“Mi lucha”, el best seller maldito

El libro de Adolf Hitler plantea una paradoja a los gobiernos: aún es vendido en todo el mundo. Técnicamente no está prohibido porque es material para académicos de varias disciplinas. Pero radicales musulmanes y neofascistas lo consideran un texto de referencia.El periodista e historiador Antoine Vitkine hizo una excepcional investigación de los casi 90 años de vida de la obra que anticipó el horror nazi.

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar

Hace casi 90 años que Adolf Hitler escribió “Mein Kampf”, el anticristo de los libros. Pero su terrible legado ideológico ha sido recibido con los brazos abiertos en algunas sociedades contemporáneas y la obra en sí continúa siendo un best seller internacional. Después de la Segunda Guerra Mundial se estimaban en 12 millones los ejemplares vendidos desde su aparición. Hoy no hay cifras exactas, pero continúa siendo comercializado en distintos formatos y países.

El investigador Antoine Vitkine realizó en “Mein Kampf. Historia de un libro” (Anagrama) una exhaustiva investigación acerca de la génesis y el presente del libro de Hitler.

En la portada del volumen se puede ver la tapa original que acompañó el texto que Hitler escribió estando en prisión después de su intento golpista en Munich. Allí está el Führer con el pelo negro reluciente, peinado hacia un costado, el bigotito y la mirada salvaje. Sobre su pecho una banda roja y blanca que dice “Mein Kampf”.

Otras obras han acompañado en los últimos años la revisión histórica del nazismo. Fueron reeditadas en versiones económicas “El Tercer Reich. Una nueva historia” (Taurus), de Michael Burleigh, un enciclopédico trabajo acerca del nazismo y sus consecuencias en Europa y el resto del mundo; “Por qué ganaron los aliados” (Tusquets), el sesudo trabajo del historiador Richard Overy que demuestra cómo las cosas pudieron haber sido muy distintas del modo en que resultaron, y “Los libros del Gran Dictador” (Destino), de Timothy W. Ryback, un retrato de Hitler como un lector compulsivo que llegó a tener una biblioteca personal con más de 16.000 volúmenes.

Este conjunto biográfico sirve para comprender la figura y la psiquis de uno de los hombres más polémicos y crueles de la historia y el imaginario colectivo que capturó el interés de los países europeos de entonces. No obstante, el libro de Vitkine puede considerarse un objeto reluciente y necesario para establecer un debate que tiende a ser dejado de lado por incómodo. Una de las primeras cosas que revela el investigador francés es que “Mi lucha” no es un libro prohibido. Es decir, se puede adquirir en cualquier país por un precio módico. Pero si ninguna librería del barrio lo tiene a mano es aún más práctico pedirlo por internet. En la web, cuenta Vitkine, se adquieren versiones usadas y nuevas como se haría con cualquier otro producto; una bicicleta, por ejemplo.

Tal cual comprobó “Río Negro”, “Mi lucha” es vendido en varios sitios argentinos y del extranjero traducido al castellano. Hasta hay una versión, gratuita y traducida, en formato PDF.

El punto de conflicto que subraya Vitkine refiere a si esta permeabilidad es conducente. Si el libro es más útil bajo un sistema abierto o encerrado bajo siete llaves a resguardo de almas influenciables. Las pruebas que exhibe el investigador abren una grieta en el saber popular.

Millones de ejemplares fueron vendidos durante el nazismo. Según datos recabados por el propio historiador, una enorme cantidad de ellos ni siquiera fueron abiertos. Los alemanes los compraban por una cuestión de formas, de lealtad al régimen que impulsaba su uso cotidiano en cada hogar.

En la Alemania de posguerra el libro atravesó distintos momentos. Por décadas fue olvidado y menospreciado. Pero el neonazismo y otras formas radicales de pensamiento encontraron entre sus páginas un contenido compatible con su vocación extrema. Desde este lugar, el libro aparece como un objeto peligroso, como un detonante.

Ignorado o sacralizado, “Mi lucha” pertenece a ambos mundos. Mientras millones de alemanes a mediados del siglo XX lo ignoraban y desconocían su contenido, en el flamante nuevo milenio los fanáticos musulmanes, especialmente de origen turco, transformaron el volumen en un indiscutible éxito de ventas actual. Su desprecio milenario pero perdurable por la comunidad judía halló en las palabras de Hitler un espacio donde el odio no sólo no es condenado sino que adquiere fundamentos de diverso tipo.

El Estado de Baviera, en el cual nació el líder alemán, es el que legalmente posee los derechos de “Mein Kampf”. Esto no impide que centenares de editores independientes en todo el planeta continúen imprimiéndolo sin su autorización. Hoy el libro se imprime en lugares tan disímiles como Corea de Sur, España, Finlandia, Holanda, Rusia y muchos pero muchos otros.

Sobre el texto de Hitler no existe la censura. Tal y como lo indica Vitkine, no pocos jóvenes de hoy lo ven como un libro de ciencia ficción, una retórica alucinada que no tendría por qué ser del todo real. Paradójicamente, a fines de los 30 el propio Hitler no quería que el libro atravesara las fronteras de Alemania puesto que en él cuenta punto por punto cuáles son sus más íntimas pretensiones político-militares.

En “Mi lucha” Hitler habla de un modo descarnado sobre su desprecio por los franceses, de su intención de absorberlos, de sus ansias de expansión, de su convencimiento de que Alemania para sobrevivir necesitaba ampliar su territorio y recuperar o “mejor usar” a los descendientes de alemanes radicados en el extranjero. Por supuesto, en su libro está el esbozo o el primer borrador de la “Solución Final” judía. Una solución que los alemanes iban a utilizar contra cualquiera que se les pusiera enfrente. Ario o no.

“Mi lucha” es un texto rudo. Para muchos de sus investigadores, de hecho, es un libro mal escrito, que originalmente fue aún peor pero que los colaboradores del Führer se ocuparon de mejorar. Sus partes más furibundas son una apología del delito y la exterminación humana. Como parte de su estrategia diplomática, Hitler se encargó de que las secciones más comprometidas fueran quitadas de las versiones que llegaron a los países que pensaba invadir o a Estados Unidos, una potencia a la que quería mantener despreocupada de sus proyectos.

Vitkine se pregunta por qué los políticos de su tiempo no prestaron atención al libro. Por qué no sopesaron la peligrosidad manifiesta de sus capítulos.

Una de las respuestas más sorprendentes que encontró el investigador es que, salvo algunos políticos como Winston Churchill (ver aparte), los políticos contemporáneos a Hitler o no leyeron el libro o sencillamente les pareció que nadie en su sano juicio avanzaría sobre tales metas.

Adolf Hitler lo hizo. Dividió el mundo en dos con una espada en llamas y todo, absolutamente todo lo que había puesto por escrito, con furia y asco desde su encierro en una celda de la fortaleza de Landsberg, ocurrió.

La obra que escribió en prisión el ex dictador alemán aún genera acaloradas discusiones políticas.


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