Macky Corbalán: Lo sobrenatural es lo más natural

A pocos días del primer aniversario del fallecimiento de la poeta, un itinerario por las diversas facetas que tuvo la oportunidad de explorar y explotar.

Aniversaio

Atardecer del oeste neuquino, en un patio pleno de gatos, perros y alaridos. Tengo el agrado de cosechar su pomelero. Un rato antes me mostró, como quien confía un secreto, un papelito que buscó nerviosamente entre unos libros apilados. Dijo, con su habitual sequedad y su singular modo de fijar la mirada: “recién hoy pude escribir esto”. Y me lo mostró: «por fin puedo ser quien soy», leí, y nos miramos. Pude ver en su cara el llanto, que le había llegado tarde, junto con la muerte, que se aproximaba. Más tarde hablamos de la enfermedad como camino, ese bestseller contemporáneo.

Aunque haya sido la firma de su último poemario, no la llamaremos sin más macky poeta. Diremos también Miriam, su nombre del documento, y mac, otro de sus seudónimos. Y añadiremos: macky lesbiana, macky traductora, macky animal, macky activista, macky feminista, macky performer, macky teórica, macky viajante, mística macky y así, sucesivamente, al infinito, como mil flores, el patio de macky, los libros de macky, los mates que macky no tomaba, el té que te invitaba macky, las fiestas de cumpleaños, pasar por Cutral-Co con macky y comprender con sus ojos el pueblo añorado, y extrañar a macky, escribir macky.

Busco formarme una idea de todo lo que no fue en una amistad que quedó trunca desde su comienzo, pero cuyos efectos puedo sentir hoy, como si la poeta muerta estuviera en la fuerza de sus palabras, que continúan diciendo después del cuerpo, palabras que no encuentran el cese de una reverberación a menudo insoportable.

No solamente se dedicó a poetizar, sino que se había propuesto transcurrir los días interpelando en las otras, en los otros, interpelación que llevaba a cabo capilarmente, de modo serpentínico. Su poesía constituye, al decir de Gerardo Burton, “un alijbe”. En macky leo una sublime conjugación de filosofías, búsquedas en el ámbito de las formas, pensamiento intrincado o tal vez, como le gustaría a ella escucharme decir y reírnos sardónicamente, poesía high definition.

Había venido lesbiana joven de Cutral-Co hasta Neuquén para estudiar. Vivió rodeada de amigas y amigos, y de plantas, y de felinos, y de perros, y de una jerga animal que no le fue extraña. Sintió ajeno el mundo y al parecer experimentó profundas emociones y percepciones. En los relatos de sus experiencias vitales y otras no tanto, pude escuchar el asombro y el entusiasmo de la intensidad, la humildad de la renuncia al yo, la presencia de una imagen-madre fuertísima y de una imagen-padre amado profundamente, una admiración por la belleza de los cuerpos…

“Chupame el canon”, se fue a decir a Buenos Aires, en una movida poética careta, en las que no perdía oportunidad de hacer propia la voz de los muertos del poder neuquino, Silvia Roggetti, Carlos Fuentealba, por nombrar solamente dos, y ahí la vemos transitando los senderos de la reivindicación de los derechos de las minorías, y es necesario determinar el alcance conceptual: minorías no en términos cuantitativos sino minoritario por oposición a mayoritario, en términos de “calidad de dominación”, al decir de Perlongher.

Para su velorio, eligió la ropa y también eligió colgar la bandera LGBT en el cajón. El ambiente olió a sahumerios y sonó cumbia y música electrónica. Pude notar su sonrisa, petrificada, para siempre. Intuyo su muerte alegre, supe de su desapego del cuerpo físico. Se interesó por todo tipo de filosofías, occidentales y orientales, supo del wu wei, meditó en sánscrito, gran parte de su atención estuvo puesta en las afecciones del cuerpo. No creyó en los límites, conoció el reiki, tuvo insomnio, alguna vez cayó internada, fue medicalizada, supe que intentó quitarse la vida; no comió más cadáveres, según su propia expresión, alimentó animales callejeros, anduvo en bicicleta; golpeó, estoy seguro, insuficientes veces la bolsa de boxeo que colgaba junto a su cama; daba la impresión de que lo había leído todo, se interesaba genuinamente por las actividades poéticas de sus vecinos más próximos, a quienes consideraba sus pares, específicamente la denominada juventud. Propuso la concreción de encuentros colectivos fuera de los espacios y los tiempos habituales. Se interesó por la alquimia y estuvo muy cerca del tarot; intervino y fusionó vidas en vistas a la potenciación de atributos que ella notaba; su estilo era mágico, casi como una bruja, o según su autocaracterización, médium de la poesía.

Su presencia radiactiva, sus textos, su recuerdo irradian la mañana en que escribo estas líneas; abro la ventana, y acaso podríamos ser también, y por qué no, pasajeras de arena.

Pablo Iglesias


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