Luis Razza, un hacedor incansable
El empresario ceramista de 104 años fue agasajado por sus pares de Bariloche.
SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Con sus 104 jóvenes años a cuesta, una lucidez notable y sueños por cumplir, Luis Razza recibió un agasajo especial de la Cámara de Comercio e Industria que se convirtió en un emotivo remolino de ideas.
En una brillante placa de bronce, adornada por mutisias del mismo metal, la entidad empresarial rindió «reconocimiento a la trayectoria y ética comercial e industrial» de su socio.
Emocionado, don Luis respondió al gesto con una frase humilde pero a la vez autoexigente que sus íntimos conocen de sobra: «Pero si yo no hice nada, no merezco tanto».
Fiel a su estilo de hacedor incansable le dio al agasajo el sentido de un desafío que transmitió a la dirigencia empresarial «hay que hacer algo que valga la pena por los chicos».
En su mente mantiene fresco el sueño de construir «el recreatorio»: una escuela de artes y oficios destinada a formar a niños y jóvenes de las franjas humildes y medias de la sociedad para darles las herramientas y la oportunidad de crecer.
El proyecto formaba parte de la fábrica de cerámica que formó con su familia a mediados del siglo XX, pero no pudo llevarlo a cabo y le quedó como asignatura pendiente hasta estos días. «Le deseo a todos los hombres que puedan llevar una vida así, con muchas realizaciones y resultados buenos como tuve yo» dijo.
En Italia, antes de partir hacia su aventura en el sur, construyó la primera escuela de sexto grado. Don Luiz llegó a la región en 1943, atraído por la montaña, para cristalizar las ilusiones cultivadas en Buenos Aires a lo largo de 13 años. Su experiencia como constructor lo trajo hasta Bariloche para erigir el hotel Vuriloche.
La capital de los lagos del sur era apenas un poblado de 2.500 habitantes con todo por hacer y el, entonces, joven emprendedor se desempeñó en los trabajos más variados antes de iniciar su propia empresa.
También fue alma mater e impulsor de la Cooperativa de Electricidad Bariloche, donde ocupó un rol destacado por la experiencia adquirida en el departamento de Redes de la compañía eléctrica Italo Argentina, que lo convertía en «el único que sabía como se hacía».
Su amor por la pintura y el arte quedó plasmado en sus obras y en su entusiasta decisión de crear la asociación de artistas plásticos, que comenzó y se desarmó en diez oportunidades. De esa pasión por el arte nació la fábrica de cerámica artesanal que lleva el nombre de la ciudad.
En la tranquilidad de su hogar, junto a su esposa Eta -el gran amor con el que compartió 66 años de su vida-, don Luis no pierde contacto con la realidad de la ciudad que eligió y ayudó a crecer.
Consciente de las crisis de los últimos años sostuvo que «hay algo que no camina en Bariloche: la administración…», pero advirtió que «no tiene la culpa una sola persona».
Una marca personal
La fábrica de cerámica de los Razza fue uno de los primeros emprendimientos productivos de la ciudad y dio origen a una de sus actividades más características, casi a la par del chocolate. En su época de esplendor la empresa llegó a tener 50 empleados, algunos de los cuales acompañaron su evolución por más de 40 años y continúan trabajando. La cerámica adoptó el nombre Bariloche y lo llevó a los lugares más remotos del mundo prendido en diseños y dibujos originales que se convirtieron en el sello distintivo de la ciudad. Los colores y las formas nacieron en el seno familiar y fueron definiéndose de a poco. Ese trabajo creativo dio lugar a más de 3.600 formas. Cerámica Bariloche nació de un hobby familiar: «se empezó a cocinar un poco de barro» le gusta simplificar a don Luis, que recuerda esa época como «los momentos más felices» porque consiguió trabajar en lo que le gustaba junto a su mujer Eta, el gran amor de su vida.
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