Militares respaldan a Chávez y EE. UU. se modera

La oposición realizó un "trancazo" en las calles y autopistas, con varios incidentes.

CARACAS (AFP/DPA) – Militantes opositores venezolanos bloquearon ayer varias avenidas y autopistas en Caracas, entre escaramuzas con la policía que los dispersó con gases, al iniciar la tercera semana de una huelga general indefinida para exigir la renuncia del presidente Hugo Chávez.

Los incidentes callejeros ocurrieron mientras la Casa Blanca se retractaba de su anterior llamado a «elecciones adelantadas» señalando en cambio un referéndum de mitad de mandato, que coincide con la única salida que acepta Chávez, y la OEA debate una iniciativa para pedir una salida electoral.

La policía de Caracas dispersó con perdigones de goma y gases lacrimógenos a los opositores que bloquearon arterias de la capital e intercambiaron golpes y pedradas entre encendidos forcejeos con seguidores del mandatario, que no arrojaron víctimas.

Centenares de agentes antimotines intervinieron por lo menos en una decena de puntos de la capital, causando un enorme caos vial y acentuando temores de que la violencia salga del control.

La nueva forma de protesta subió un nuevo escalón de conflicto, sin que se asome el final, cuando la partes siguen irreconciliables y confiadas en su victoria.

El jefe del Ejército de Venezuela, general Jorge García Montoya, afirmó que ese cuerpo armado está atento a la huelga general contra el presidente Hugo Chávez que ha paralizado a la industria petrolera y advirtió que impedirá el colapso de la economía venezolana.

El general acusó a los organizadores de la huelga de perseguir intereses políticos, «camuflajeados» de protesta civil, que buscan hacer sufrir al país los «rigores de la anarquía».

«Sabemos que están en marcha algunos actos que atentan contra la Constitución, la democracia y el funcionamiento del Estado, actos que además socavan el bienestar y la paz de la población», dijo en un mensaje transmitido por televisión.

Agregó que uno de esos actos antidemocráticos es el «sabotaje» contra la principal fuente de riqueza del país, la industria petrolera, que calificó como «una agresión» a la supervivencia del Estado que «sobrepasa los límites el juego democrático».

El gobierno dio otro paso para recuperar el control de la industria petrolera militarizando el mayor complejo refinador del mundo, Paraguaná (300 km al noroeste). «Hay presencia masiva de efectivos de la (militarizada) Guardia Nacional en las instalaciones», dijo el gerente opositor Edgar Rasquin.

Acosado por un sistema judicial que anula casi todos sus decretos para que las fuerzas armadas ayuden controlar la industria del quinto exportador y octavo productor mundial, Chávez llamó a los militares a no obedecer las órdenes de jueces que impidan sus decretos. Las decisiones «muestran que el poder Judicial es autónomo y no controlado por Chávez como decía la oposición», dijo.

En la batalla abierta por el control de la industria petrolera, cada parte se atribuyó avances: el gobierno logró despachar cuatro buques y la oposición celebró haber obligado al gobierno a importar gasolina.

Lucha caliente en las calles

La dura oposición venezolana prevé una escalada en sus movilizaciones callejeras, que debe culminar con una mega marcha que podría llegar al presidencial Palacio de Miraflores, intensificando los temores de un gran estallido de violencia en Venezuela.

Entre el humo de los gases lacrimógenos y disparos de perdigones, el grito de «¡No tenemos miedo!» resumió ayer la escalada del desafío opositor en el ardiente asfalto de Caracas, provocando choques con enardecidos oficialistas apoyados por la policía antimotines.

Golpes, pedradas y encendidos forcejeos con seguidores del presidente Hugo Chávez, que no arrojaron víctimas, hicieron crecer la tensión cuando la policía de Caracas dispersó bloqueos del llamado «Trancazo de Caracas» organizado para pedir la renuncia del mandatario.

El apoyo al sabotaje del tránsito fue limitado y el ánimo comienza a mermar entre algunos opositores que miran hacia las filas militares con ansiedad a la espera de una nueva disidencia. «El paro y la protesta en la calle no es suficiente para que tumbemos al gobierno. Falta que llegue un militar que tenga las botas bien puestas para decir a Hugo Chávez ya basta», dice con cierto desencanto y con el rostro fatigado Federico Castellanos, al frente de uno de los tapones. (AFP)


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