Los últimos años de Quiroga, en la mirada de su mujer
"La vida brava" retrata la vida de María Helena Bravo junto al escritor
BUENOS AIRES (Télam).- En «La vida brava», la profesora uruguaya Helena Corbellini recrea los últimos años de vida de Horacio Quiroga a través de la mirada de quien fuera su segunda mujer, María Helena Bravo, una joven que no dudó en casarse con el escritor en 1927 a pesar de la diferencia de edad -casi 30 años- y en dejar Buenos Aires para vivir en plena selva misionera.
«Lo que hice fundamentalmente fue recolectar toda la documentación que había sobre Quiroga y después imaginarme a María Helena en esos casi nueve años que compartieron. En una carta que Horacio le escribe a José María Fernández Saldaña, el 24 de diciembre de 1906, le dice: 'Estoy loco por hacer un poco de vida brava'», cuenta Corbellini en una entrevista con Télam.
Aunque el libro, recién publicado por Sudamericana hace eje en la vida de María Helena junto al escritor, aparecen también perfiladas la joven Ana María Palacios y la adolescente María Esther Jurklowski, quien le inspiró el cuento «Una estación de amor».
Además, sobrevuela la infortunada relación del escritor con su primera mujer Ana María Cires, cuyo suicidio marcó la vida de Quiroga, y el cruce que tuvo con Alfonsina Storni, su única amiga mujer, «aunque muchos allegados a Quiroga de esa época afirmaban que hubo un romance entre los dos», asegura Corbellini.
«De la relación que Quiroga tuvo con Alfonsina me pareció muy importante el testimonio del salteño Enrique Amorim quien ocupó el departamento que el escritor tuvo en la calle Agüero. El cuenta que siempre aparecía Alfonsina muy apenada, para ver si tenían noticias de Horacio», menciona.
Y por otro lado, el escritor Pedro Orgambide, en la biografía que él narra, incluye el testimonio de Benito Quinquela Martín: «Según el artista, Quiroga le había pedido a Alfonsina que lo acompañara a Misiones y ésta se negó».
Otro dato que se recorta en el libro al pasar es la conflictiva relación que Quiroga mantuvo con sus dos hijos mayores. Egle y Darío, que se suicidaron luego de la muerte del escritor. Y también Pitoca, la hija que tuvo con María Helena siguió los pasos de sus hermanos.
«El hijo de Quiroga, Darío, tres años antes de suicidarse dio una conferencia en Montevideo sobre aspectos desconocidos de la obra de su padre».
«Ahí no da la impresión de que se hubiera distanciado del escritor, aunque éste lo dice en sus cartas», apunta la profesora uruguaya.
La ficción en el libro «se esboza a través de la voz de María Helena Bravo, pero los datos que incluyo son todos reales. Lo único que hay de ella es una entrevista que el periodista Alberto Perrone le hizo en el año 1978».
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