Mejor que decir es hacer

El presidente Alberto Fernández tuvo que hisoparse y aislarse preventivamente, luego de que un miembro de su gabinete con el que tuvo contacto estrecho diera positivo de coronavirus. La noticia no sorprende, dado que el virus tiene circulación comunitaria en nuestro país y puede encontrarse en cualquier lado. Finalmente, el resultado de la prueba PCR fue negativo, pese a lo cual el mandatario seguirá realizando sus actividades dentro de una “burbuja”. El hecho mostró que, nuevamente, el mandatario no respetó nuevamente las medidas de cuidado y protección que él mismo decretó y dio otro pésimo ejemplo a la ciudadanía.

La secuencia comenzó cuando el titular de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, informó al resto del gabinete que había contraído el virus a través de un familiar conviviente, que había tenido síntomas el domingo previo y dio positivo el miércoles. Ese fin de semana, Béliz, el presidente y buena parte del gabinete habían participado de una cena con el expresidente de Bolivia, Evo Morales, que preparaba el retorno a su país, tras las elecciones que devolvieron al poder a su partido, el MAS, un año después del golpe de Estado. En las fotos difundidas en las redes sociales, se aprecia que el encuentro reunió a más de 15 personas y se realizó sin medidas de distanciamiento, barbijos y en un sitio cerrado, con poca ventilación. El lunes, el presidente volvió a acompañar a Morales en la Quiaca, Jujuy, donde cruzaron juntos la frontera, en un acto multitudinario, nuevamente sin distancia social ni barbijos y con efusivos abrazos y conversaciones cercanas entre todos los participantes.

Tras la notificación de Béliz, se decidió el hisopado y aislamiento del presidente, cinco ministros, dos secretarios y un diputado nacional.

Alberto Fernández insinuó un mea culpa, indicando que “soy todo lo cuidadoso que puedo ser. A veces no tanto, pero trato de volver al cuidado. Nos debe pasar a todos, pero no debemos olvidar que el riesgo existe”. Antes explicó que, si bien a menudo se lo fotografía sin barbijo ni distancia, “vivo bajo una especie de ducha de alcohol” en los lugares que visita.

No es suficiente. El propio gobierno ha señalado a las reuniones sociales en sitios cerrados sin precauciones como la principal fuente de contagio y a la transmisión por aerosoles en cercanía física como la principal fuente de contagio, por sobre las superficies.

No es la primera vez que el presidente incumple públicamente los protocolos fijados por su gobierno. Según el sitio Chequeado.com, lo ha hecho en al menos 5 oportunidades, desde mayo, cuando el país todavía estaba en fase de aislamiento social.

Que la autoridad pública irrespete las medidas de prevención que ella misma establece no es un tema menor. Lo saben importantes figuras del poder mundial que intentan dar ejemplo. La canciller alemana, Angela Merkel, no aparece sin barbijos en público y solo se lo retira a la hora del discurso. Ha desairado a importantes aliados políticos europeos al retirarse y exigir distancia en las cumbres. El ganador de las recientes elecciones en EE. UU., Joe Biden, hizo su campaña con barbijo y distancia social, incluyendo el acto de la celebración del triunfo. Así, busca mostrar claras diferencias con el descuidado manejo sanitario de Donald Trump.

En comunicación política, se dice que es muy efectivo cuando la autoridad pasa del “story-telling” (el relato político del gobierno) al “story-doing” (acciones icónicas por parte del gobernante que enfatizan su mensaje). Un gesto puede comunicar mejor que diez spots publicitarios.

En una pandemia que se cobra una vida cada cinco minutos en el país, que haya que recordarle al presidente normas básicas de cuidado muestra que nuestra clase política sigue considerándose al margen de las reglas que rigen para el común de los ciudadanos y que la concientización social y la construcción social del riesgo siguen fallando estrepitosamente.


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