«Malabaristas, de Egipto a Neuquén»

El documental ganó el primer premio del festival de cine independiente de Cipolletti.

NEUQUEN (AN).- En las calles neuquinas hay un chiquito que lava coches y ensaya para ser malabarista. Un salto de trabajador callejero a artista callejero que los realizadores Bernardo Orejas y Raúl Rodríguez reflejaron en uno de los tramos de su documental, que se llama «Malabaristas, de Egipto a Neuquén».

El trabajo recientemente fue galardonado con el primer premio al mejor documental patagónico durante la vigésimo primera edición del festival de cine independiente de Cipolletti.

-¿Qué diablos tienen que ver los malabaristas neuquinos con Egipto?

-Había malabaristas hace 4.000 años en Egipto, también los chicos y los etruscos tenían malabaristas, para Neuquén es un fenómeno reciente que nosotros tratamos de reflejar en nuestro documental afirmó Orejas un especialista en artes visuales recibido en el Instituto de Arte Dramático de Estocolmo.

«Me quedó grababa lo que me dijo un chico al que lo mandaron a trabajar le contestó 'este es nuestro trabajo lo hacemos con alegría y muchas veces conseguimos que las personas nos sonrían'», comentó Orejas quien deja en claro que la idea y la realización fue compartida a Rodríguez.

«Los dos somos cinéfilos y conversando, conversando fue como el proyecto tomó forma. Cuando uno filma algo deja de ser objetivo, en est caso creo que descubrimos muchas facetas de los malabaristas incluso la discriminación de la que muchas veces son objeto», agrega.

Cuando se empieza una producción es tan importante «saber cómo se empieza como saber el final y cuando tuvimos el caso del chico lavacoches todo estuvo más claro».

El documental dura 16 minutos y desde su presentación en Neuquén hace unas semanas ha provocado el enrojecimiento de muchas palmas.

«El día de la presentación estuvieron varios de los chicos malabaristas de Neuquén, que no sólo son de acá sino más bien de todo el país, hay malabaristas de Córdoba, de Buenos Aires, que van y vienen por la Argentina».

La escena final es un homenaje a Chaplin y está relacionada con el chiquito lavacoches.

Orejas, que trabaja en la dirección de Cultura de Neuquén, contó el trabajo «se hizo en los ratos libres y en la edición final nos dio una mano Omar Neri, un colega de Buenos Aires.

Durante la investigación los realizadores descubrieron el orgullo de lo malabaristas.

«Nos contaban que todo el tiempo están entrenando, para poder trabajar necesitan dos horas diarias de práctica, son profesionales que permanentemente están buscando nuevas técnicas, perfeccionándose y aprendiendo incluso matemáticas para poder hacer sus malabares».


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