida Bustillo

2013: El gobierno provincial promete mejoras en la Ruta 79 para reactivar el acceso desde Puerto Moreno.

2015: El municipio admite que sigue “en carpeta” el asfalto de Beveraggi.

2017: Provincia evalúa asfaltar la Ruta Provincial 79.

Números suizos

para entender la Colonia

Datos

“Una vez adentro del pueblo no sabés a dónde ir. A veces la confusión hace que la gente discuta y se agarre a trompadas”.
“Salir de Colonia y llegar al centro te puede llevar hasta tres horas. Tenemos un solo colectivo que, si se rompe, muere ahí”.
300
son las personas que viven en forma permanente en el poblado. La mayoría son descendientes de colonos.
4
manzanas conforman el centro de la vida cultural y comercial de Colonia Suiza.
33
años de vigencia tiene la feria de artesanías y gastronomía. Surgió como una respuesta a la falta de trabajo tras el final de la producción agrícola.

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